Con la reciente respuesta de Israel a Irán, ¿cambiará la relación que han tenido Israel y Rusia?

El mutuo entendimiento de Moscú y Jerusalén nacido a partir de la guerra civil en Siria podría verse afectado por la escalada de tensiones en Medio Oriente

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El presidente ruso Vladimir Putin, derecha, estrecha la mano del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu durante una reunión en el Kremlin, Moscú (Maxim Shemetov/Pool Photo via AP, Archivo)
El presidente ruso Vladimir Putin, derecha, estrecha la mano del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu durante una reunión en el Kremlin, Moscú (Maxim Shemetov/Pool Photo via AP, Archivo)

Desde la invasión de Hamas el 7 de octubre del año pasado y la respuesta de Israel para eliminarlo como amenaza militar con acusaciones de genocidio incluidas, el medio oriente ingresó a territorio desconocido. También lo fue el ataque sin precedente del 14 de abril desde territorio iraní con sobre 300 drones y misiles.

Considerando lo anterior y que el apoyo de Irán ha sido importante para su invasión de Ucrania, en general la actitud de Rusia hacia Israel ha sido cuidadosa, y la duda es si se modificará con la acción militar que acaba de tener lugar en la noche del día 18 de abril y en la madrugada del 19, esta vez desde Israel hacia territorio iraní. Al parecer Israel lo hizo para recuperar credibilidad estratégica, toda vez que una acción limitada cumplía con las peticiones de EE, UU. pero le permitía a Israel demostrar que a diferencia de Irán pudo bombardear en la profundidad del adversario (y que en el futuro lo podría hacer con las instalaciones nucleares), recuperando la credibilidad estratégica que había perdido, y que es vital para todo acuerdo de paz con Arabia Saudita, demostrando que existe la voluntad de confrontar al país que el mundo árabe sunita percibe como un enemigo existencial común.

Mi impresión es que si no hay una escalada en el futuro cercano y la respuesta de Teherán se limita a los ataques habituales de sus proxys como Hezbolá, la relación mutua de Rusia e Israel seguirá en la senda de la mutua comprensión que se estableció a partir de la guerra civil de Siria.

Lo primero a decir es que Rusia no ha sido brusca, a pesar de la importancia que adquirió Irán para el objetivo militar del Kremlin en Ucrania, en consideración a que, además, tanto la ex URSS como la actual Rusia, tuvieron una política de apoyo a la causa palestina y de critica a Israel como también en la ONU sus posiciones fueron y son distintas a las de EE. UU. con quien hay vetos mutuos. Por lo tanto, ¿sorprende que haya habido comprensión por parte de Rusia de la exitosa defensa que hizo Israel ante el fracasado ataque de Irán, y que no haya existido aumento de la retórica o de las advertencias a Jerusalén? ¿Corresponde a la actual alianza entre Irán y Rusia que Putin haya llamado al líder supremo de la Revolución Islámica, y no se haya anunciado la entrega de equipo avanzado de alerta aérea, sino que solo trascendió que Putin no quiere una escalada?

La verdad es que para seguidores habituales y algunos de los mejores especialistas nada de esto llamó la atención, ya que es la continuación de una relación bastante especial entre Israel y Rusia que se estableció en los años de la guerra civil siria. Por cierto, estuvieron en bandos opuestos y muy opuestos, pero desarrollaron una comprensión racional de las necesidades estratégicas del otro, y fueron capaces de llegar a acuerdos que allí fueron mutuamente ventajosos, toda expresión de un mundo que es hoy complejo, sobre todo, en el medio oriente.

De partida, no solo nunca hubo enfrentamiento entre ambos países, sino que también hubo una buena relación personal entre Netanyahu y Putin, expresado en frecuentes viajes del israelí a Moscú, incluyendo una invitación nada menos que al Desfile de la Victoria, una muy especial fecha de celebración nacional que viene desde el triunfo soviético sobre los nazis en 1945, en lo que todavía es en Rusia la “gran guerra patriótica”.

En esos años Rusia nada hizo contra los frecuentes ataques militares de Israel a la presencia iraní en Siria y al traspaso de armas a grupos como Hamas y Hezbolá, ya que entonces como ahora, el interés nacional de Israel es evitar que los ayatolas establezcan en Siria una situación similar a la que han logrado con sus proxys en El Líbano, de ataque diario, tal como ahora ocurre.

Una reunión entre el presidente sirio Bashar al-Assad y Vladimir Putin en Moscú (Sputnik/Vladimir Gerdo/Pool via REUTERS)
Una reunión entre el presidente sirio Bashar al-Assad y Vladimir Putin en Moscú (Sputnik/Vladimir Gerdo/Pool via REUTERS)

Expresión de esa estrategia fue el bombardeo a esa reunión donde en Damasco se planificaba con esos grupos y otros similares, un ataque contra Israel. Lo único novedoso es que Teherán haya respondido directamente, a través de sus militares y desde su territorio, y no a través de los grupos que habitualmente atacan en su nombre a Israel desde Gaza, Líbano, Yemen, Irak o Siria.

Quienes personalizan esta relación la presentan como posición de Netanyahu, pero eso no siempre ha sido así, tanto que existe una olvidada gestión donde otro primer ministro. Naftali Bennett viajó el 2022 a Moscú y se reunió por tres horas con Vladimir Putin y después le informó del fracaso a Zelensky. Esa gestión había sido solicitada por Ucrania al segundo día de la invasión, no porque su presidente fuera judío, sino por la relación que existía entre Israel y Rusia.

De hecho, es tan importante este escenario sirio que Israel ha tenido y sigue teniendo una posición cuidadosa sobre la guerra en Ucrania, distinta a la de EE. UU. Es así como Israel ha condenado la invasión, pero no se ha unido a la política de embargo comercial como tampoco de cancelación hacia deportistas o artistas rusos. No solo por la cantidad de israelíes que tienen un origen soviético o ruso (también hay muchos ucranianos), sino por la presencia militar rusa en Siria.

Es así como de las políticas impulsadas por EE. UU. para castigar a Rusia por la invasión, la principal o quizás la única seguida por Israel es el embargo de armas, e Israel se ha cuidado de no hacerlas llegar a Rusia, pero tampoco a Ucrania, a pesar de la molestia de Zelensky que quizás esperaba y así lo ha dicho, los escudos antimisiles.

En este caso se ha caído en el habitual error de personalizar relaciones que obedecen más bien a decisiones de Estado. En otras palabras, los temas estratégicos son normalmente políticas de Estado en Israel, y tanto lo de Siria como lo de Rusia corresponde a políticas oficiales, como también lo es la protección de territorio y habitantes contra misiles, la voluntad para intentar acabar con Hamas y la respuesta al ataque de Irán.

Por lo tanto, es de país a país y surgió como un entendimiento mutuo de la posición y las necesidades del otro, es decir, más propio de la detente de la guerra fría, que de la separación actual total entre EE. UU. y Rusia.

Por cierto, hay un foso que separa a Israel de Rusia, pero aquí se ha tratado de ver el vaso medio lleno y no el medio vacío. Indudablemente Rusia ha actuado con demasiado doble estándar al criticar a Israel en la ONU, sobre todo, por ser el país que invadió Ucrania, bombardeó Chechenia eliminando la amenaza yihadista sin miramiento alguno como también su intervención militar fue decisiva para el triunfo de la dictadura de los Asad en la guerra civil siria.

En el parlamento, la Knesset, al menos hay una agrupación política, Israel Beitenu cuyo líder es Avigdor Lieberman (nacido en Moldavia), partido laico y nacionalista que dice representar a los inmigrantes de habla rusa. Más aún, considerando la presencia de un número que podría llegar a las 900.000 personas (incluye a los de la ex URSS) en Israel y a la continuación de una política de importancia estratégica, no es exagerado afirmar que lo que ha pasado es quizás menos sorpresivo que el apoyo que ha encontrado Israel en Europa después del ataque de Irán, aunque con rapidez parte de Europa ha vuelto a distanciarse, intentando decirle a Israel lo que puede y no puede hacer, sin darse cuenta que los tiempos coloniales ya pasaron, y que su estatus actual es bastante menor en cuanto a relevancia.

El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y el premier israelí Benjamin Netanyahu (Avi Ohayon/GPO/dpa/Archivo)
El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y el premier israelí Benjamin Netanyahu (Avi Ohayon/GPO/dpa/Archivo)

Para Israel lo más importante es contener la agresividad de Irán que lleva demasiado tiempo atacando a Israel a través de los proxys que controla, y a que desde 1979 definió a la desaparición de la “entidad sionista”, es decir, Israel, como un objetivo prioritario de la República Islámica. Para evitar que Siria sea transformada en un nuevo Líbano, Israel ha mantenido, mantiene y seguirá manteniendo una buena relación con Rusia, que ha incluido una relación personal con Putin para los primeros ministros, y que tiene la desventaja en imagen de no sumarse a otros embargos adicionales al de armas, a pesar de las entendibles protestas de Zelensky.

En la posición rusa también hay temas de la coyuntura actual, toda vez que la guerra de Ucrania está pasando por una etapa donde todo indica que hoy es favorable a Moscú, por lo que el Kremlin desea concentrarse en una próxima ofensiva. Una expresión de esta realidad actual es la reciente Cumbre de la “Plataforma Crimea” que acaba de tener lugar en Bulgaria con Ucrania reuniendo a los países ribereños del Mar Negro. A mi juicio, el actual momento bélico se refleja en que la convocatoria del ministro ucraniano de Relaciones Exteriores pide colaboración bélica, pero mencionando solo armamento defensivo, léase municiones y similares, muy distinto a la anterior, que antes de la fracasada contraofensiva pedía armamento también ofensivo como aviones y tanques.

Es en este contexto favorable, que a Rusia poco le conviene una escalada entre Irán e Israel ya que inevitablemente va a repercutir en la situación interna de Siria, por lo que, por la misma razón, es en su propio interés que ese país no sea usado para atacar a Israel. Lo que desea es consolidar la muy importante base naval que tiene allí, la única de aguas calientes y la única fuera de Rusia, y en el mediterráneo nada menos.

De tal modo necesita concentrarse en Ucrania que tampoco se preocupó de defender a su exaliado Armenia en el diferendo que mantiene con Azerbaiyán, desde el quiebre de la URSS. De hecho, Armenia ha perdido el territorio de Nagorno-Karabaj y Rusia no hizo nada para cumplir con el rol de garante al que se había comprometido.

Mas aun, hoy los armenios están acercándose a occidente e Israel ha respaldado con venta de armas a Azerbaiyán, demostrando al igual que el ejemplo de su relación con Rusia, que el mundo y la historia son más complicados que el intento nunca feliz de dividir usando solo dos grupos, los buenos y los malos.

Pero ojo, lo de Irán no fue solo un fracaso militar en un ataque que fue cualquier cosa menos “moderado” o “controlado”, destinado como estaba a causar daño. Aún peor fue su derrota política, considerando el apoyo recibido por Israel de países occidentales que normalmente solo lo critican, el reencuentro como aliados con EE. UU. y, sobre todo, en el apoyo de países árabes como Jordania o Arabia Saudita.

Putin visita al presidente iraní Ebrahim Raisi en Teherán (Sputnik/Sergei Savostyanov/Pool via REUTERS/Archivo)
Putin visita al presidente iraní Ebrahim Raisi en Teherán (Sputnik/Sergei Savostyanov/Pool via REUTERS/Archivo)

También resultó mejor de lo esperado en el caso de Rusia, quien expresó apoyo a Irán, pero solo en palabras, ya que en sus actos ha mostrado más bien una indiferencia que no es propia entre aliados, y menos, con uno que le proporciona armamento que incluye drones que han sido importantes para su invasión de Ucrania. Lo que parece estar demostrando la actitud rusa es que más que una alianza, existe una especie de matrimonio de conveniencia por su parte, ya que no hay que olvidar que Rusia tiene una política oficial de confrontación con el yihadismo, expresado en la manera como eliminó la amenaza chechena de constituir un califato islámico, y en la forma como ayudó a que Assad triunfara contra el Estado Islámico y el wahabismo promovido por grupos respaldados por Arabia Saudita.

Nuevamente, este es un mundo más complejo que la guerra fría, como lo demuestra diariamente el medio oriente, realidad que no es comprendida por quienes no entienden la forma como influye hoy la geopolítica a la globalización y que prefieren opinar con poco conocimiento de esa realidad, lo que incluye no solo a las redes sociales, sino también a analistas, periodistas, y políticos a través del mundo.

Putin siempre ha argumentado que existe una negociación pendiente desde la desaparición de la ex URSS y como sucesora, Rusia debiera participar para definir definitivamente las fronteras de los países que surgieron del fin de ese imperio. Sin embargo, la invasión echó a perder toda posibilidad de dialogo en el futuro cercano para ese propósito, ya que violentó el derecho internacional en una forma no distinta a lo que hiciera Saddam al invadir Kuwait, asegurando que se trataba de la provincia 27 del Irak histórico. Además, Putin desea que sea en exclusiva de él con EE. UU.

Es indudable que el mundo es hoy más complejo con China disputando el sitial de la superpotencia del siglo XXI, y en ese sentido, Rusia ha llegado como un socio menor del gigante oriental y ha sido recibida con agrado, en una alianza que nunca había existido en una historia de relaciones más bien competitivas, hasta ahora.

Es este nuevo escenario el que ha recibido al rearme alemán en Europa y el japonés en Asia como elementos novedosos. Es en este contexto, que una alianza entre Rusia e Irán parece una relación de conveniencia, pero no un elemento que sea seguro que se prolongue en el futuro, sobre todo, por el hecho que Putin parece tener un estilo más cercano a los zares que a Brezhnev, más a la Gran Rusia que a la URSS, a la que siempre critica como anticomunista que es. La suya es una revolución conservadora, por su alianza con la Iglesia Ortodoxa y la identidad cristiana, la defensa de valores tradicionales, la oposición a la ideología de género, y a toda agenda que quiera imponerse sobre las soberanías nacionales, sea la globalización o la revolución islámica.

Por ello, en algún momento va a haber un distanciamiento de la yihad universal que predica Irán desde 1979, por mucho que para Teherán sea una lucha total contra occidente, lo que incluye a Estados Unidos como el “gran Satán” y a Israel como el “pequeño”.

El mundo se hace cada vez más complejo con relación a la ubicación más fácil que permitió, a favor y en contra, la Guerra Fría, y de continuar la división interna de EE. UU., quizás aparezca una presión occidental para forzar sobre Ucrania una negociación con Rusia. De ser así puede haber un reacomodo de alianzas, tal como podría ocurrir en el medio oriente post Gaza, tanto con una renovada presión para crear el Estado Palestino como un frente común entre Israel y los países árabes sunitas contra Irán, su enemigo común, todo dependiente de la forma como Israel salga o no victorioso de Gaza y de su confrontación con la república islámica, ya que con el ataque de Teherán a Israel, la primera está mutando de ser otra guerra más entre Israel y los palestinos, a un conflicto diferente, como el primer enfrentamiento entre la yihad encabezada por Irán y sus adversarios, incluyendo quienes todavía no lo ven así, como es el caso del occidente encabezado por EE. UU. y Europa.

El tercer reacomodo sería el conflicto entre China y EE. UU. por la supremacía geopolítica del siglo XXI, cuyo desencadenante podría ser la situación de la isla de Taiwán.

En todo caso, lo que nos depara el futuro, incluyendo las alianzas que se hagan y deshagan, puede presentarse, no a partir de las sorpresas del medio oriente, sino de si es o no verdad la aparición de un escenario donde se presione a Ucrania para aceptar perdida territorial.

Y para ello, la actual actitud de algunos países occidentales hacia Israel, tanto Hamas en Gaza como con Irán es ilustrativo del tipo de presiones que puede enfrentar Ucrania, en un contexto donde no tiene las ventajas militares y de producción armamentista, ni la autonomía bélica y política que parece haber ganado para si Israel con su desempeño militar.

@israelzipper

PhD en Ciencia Política (Essex), Licenciado en Derecho (Barcelona), Abogado (U. de Chile), expresidente de la Comisión de FF.AA. de la International Political Science Association.