La educación sí importa

Qué escenarios debemos generar con diligencia para alcanzar un cambio radical que devuelva a la Argentina en el top ten mundial a nivel educativo

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El país debe unirse para darle al saber y a la educación el lugar que tienen que ocupar
El país debe unirse para darle al saber y a la educación el lugar que tienen que ocupar

Una expresión recurrente de nuestro lenguaje es que el saber no ocupa lugar. Pero como el lenguaje es generativo y denota una acción, debemos crear un nuevo lenguaje que comunique que es vital que el saber debe ocupar el lugar.

No un lugar, porque podríamos caer en la desvalorización de la educación si creemos que existen urgencias que se antepongan. Ya lo expresó Nelson Mandela: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Pero la antítesis de esta verdad son las palabras bíblicas del Antiguo Testamento, como una expresión de alerta: “Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento o sin dirección sabia el pueblo caerá”. Es decir, que, si no le damos a la educación el lugar, esa inacción traerá consecuencias.

Un baño de realidad muestra que nuestro país se encuentra en el puesto 30 a nivel mundial en modalidad secundario según UNESCO y en el puesto 59 en calidad educativa de acuerdo con las pruebas PISA. Con estos datos, Argentina tiene serios inconvenientes para clasificar al próximo mundial de educación.

Pero si miramos con esperanza los próximos años, con un lenguaje positivo acerca de la educación next, es decir lo que viene, debemos generar con diligencia los siguientes escenarios que preparen un cambio radical que posicione a la Argentina en el top ten que alguna vez supimos alcanzar:

  • La Educación como una política de Estado: necesitamos en materia educativa un proyecto sustentable en el tiempo, que trascienda a los gobiernos o circunstancias, el cual requiere de la contribución de una mesa federal y de notables en la materia. Bien dijo Albert Einstein: “Aquellos que tienen el privilegio de saber, tienen la obligación de actuar”. En conclusión, solo actuemos si queremos resultados.
  • La Educación debe estar integrada con otras políticas: existen políticas educativas que debieran aplicarse con el peso específico que estas requieren, como por ejemplo la ley de prevención de las adicciones para las escuelas, con escaso alcance federal en su ejecución. Pero también es esencial que el saber esté acompañado de la experiencia, la ética y las buenas costumbres que debe transferir el docente, como olvidar en mi época de estudiante de secundaria de una escuela técnica los consejos del maestro de taller mecánico, que antes de poner nuestras manos en el banco de trabajo nos hablaba de los valores que debía encarnar a los egresados de la educación técnica.
  • La Educación debe ser promovida como el valor que agrega valor a cada ser humano que la abrace: la mejor herencia que los hijos pueden recibir de sus padres es el valor del saber, porque cuando instruimos a ellos en su camino, respetando quiénes son y qué pueden llegar a ser, estos no olvidarán lo aprendido, sino que serán un ejemplo para la siguiente generación.

La síntesis de todo lo expuesto está contenida en el proverbio (Proverbios 9: 11 y 12, La Biblia) que reza: “La sabiduría multiplica tus días y dará más años a tu vida. Si te haces sabio serás tu quien se beneficie. Si desprecias la sabiduría, serás tú quien sufra”.

Si despreciamos la educación, atravesaremos un sufrimiento innecesario; pero si la adoptamos el beneficio, se traducirá en oportunidades para los más débiles, abrirá las puertas de la innovación para un crecimiento continuo, nos proporcionará un pueblo más pensante a la hora de tomar decisiones correctas, una disminución de la pobreza y un aumento en la calidad de vida, ya que permite un mayor disfrute del mundo que nos rodea pero a la vez permite ser objetivo frente a la realidad que se atraviesa, para modificarla sobre la base del bien común.

Unámonos sin distinción para darle al saber y a la educación el lugar que tienen que ocupar.