Cómo un asistente virtual me enseñó a apreciar el trabajo 'innecesario'

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(Critic's Notebook)

Hace poco descargué un asistente virtual que prometía aliviar las cargas de la paternidad moderna. La aplicación se llama Yohana y me ofrecía realizar muchas tareas. Me sugirió contratar a un profesional para que me lavara las ventanas, programar una clase con un "entrenador deportivo privado" u organizar una fiesta "elegante y sustentable" del Día de la Tierra con decoración, recetas, actividades y recuerdos, nada de lo cual me interesaba. Por último, se ofreció a preparar un "menú gurmé" para la Pascua judía.

Bueno, sí. Ya tenía pensado asistir al séder de un amigo y, al menos, ese pendiente no implicaba que Yohana me echara encima a un experto o me obligara a organizar un evento elaborado. Así que acepté la idea de la Pascua. Yohana asignó la tarea a una asistente anónima, identificada solo por su nombre de pila. Al día siguiente, me envió una confusa lista de opciones de menú que incluía una receta de miniquiches de jamón, una elección provocadora.

Yohana es una de las cada vez más numerosas aplicaciones de asistencia virtual que combinan inteligencia artificial y trabajo humano para ayudar a los padres a gestionar su vida familiar. Por 129 dólares al mes, Yohana promete "liberarte de tareas que te roban la alegría, mejorar el bienestar de tu familia y encontrar más espacio en tu agenda". Ohai (26,99 dólares al mes), un "asistente doméstico de IA" basado en texto, quiere "aligerar la carga mental de los jefes del hogar", y Milo (40 dólares al mes, con lista de espera), un "copiloto de IA", espera aliviar "cualquier tipo de caos familiar".

Estas aplicaciones están diseñadas como simpáticos ayudantes, y sus nombres --Yohana, Ohai, Milo-- parecen salidos de una guardería de Brooklyn. Aunque están pensadas para "padres ocupados", implícitamente se dirigen a madres trabajadoras acomodadas que tienen dificultades para gestionar las tareas domésticas además del trabajo y el cuidado de los niños, y a las que incluso se podría convencer de que gasten algo de dinero extra (aunque no demasiado) para hacer desaparecer esos pendientes. Sin embargo, cuando probé Yohana, descubrí que yo no quería hacer las cosas que ella puede gestionar, y que ella no puede gestionar las cosas que yo quiero hacer. Me hizo empezar a creer que el trabajo que podría delegar a una máquina en realidad es más humano y valioso de lo que pensaba.

Las madres llevan mucho tiempo fantaseando con la idea de que los robots aliviarán la pesadez de las tareas domésticas. En el primer episodio de la comedia animada "Los Supersónicos", de 1962, Ultra Sónico se cansa de pulsar todos los botones que automáticamente cocinan y limpian por ella, así que compra a Robotina, la ayudante robot, para que se encargue de su casa inteligente. En 1965, General Electric instó a las amas de casa a "dejar que el lavaplatos Mobile Maid proporcione un tiempo inestimable para las tareas de esposa y madre que realmente cuentan".

No obstante, la automatización no ha logrado eliminar las cargas de esos "trabajos de esposa y madre". En una cultura que promueve la competencia despiadada y la maternidad intensiva, las tareas de una madre (las que "realmente cuentan") son susceptibles a extenderse sin fin.

En sus textos publicitarios, estas aplicaciones hablan de ayudar con cargas: "cargas mentales", "cargas invisibles". Insinúan que el reto central de la paternidad es burocrático. Las familias deben ser "amor, no logística", asegura Milo.

Pero en un intento por desterrar la burocracia, estos servicios añaden capa sobre capa. Nos sugieren contratar más ayudantes, programar más actividades, planear más eventos. (¿Una fiesta del Día de la Tierra con decoración reciclable?, no lo creo. ¿Entrenamiento deportivo privado? ¡Jamás!) Cuando me inscribí en Ohai, me enviaba un mensaje de texto cada mañana preguntándome si podía añadir un entrenamiento a mi programa.

No necesito ayuda para programar más cosas que hacer; necesito hacer menos. A menudo, estos servicios sugieren a los usuarios que inviertan dinero en ese problema (lo cual no es muy útil si uno de tus problemas es que no tienes suficiente dinero). Las aplicaciones transforman a los padres trabajadores en consumidores, convirtiendo nuestras listas de pendientes en listas de compras. Alguien sigue llevando a cabo esas tareas que nos "roban alegría", y quizá se trate del trabajador de un centro de llamadas o uno de los muchos trabajadores invisibles que dan la apariencia de que la inteligencia artificial funciona de manera automática.

El límite entre lo humano y lo artificial es borroso; Yohana hace énfasis en que emplea "humanos (y no chatbots de IA) que pueden hacer el trabajo difícil", aunque de acuerdo con Forbes, esos humanos están usando IA generativa que los ayuda a ellos con nuestras actividades. Cuando esos servicios se presentan como "abejitas trabajadoras", "ayudantes secretos" o "hadas madrinas", recurren a iconografía fantasiosa para ocultar la realidad más oscura de procesar tu "trabajo difícil" mediante una fuerza laboral anonimizada.

El trabajo que estos servicios esperan erradicar (o al menos ocultar) se feminiza. Es "trabajo de mujeres" y, en efecto, la mayoría de los ayudantes de Yohana tenían nombres de mujer. Una de las cosas más útiles que puede hacer un asistente virtual es asignar cargas de trabajo de manera más equitativa entre los miembros de una familia, una tarea denominada comúnmente como "nagging", que en inglés se usa para describir a una persona que persigue a otra pidiéndole hacer algo, como lo hacen las madres con sus hijos.

El año pasado, Meghan Verena Joyce, directora ejecutiva de otro servicio de delegación de tareas, Duckbill, sostenía que "con sus capacidades de eficiencia y personalización", la inteligencia artificial "podría desempeñar un papel crucial en el alivio de las cargas sociales y económicas que afectan de manera desproporcionada a las mujeres".

En una ilustración del sitio web de Yohana, una usuaria típica es una mujer con gafas que lleva a un bebé en un rebozo, detiene un pedazo de papel de regalo con un pie, balancea un plato de comida para perros sobre la pierna levantada, remueve una olla con la mano y teclea en una computadora con la otra. Se parece a Robotina de los Supersónicos, con cada extremidad mecánica que funciona de manera autónoma para trabajar con más eficiencia. Estamos familiarizados con los ayudantes de inteligencia artificial, como Siri de Apple, que siguen el modelo de los estereotipos femeninos, pero aquí parece que ocurre lo contrario: una madre ha sido transformada en un ser robótico; su trabajo se considera rutinario y fácil de subcontratar.

En las pocas semanas que pasé como jefe de un asistente virtual, me di cuenta de que gran parte del trabajo que reclaman las aplicaciones en realidad es bastante personal, a menudo gratificante y, a veces, transformador.

Por ejemplo, cuando le pregunté a Yohana dónde podía hacer compras en mi localidad para la fiesta de cumpleaños de un niño, me escupió enlaces a juguetes de Amazon. Y cuando le pregunté si podía encontrar un servicio de limpieza de una cooperativa de trabajadores (hay muchas en Nueva York), no lo hizo, sino que me remitió al perfil de una aplicación, Quicklyn, alojada en otra aplicación, Thumbtack. Una aplicación puede sugerir una oportunidad de voluntariado que acepte niños, pero no puede hacer lo que hizo mi vecina, es decir, añadirme al grupo de WhatsApp que organiza ayuda mutua para el refugio de inmigrantes cercano. Puede dirigirme a una base de datos nacional de cuidadores registrados, pero no a la niñera adolescente que vive tres departamentos arriba.

Cuando alerté a mis asistentes de Yohana de algunos de estos problemas --el jamón de Pascua, los enlaces de Amazon--, los arreglaron diligentemente, aunque es difícil imaginar un uso peor de mi tiempo que corregir al extraño que había contratado para que me arreglara la vida a través de mi teléfono. Si bien estos servicios son capaces de conectar a los usuarios con experiencias mediadas por empresas, ningún aprendizaje automático puede simular los vínculos vecinales. El "trabajo pesado" puede ser fundamental para construir una comunidad, pero solo si lo haces tú mismo.

Una nueva categoría de aplicaciones promete liberar a los padres del trabajo pesado, con la ayuda de la inteligencia artificial, pero el trabajo duro de una familia es más humano y valioso de lo que parece. (Cari Vander Yacht/The New York Times)