Alejandro Lerner: “Nos falta un buen terapeuta nacional para poder arreglar el quilombo interno que tenemos”

En una charla íntima con Teleshow, el cantante repasó sus cuatro décadas con la música, adelantó cómo será su show celebratorio y se refirió a la realidad actual

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Alejandro Lerner: "A este país, con decencia, no lo para nadie"

Alejandro Lerner llega a la entrevista con Teleshow y advierte que anda con la emoción fácil. Está celebrando cuatro décadas con la música y lo vive a flor de piel, con esa sensibilidad que lo distingue y con la que compuso algunas de las canciones más representativas del cancionero popular argentino que forman parte de la banda de sonido de nuestras vidas.

Pero mientras prepara el concierto celebratorio del 13 de noviembre en el Movistar Arena, lejos está de quedarse en el ejercicio puramente nostálgico. Hay una mirada constante hacia los costados y hacia adelante, y se apasiona con esta nueva forma de entender la industria, tan diferente a la de sus inicios. Y con los talentos de hoy, con quienes prefiere dialogar antes que mirar de reojo con envidia o desconfianza. En parte, quizás, porque no le gusta lo que le hicieron a él, y prefiere rescatar la generosidad de una Mercedes Sosa o un Armando Manzanero que adoptar la mirada distante de cierto prejuicio rockero.

Ciudadano del mundo, compositor consagrado, elige apostar por el país que le duele lo suficiente como para no resignarse a dar pelea. Y a pesar de las crisis que se repiten, como los errores, y de su descontento con la clase política, no pierde la esperanza: “Con decencia, con voluntad de trabajo y con reconstruir un poquito nuestros valores esenciales, a este país no lo para nadie”, asegura.

—¿Qué te dio la música?

—Uy, la música me dio todo. Me dio identidad. Me enseñó a documentar momentos a través de las canciones. Me dio un lenguaje de expresión infinito y de emoción y la posibilidad de compartir ese lenguaje con los mejores artistas del mundo.

—¿Y vos qué le diste?

—Yo a la música le debo. Le debo agradecimiento y respeto, porque elegí algo que es muy divertido. Es más lo que devuelvo que lo que doy

—¿Siempre supiste que ibas a poder vivir de la música?

—Sí, creo que había una decisión interna de ser distinto a lo que era mi familia que eran terapeutas, psicoanalistas, médicos. Algo en mi destino interno decía que tenía que elegir otra cosa, y cuando llegó el piano me di cuenta que era por ahí. Y al poco tiempo, el piano dejó de estar en el hall y lo llevaron a mi habitación.

—En algún momento ese destino también marcaba que ibas a escribir las canciones más lindas del mundo. Y alguna vez me dijiste que te gusta escucharlas en otras voces

—Es un hijo que es aplaudido en otros lados. que es adoptado por otros espíritus como el de Mercedes Sosa. ¿Vos te imaginas estar tocando el piano para la Negra? ¿O para Sandra Mihanovich? ¿O a Armando Manzanero venerando una canción mía? Es más que lo que cualquier humano puede soñar.

—¿Cómo estás en este momento de la industria, tan distinto al de tus comienzos?

—Yo atravesé los formatos de la industria desde el vinilo y el casete. Después vino el CD, el Blu-Ray. Se empezó a ir el CD. Se empezaron a ir las disquerías. Y a las compañías discográficas les tardó como una década adaptarse a que hoy el formato son las redes y cómo hacer de eso también una industria. Es muy interesante cómo se dio la evolución. Lo que ha crecido la tecnología de la imagen, que hoy ya estamos hablando de 8K, pero el sonido no evolucionó. Sí se hizo más cómodo, porque en el teléfono puedo tener 4.000 canciones, pero no escuchamos mejor que antes.

—Por un lado, hay una democratización de los contenidos, que permite que tu arte llegue a mucha gente sin pasar por las compañías. Pero cuando hablo con chicos de las nuevas generaciones, siento que tienen una presión por sacar un tema a cada rato y por ser número uno, que debe ser enloquecedora

—La valoración se ha vuelto muy numeral. En otra época la valoración era mucho más artística. En Los Beatles coincidían las dos cosas, tenían unos números increíbles, pero adoptaron una actitud artística, revolucionaria, donde rompían sus propias estructuras todo el tiempo. Hoy los chicos cuentan con el elemento de las redes, en una competencia en ese océano donde salen 100.000 canciones por día y donde sos un pececito. ¿Cuánto te dura tu viaje por ese océano? Yo estoy cumpliendo cuatro décadas, no puedo estar más que agradecido de estar llenando un estadio grande como el Movistar Arena, con público de todas las generaciones y con invitados como Rusherking, MIA y L-Gante.

—Supiste adaptarte a los distintos momentos, reversionarte cuando hizo falta

—Me encanta. El tema con Mau y Ricky, por ejemplo, me parece una versión espectacular de una canción tan icónica como “No hace falta” que tiene 40 años. Y ellos lo eligieron, como nos elegimos con Rusher. Él es de Santiago del Estero como mis abuelos y tiene un corazón que me encanta. Creo que hay un magnetismo que acerca y aleja a las personas más allá de los negocios. Y si no hay onda, la gente se da cuenta que es forzado.

—Al mismo tiempo tenés una base importante en Los Ángeles

—Eso me permitió acercarme a figuras que solamente las tenía en figuritas como Carole King, como Carlos Santana, Gino Vannelli que para mi generación era lo que llamo non plus ultra, no había nada mejor en cuanto a arreglos, voces.

Entrevista a Alejandro Lerner: "La música me dio todo"

—¿Sentís que la generación de la vuelta de la democracia, trajo una fuerza musical que después no se volvió a repetir en la historia argentina? ¿Ves algo parecido en la necesidad de decir que tienen los chicos de hoy?

—Somos producto de nuestra realidad histórica ¿no? Por supuesto que los que venimos de haber crecido en épocas de democracia después de gobiernos militares, persecuciones, cuando si eras rockero te cortaban el pelo o te metían preso por averiguación de antecedentes. Somos un producto cultural de esa coyuntura histórica. Pero nada es mejor o peor, porque después de la democracia aparecieron Cerati, Fito y un montón de gente… La primera década de los 2000 fue bastante superficial, no apareció un movimiento musical o estético que wow. Pero ahora, que acabamos de pasar una pandemia, no caben dudas que va a generar expresiones culturales que todavía no están terminando de ser claras.

—¿Cómo ves lo que está pasando?

—Estos chicos están unidos, tienen una fuerza increíble y tienen un acceso y un desarrollo que a nosotros nos ha costado décadas entenderlo. Ellos ya son globales, son virales, lo tienen en su ADN. Como también quizás deben tener que integrar la incertidumbre de no saber cuánto dura. Hay una generación que está haciendo punta y que tiene muchos valores que quizás gente de mi generación no tiene la flexibilidad para masticarlo.

—Hay un esquema de colaboraciones muy interesante .

—Son tribu. Nosotros no éramos tribu en el rock. Al contrario, si yo era un poco más melódico me daban con un caño. Después me integraban, a la larga o a la corta.

—¿Te pegaron por ser más melódico?

—A todos nos pegaban, porque había una violencia incorporada que había que descargarla.

—Igual vos has sido generoso, vos le prestabas el piano a Calamaro

—Yo siempre fui abierto, porque es lo que aprendí en mucha gente que me dio una mano. Cuando no había laburo, les conseguía a mis amigos para tocar en hoteles o en cabarets. Y cuando me llamó Miguel Abuelo para sumarme a Los Abuelos, yo ya estaba formando La Magia, y sentía que tenía que empezar mi propia carrera. Entonces le di el teléfono de Andresito, como le decía yo.

—Hasta no hace mucho escuchaba acá charlando con artistas la discusión sobre qué es rock y qué no. Como si pertenecer al universo rock te diferenciara en algo.

—En el rock también se pelean. Si Soda es rock, si el Indio Solari es rock. Y se odian. La Negra Sosa para mí fue como una tía, me invitaba a comer empanadas a la casa, me preguntaba si estaba de novio. Después conocí a Armando, y fueron dos de los más rockeros que vi en mi vida. Abiertos, respetuosos, integradores. Como era el verdadero rock, el de los 60 y de los 70, que era integración.

—Tiene más que ver con una actitud que con un sonido

—Pero desde ya. Yo he grabado en La Biblia de Vox Dei. He grabado discos con Pappo´s Blues. He grabado y hecho gira con Carlos Santana. Qué le importa si soy rock o no soy rock, quién me quita lo bailado, ¿no?

—Y escribiste canciones como “Todo a pulmón”, que es una Biblia que hemos aplicado a distintas situaciones de la Argentina y en realidad tenía que ver con tu historia

—El creador siempre escribe desde su historia y a veces tiene la suerte de que se haga universal. Y eso pasó con “Todo a pulmón”, que Miguel Ríos la convirtió en una de las poesías más influyentes de habla hispana. La compuse en un departamento que me habían prestado, con mi primer piano, y era como una confesión: “Qué difícil se me hace mantenerme en este viaje sin saber a dónde voy en realidad”. Después se aplicó a mi carrera, la gente veía que realmente la hacía a pulmón. Y siempre me pregunté cuántas posibilidades hay de que un tema que diga “pulmón” sea un éxito mundial. Las canciones hablan de la boca, los ojos, las manos, el corazón. Pero de pulmón es muy difícil.

Alejandro Lerner: "Nosotros en el rock no éramos tribu, hoy los chicos están más unidos y tienen una fuerza increíble"

—Y se volvió un himno y la necesitamos. No es que nos gusta solamente

—Sí. Y sobre todo para nuestra argentinidad. “Volver a empezar” y “Todo a pulmón” son dos canciones que nos representan lamentablemente por siempre porque somos un país como el perro que se muerde la cola. No estamos encontrando la vía para empezar a sentir un crecimiento claro, una vida cotidiana un poquito más fácil para todo el pueblo. Somos uno de los países que tiene la reserva más rica del mundo, pero no estamos encontrando una dirigencia que represente ese capital. Y es increíble la paciencia que tenemos.

—Hay gente que la está pasando tan pero tan mal. Es muy difícil...

—Creo que ahí hay valores básicos que son los que habría que reconstruir y empezar a disolver los que han quedado de esta idiosincrasia que tenemos como el egoísmo, que es uno de los peores sentimientos que nos caracterizan. Nos falta gente que sea generosa, sacrificada, honesta, decente. Un poquito de decencia. A este país con decencia no lo para nadie. Y no te hablo ni de peronismo, que para mí son nombres. A veces comparo los partidos políticos con los grupos tributo, que cantan las mismas canciones, pero no suenan como sonaba el original. Y tampoco creo mucho en las ideologías, creo más en las metodologías, en que si hay gente decente y capaz van a encontrar la metodología para llevar este país adelante. El centro, la derecha, la izquierda, son modas que tuvieron en algún momento gente que las podía representar y ahora tienen que ahogarse en sus propias ambiciones y en sus propias contradicciones.

—Y nosotros como sociedad presos de eso y con un enojo entre nosotros cada vez mayor. Hay un nivel de violencia en la calle muy terrible

—Sí. Una cosa que veo es que cuando hablamos del país decimos “este país”. Como que siempre la culpa la tiene el otro. No es “nuestro país”, no somos parte del problema. Creo que nos falta un buen terapeuta nacional para poder arreglar el quilombo interno que tenemos como nación.

—Me acuerdo de algo que me dijiste cuando charlamos en tu estudio antes de la pandemia: “Vivimos en crisis. Nos gusta salir de una crisis y hacemos todo para meternos en otra”. El perro que se muerde la cola

—Sí. Lo más trágico es que no solamente salimos de una crisis y nos metemos en otra, sino que cada vez que entramos en crisis nos sorprendemos de la inflación, del valor del dólar, del índice de pobreza. Cada vez que hablan del índice de pobreza como un número yo lo vivo como que cada vez hay más deshumanización de la realidad. La Argentina es mi país y yo tengo las puertas del mundo abiertas gracias a Dios porque eso me ha dado mucha educación. Ver otras realidades me ha ayudado a comparar lo que me gusta y lo que no me gusta. Un país es un lugar en el tiempo, y comparado con Latinoamérica, la Argentina ha bajado su ritmo de progreso muchísimo y otros países están adelantándose. Con complicaciones, con problemas, pero vislumbran un camino de crecimiento. Nosotros estamos muy enojados, pero no nos hacemos cargo de quién tiene la culpa. El día que nos demos cuenta que la culpa la tenemos entre todos vamos a poder reconocer que el problema también lo vamos a poder arreglar entre todos.

—Ojalá, porque necesitamos un poco de alivio para nuestros hijos. ¿Para vos por dónde pasa hoy la felicidad?

—La felicidad pasa por la capacidad de reconocer cuando uno es feliz. Puede ser un gol de Boca, cuando tu hijo te pega un abrazo, cuando ves a la mujer que amás y que vive al lado tuyo. Cuando la gente te aplaude. Cuando cobrás una guita que te merecés. Cuando valorás a un amigo.

—¿Lográs identificar y conectar con esos momentos chiquitos? Porque estamos también tan invadidos con información todo el tiempo y con pensar para adelante que a veces es difícil el aquí y ahora

—Hace muchos años escribí una canción que se llamaba “Tengo ganas de estar bien”. Y la verdad que tengo ganas de estar bien. A veces estoy mal. A veces llueve, y qué vas a hacer. Nos pasa a todos. A veces tenemos viento en contra. A veces tenemos milagros. Pero creo que con la edad, y después de haber perdido mucha gente también, aprendí a apreciar. Y apreciar es un instante.

Mirá la entrevista completa:

Alejandro Lerner con Tatiana Schapiro

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