Crítica de "Acusada", la película protagonizada por Lali Espósito que se estrena hoy en los cines

Con extraordinarias actuaciones y una historia demasiado básica, el filme narra la historia de a una adolescente acusada de matar a su mejor amiga

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Apenas arranca la película, una leyenda anuncia que todos los personajes y la acción no se basan en ningún hecho real, que todo lo que sucederá a continuación es ficción. Entendible aclaración, la historia de Acusada remite indefectiblemente al caso de Lucila Frend y Solange Grabenheimer, un hecho policial que ocupó largas horas de debates televisivos y páginas de policiales en los periódicos.

Al igual que en ese crimen de la vida real, en el filme, las protagonistas son dos amigas, una de ellas es señalada por el asesinato de la otra. Otra coincidencia, ambas provienen de una familia de clase media acomodada. No serán las únicas similitudes…

Lali Espósito se pone en la piel de Dolores, la acusada del título, una joven "presa" entre las cuatro paredes de su casa, a la espera de un veredicto. Su interpretación, cargada de silencios y miradas vacías, logra transmitir desazón, la incomodidad que parece sentir por momentos la ayuda a darle más sordidez a su personaje. A través de su visión asistimos al hundimiento de una familia que hará todo por defender a una de sus crías.

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Si Lali logra transformarse y su performance resulta creíble, un párrafo aparente merece la composición de Leo Sbaraglia, como su padre. Una transformación magistral que conmueve y logra empatizar. El resto del elenco también cumple con creces.

El filme de Gonzalo Tobal, que fue la única producción argentina nominada para competir por el León de Oro en el festival de Venecia, es sin dudas un drama que se aleja del thriller y el policial clásico. Aquí no importa tanto quién es el asesino, sino cómo se afecta la vida de los involucrados en el crimen. Una decisión argumental que deriva en un guión chato, sin sorpresas y carente de intriga.

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Las escenas de juicio poco aportan a la trama y solo sirven para el lucimiento de Gerardo Romano como un fiscal implacable cargado de ironía. Ni siquiera las secuencias que se desarrollan entre los adolescentes lucen reales, son más bien artificiosas y apáticas.

Si más allá de la historia básica, se buscaba una alegoría sobre la libertad (algo que puede intuirse en el final abierto, polémico y anticlimático) el veredicto no parece favorable.

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