El Gobierno no acierta, la oposición mucho menos

Me dolió ver las dantescas imágenes en el Congreso y sus alrededores. Salir de nuestra decadencia parece un objetivo cada vez más lejano

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Si uno se siente oficialista, había quórum. Si uno se imagina opositor, no llegaron al número. Fue vandálica la protesta o fue exagerada la represión. Dado que vivimos y dividimos la misma realidad, describirla implica negar una parte, cercana a la mitad que es la que no nos gusta.

Algo es claro: esta reforma previsional tenía de malo, más allá de los tecnicismos, que desnudaba el destino de la sociedad. Los Kirchner multiplicaron las jubilaciones y los cargos públicos, generaron miseria y Cambiemos no puede salir de aquel esquema, sólo intenta mitigarlo. 

El Gobierno pasa de la euforia al miedo; la oposición -la fanática- vive sensaciones parecidas. Quedan las piedras y los vidrios rotos, como los restos y la resaca de una fiesta desmesurada y la consciencia del sinsentido. Algunos festejaban el fracaso, como si cada uno de esos escalones que bajamos no formara parte de la escalera colectiva.

La política es un arte y como todas las artes, el talento las vuelve geniales pero los aficionados suelen convertirlas en patéticas. El Gobierno, a veces, pareciera que trabaja para Cristina y sus leales que pocos quedaron pero gritan fuerte: la manifestación queriendo tener más peso que los votos, tratando de ocupar en la calle el lugar que no alcanzaron en las urnas. Se sienten de izquierda, solo extrañan el poder, el gobierno, no la justicia social, ésa que está más allá del subsidio.

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Doce años de atraso y ganó la derecha, pero en realidad ni tan derecha es el Gobierno ni tan de izquierda era Cristina. Consignas -casi todas vacías- acompañando la decadencia de una sociedad que multiplica sus pobres a la par de su deuda. Alguien me dijo que sólo se discutía el cinco por ciento de los intereses que se llevan las Lebac. Me quedó la imagen de los jóvenes enamorados de la timba que les piden unos pesos a los abuelos para seguir jugando.

El Gobierno no acierta, la oposición (que casi no existe) mucho menos. Al menos por ahora, no hay una propuesta, una idea de hacia dónde ir; sólo hay quejas, críticas al que gobierna del que tampoco supo qué hacer cuando le tocó el turno. Esa idea absurda que imagina el orden como conservador y el caos como revolucionario, no se le ocurrió a nadie, mucho menos a los que soñaban con la revolución. Esos que reprimieron como nadie en Cuba o en Venezuela ahora pareciera que nos quieren llevar donde dicen que no les gusta estar. Se sienten perseguidos, ellos, los que se cansaron de perseguir y como siempre, son democráticos como oposición y autoritarios cuando gobiernan. Los jueces que ayer manejaron, hoy les resultan nefastos, una maravilla.

Uno es democrático cuando actúa de la misma manera en el poder que en la oposición; de lo contrario, es sólo oportunista. Se necesita una oposición, para eso es imprescindible superar a los seguidores de Cristina. No se trata de "la unidad del peronismo", se trata de la unidad de las fuerzas democráticas contra las que no lo son. Y luego, en ese contexto, se puede gestar la oposición.

Momento de dolorosa reflexión, la cuestionada reforma y la reacción sacaron lo peor de nosotros, nos devolvieron una radiografía que no queríamos ver. Todavía no fuimos capaces de construir una sociedad de adversarios. Falta y mucho, hace pocas horas pudimos comprobarlo, fue una foto de nuestra raquítica imagen en uno de sus peores momentos. Duele, pero negarlo sería peor.