Política exterior: el culto a la prudencia puede fortalecer nuestra posición internacional

Las posiciones extremas de los gobiernos de cara al mundo se originan en la fortaleza o en la excesiva debilidad. Para lograr el punto de equilibrio hay que partir de un cuadro preciso de los equilibrios de fuerza

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El presidente Javier Milei junto a la ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino (imagen de archivo: EFE/Matías Campaya)
El presidente Javier Milei junto a la ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino (imagen de archivo: EFE/Matías Campaya)

La reciente elección en Rusia en la que Vladimir Putin obtuvo una victoria con el 88% de los votos da para reflexionar. Siendo Rusia una potencia mundial y en guerra con Ucrania, el resultado electoral buscado no es más que una necesaria convalidación política de su gobierno tanto en lo interno como en lo externo. Por ello eliminó todo tipo de oposición que pretendía enfrentarlo. Es significativo que, votando de este modo, la “democracia unipersonal” rusa también es insostenible por la orfandad institucional existente al momento de ejercer el derecho de votar. En este caso también es ilegítima.

Próximamente habrá elecciones en Venezuela, donde Maduro será también el único candidato; no habrá opositores a un régimen que, según el informe Bachelet, tiene en su haber 5000 muertos.

Antes de fin de año, habrá elecciones en los Estados Unidos. Allí los rivales serán nuevamente Joe Biden y Donald Trump. El mundo estará pendiente de estos comicios, por lo ocurrido cuando Trump fue derrotado en la última elección presidencial y desconoció la derrota. Es conocida la simpatía del candidato republicano por Putin. Sus declaraciones sobre la defensa de Unión Europea en caso de un ataque ruso tuvieron fuerte repercusión entre los máximos líderes de aquel continente. Emmanuel Macron respondió. Fue claro y preciso en cuanto al potencial nuclear de Francia ante las amenazas de Putin. Asimismo Finlandia, Estonia y Polonia expresaron sus prevenciones y preocupaciones a sus pares europeos. Los países de la OTAN han aumentado sus presupuestos de defensa en un 11 por ciento. La intención es que todos los países de la Unión aporten el 2% del PIB combinado como mínimo.

Frente a este escenario, China mantiene su distancia sin renegar de su alianza con Rusia. Propuso como objetivo la solución pacífica en Ucrania. Todo ello en función de su liderazgo global como potencia comercial y tecnológica. La Ruta de la Seda en un escenario de conflictos limita a China en su expansión global. La guerra en el Centro de Europa y en Medio Oriente inclina la balanza hacia nuevos autoritarismos de distinto signo.

Siendo la guerra la continuación de la política por medios violentos, es consecuente que la política se militarice. En este contexto las democracias liberales sufren todo tipo de cuestionamientos. La inestabilidad y fragmentación internacional abre caminos a las apetencias totalitarias. Uno de los primeros síntomas que se manifiestan son los límites a la libertad de expresión. Los cuestionamientos al poder judicial. A partir de allí, persecución a los opositores: Navalny en Moscú, con su prisión y muerte, o Corina Machado en Venezuela, con su proscripción en las próximas elecciones.

También para el asombro de muchos en El Salvador Bukele sorprende con sus aciertos y excesos que se le reprochan en el ejercicio del poder.

En este escenario la política exterior argentina ha definido a través del presidente Javier Milei sus ejes centrales. Reorientar la política exterior y hemisférica hacia los Estados Unidos. Fortalecer la presencia en la OEA. Apoyar a Israel en forma activa en la guerra de Medio Oriente. En Europa privilegia la relación con Francia, Alemania, Italia, España (Vox) y Hungría. Establecer un diálogo bilateral con el Reino Unido, en un marco diplomático, dejando definidas las respectivas posiciones sobre las controversias en Malvinas. Apoyo irrestricto a Ucrania en la guerra con Rusia.

La relación con China será privilegiada en el aspecto comercial. Los temas pendientes se irán resolviendo caso por caso. El alineamiento de la política exterior con Estados Unidos limita la relación con China en lo estratégico. Esa política fue promovida durante el kirchnerismo: base militar de observación espacial en Neuquén, construcción de Hidroeléctricas en la Provincia de Santa Cruz, puertos en el Sur del país, injerencia en la Hidrovía del Paraná, instalación de centrales nucleares.

En el marco extra regional el gobierno se propone expandir el comercio con los países de Asia y África: India, Malasia, Japón, Vietnam, Corea del Sur, Tailandia. En la región, toma posiciones diferenciadas del eje Venezuela, Cuba, Nicaragua. Distanciamiento de la CELAC, organismo al servicio de intereses extracontinentales de regímenes autocráticos. Existe la posibilidad de que Argentina participe en el nuevo organismo para la Prosperidad Económica liderado por los Estados Unidos.

En el Cono Sur la participación plena en el Mercosur en lo que respecta a acuerdos comerciales e integración regional. Encauzamiento de la relación con Brasil, designación como nuevo embajador de Daniel Raimondi, experto en Mercosur.

Siendo la política una moneda con dos caras, una de ellas la externa y la otra la interna, ambas se unifican. Estamos avanzando pero estamos lejos del punto de equilibrio. Las posiciones extremas se dan por fortaleza o excesiva debilidad. Mostrarse con Trump o con Biden es circunstancial; lo que requiere el interés nacional es una política sostenible con Estados Unidos. Lo mismo con Brasil, con Lula o Bolsonaro, nuestro interés es estar bien con Brasil.

Los cambios y las alternancias sirven al interés nacional cuando se preservan con el tiempo y dan continuidad a la política. De lo contrario pasamos de la diplomacia a la bartola a la diplomacia de la extravagancia.

El culto a la prudencia en la situación argentina puede fortalecer nuestra posición internacional.

El autor es licenciado en Relaciones Internacionales y abogado; fue embajador en la OEA, España y Brasil; director del CEPEI