Volver a Dios

Estamos en tiempo de Cuaresma y el contexto es propicio para reflexionar. Es un tiempo para preguntarnos por el sentido de la vida y por qué hacemos lo que hacemos

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La Cuaresma es un tiempo propicio para volver a Dios
La Cuaresma es un tiempo propicio para volver a Dios

Es verdad que la plata no hace la felicidad, pero carecer de ella aumenta los problemas. Ajustarse implica un despojo, al principio de cosas superfluas, después llegan las necesarias, y las posibilidades de perder un sustento digno. El cambio de Gobierno, la preocupación por el futuro agregaron más incertidumbre.

No solo los argentinos, el mundo está complicado también, olas de calor e incendios, inundaciones y sequías.

Estamos en tiempo de Cuaresma, podríamos decir que el contexto es propicio para reflexionar, la realidad viene a recordarnos que somos vulnerables, que el mundo es finito. Es un tiempo para preguntarnos también por el sentido de la vida y por qué hacemos lo que hacemos. ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Y qué sentido tiene la vida.

Me gusta recurrir al arte que nos ayuda también a reflexionar.

En el Museo del Prado se expone La conversión de duque de Gandía es un cuadro enorme: 3,15 x 5,00 metros, pintado por Moreno Carbonero en 1884, tendría 24 años cuando lo hizo, y actualmente está en el Museo del Prado de Madrid.

Cuenta la historia que Francisco de Borja y Aragón (1510-1572), marqués de Lombay y luego IV duque de Gandía, gran admirador de la belleza y la inteligencia de la mujer a quien le tocaba servir: la emperatriz Isabel de Portugal, casada con Carlos I de España. Según parece, Doña Isabel se enfermó de malaria y posiblemente esa pudo ser la causa de su muerte, muerte totalmente inesperada para toda la Corte. El Rey estaba en Aranjuez de caza cuando ocurrió. Aunque la malaria la había dejado con aspecto delgado y enfermizo, nadie esperaba su muerte a los 35 años y estando embarazada de tres meses.

El cuadro de La conversión del duque de Gandía, que se expone en el Museo del Prado (Foto: Museo del Prado)
El cuadro de La conversión del duque de Gandía, que se expone en el Museo del Prado (Foto: Museo del Prado)

Isabel ya había tenido otros hijos, Felipe el mayor futuro Felipe II. Cuentan las crónicas que Isabel había pedido explícitamente a su marido el Rey, que, cuando muriera, no la embalsamaran, le daba horror pensar que iban a abrir y manipular su cuerpo muerto para extraer las vísceras, por eso se aceleró todo lo posible su traslado a Granada.

La distancia entre Toledo y Granada, en aquellos tiempos, debía de superar los 400 kilómetros, luego podemos suponer que fue un viaje de al menos diez días, en los que probablemente, por la fecha, hiciera calor al cruzar la meseta manchega. El cuadro retrata el momento en que al llegar a Granada, se le pide al Duque que constate que quien yace en el féretro es la misma Emperatriz, que él había trasladado. Al ver que la atractiva belleza física y espiritual de la soberana, que había cautivado a toda la Corte, se había convertido ahora en cadáver maloliente, determinaron entonces al noble a decir: Nunca más, nunca más servir a un señor que se me pueda morir” . Cuando en 1546 muere su esposa Leonor de Castro, unos cinco años después de la escena que cuenta el cuadro, Francisco de Borja acelera sus planes para ingresar en la Orden de los Jesuitas, renuncia a todos sus títulos, cargos y nombramientos, distribuyéndolos entre sus familiares.

Se le ofrece un alto cargo dentro de la organización Jesuita, pero él lo rechaza, quiere ser uno más en la orden de San Ignacio.

Tuvo una gran actividad, misionera y organizadora en la Orden. Murió en Roma el año 1572. San Francisco de Borja fue canonizado en 1671; su festividad se celebra el 3 de octubre.

La vida parece larga, pero es breve, ponerla en perspectiva ayuda a preocuparse por lo esencial y dejar lo accidental de lado. Quizás no estamos llamados a semejante cambio, pero la Cuaresma es un tiempo propicio para volver a Dios. Solo Él trasciende las vicisitudes de la vida y nos espera al final del camino, cuando todo lo que parecía importante nos demos cuenta de que no lo era tanto.