Ética, democracia y libertad

Algunas voces sostienen que los medios digitales son una amenaza para la democracia, mientras que otros están convencidos que constituyen una herramienta para una mejor participación ciudadana en la política

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Las plataformas digitales son una herramienta de participación. (foto: Suryfur)
Las plataformas digitales son una herramienta de participación. (foto: Suryfur)

¿Está la democracia en un proceso de degradación? Podríamos afirmar que este sistema está en un proceso de deterioro, incluso en países sumamente estables. Las redes sociales promueven la participación y el acceso a información, buena o mala, real o manipulada. Al mismo tiempo, fomentan la diversidad de la exposición a las noticias. Sin embargo, la sensación que cunde tiene un patrón común: las noticias nos eligen.

Los humanos atrapados por “el algoritmo” asumen que la información les llegará automáticamente y la aceptan pasivamente. Las redes sociales tienen un impacto significativo en todo el mundo, pero parece que las sociedades y los gobiernos no han tomado medidas para comprender mejor y configurar activamente la interacción entre los medios digitales y la democracia.

Se producen así efectos de estratificación según la geografía y el grado de desarrollo cultural y económico. En Latinoamérica y África las redes parecen amortizar mejor la participación y el acceso a la información, mientras que, en economías y sociedades más desarrolladas, el efecto tiene más que ver con populismo, la polarización y la pérdida de confianza en la política.

En algunos países se han propiciado posturas de radicalización online, mientras que en otros se han acelerado los conflictos de odio o étnicos. TikTok, Facebook, X (Twitter) y otras no son per-se incompatibles con la democracia, pero el bienestar democrático requiere cada vez más que se estudien los efectos sociales de estas plataformas. La toma del Capitolio de Estados Unidos en 2021 continúa siendo un gran ejemplo de ello.

Estos efectos deben ser analizados, evaluados y regulados, no por el dueño de turno de las plataformas. Nos guste o no Donald Trump, Twitter decidió unilateralmente suspender su cuenta ante el riesgo de que siga incitando a la violencia. Este hecho ocurrido, tras el ejemplo mencionado, se sostuvo hasta que Elon Musk publicara una encuesta preguntando a los usuarios si Trump debería ser reincorporado.

Lo mismo ocurrió con Facebook y la cuenta del ex-presidente estadounidense con el anuncio de que los políticos serían tratados como otros usuarios si violasen las reglas de la red, sobre todo, en casos de desinformación. La realidad nos demuestra que esto está lejos de ser ecuánime y equitativo. La forma en que se gestiona y modera contenido parece discrecional y vinculada íntimamente a la capacidad económica, con un hecho concomitante que parece pasar desapercibido: la pérdida de privacidad.

Facebook tiene influencia cotidiana en la discusión pública. EFE/ Julien De Rosa/Archivo
Facebook tiene influencia cotidiana en la discusión pública. EFE/ Julien De Rosa/Archivo

El Director de Facebook, Mark Zuckerberg, fue duramente criticado por declarar que los comentarios negacionistas del Holocausto no debían ser eliminados. La plataforma se comprometió en 2009 con el Centro Wiesenthal en su eliminación, especialmente tratándose de publicaciones de países como Irán, que buscan denigrar a la comunidad judía con fines propagandísticos. La medida demoró algo más de 10 años en ser aplicada y la autojustificación de muchos jugadores de la industria, remite a que el objetivo respecto de las noticias falsas no es evitar que alguien diga algo erróneo, sino que las “fake news” y la desinformación se difundan a través de ella.

Pero si de degradación democrática hablamos, nada tan puro como TikTok que, forjado en las entrañas del mayor aparato de control ideológico de la historia, se convirtió en un medio y herramienta clave para la expresión juvenil y ahora política. Está presente en el día a día de los jóvenes, con infinidad de recursos creativos y se proyecta como el nuevo formato de activismo y de expresión política actual.

TikTok es hoy un espacio valioso para la política y el activismo juvenil permitiendo a los jóvenes involucrarse en los temas que más les preocupan: conflictos raciales, cambio climático, diversidad, etc. Aunque más no sea a través de un micro vídeo de poquísimos segundos, equiparable a la superficialidad de una tangente.

La expresión política en TikTok remite a humor, exageración, cinismo y “lo popular”, despojado de solemnidad y con tono desenfadado; todo ello impulsado por el algoritmo de recomendación definitivamente opaco de la plataforma.

Hoy las plataformas nos obligan a abordar, por primera vez, un gran desafío: el de pensar en cómo regular un espacio abierto al debate democrático, sin depender del humor o los intereses de quienes lo controlan, tratándose de posturas supra-gobiernos y fronteras y en algunos casos, adoleciendo de los valores éticos necesarios; para componer un futuro irrenunciablemente digital que no conflictúen con el imperioso derecho de libertad de expresión.