Un actor español criticó el MeToo y se encendió el detector de varones no deconstruidos

“Me parece terrible todo eso. Me niego a ser un borrego y asentir sin más a lo que dice la gran ministra de turno”, dijo José Coronado, en alusión a Irene Montero. El feminismo andrófobo se lanzó contra él en las redes. De la crítica al patriarcado al ataque a la heterosexualidad

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El actor español José Coronado
El actor español José Coronado

De galán en su juventud a actor consagrado en la madurez; así podría resumirse la trayectoria del español José Coronado (66). Actualmente es uno de los actores de moda en la Madre Patria -y gracias al streaming, conocido también entre nosotros-, protagonista de series muy exitosas como “Entrevías” y “Vivir sin permiso”, y de películas como “El hombre de las mil caras” (2016) o, unos años antes, la imperdible “El Lobo” (2004), donde hace dupla con Eduardo Noriega, en una trama sobre la ETA.

La semana pasada, se habló mucho de él, pero no por el cine, sino porque hizo unas declaraciones que, aunque desataron la furia del feminismo extremo, son representativas del sentir de muchísimos varones -y mujeres- que están hasta la coronilla de la perspectiva de género.

Resulta que, como se estaba estrenando una película suya, Coronado dio varias entrevistas a medios españoles. En una le preguntaron: “¿Cómo ha vivido la revolución del Metoo?”

Respuesta: “Me parece terrible todo eso. Me niego a ser un borrego y asentir sin más a lo que dice el gran ministro o la gran ministra de turno. Yo me sigo basando en mis principios, en mi educación, en cómo he crecido y soy consciente de que no le he hecho daño a nadie. Y me niego, por ejemplo, a no ayudar a una chica a subir el bolso a un avión. Si soy más alto y más fuerte, lo voy a hacer. ¿Y por qué no voy a decirle a una mujer lo guapa que está? Todo depende del contexto y de tu mentalidad. Y si lo haces con educación, eso le da alegría a la vida. Si no, nos vamos a convertir en unos putos robots”.

José Coronado y Eduardo Noriega, en "El Lobo" (2004)
José Coronado y Eduardo Noriega, en "El Lobo" (2004)

Verdades a puño. Pero, claro, de inmediato se activó el detector de varones no deconstruidos y una jauría de feministas andrófobas, hombres vergonzantes y gente amarga en general se lanzó contra el señor que tuvo el atrevimiento de rechazar las etiquetas de micro-machista, machista o violador en potencia con que el “terrible” MeToo estigmatiza al género masculino.

El primero en reaccionar fue el propio periodista que se creyó en la obligación de corregir al desviado: “Pero el MeToo ha dejado claro que las cosas tenían que cambiar”, le dijo. “Sin duda, pero no nos pasemos de frenada -le contestó Coronado-, no perdamos ni la alegría, ni el humor, por Dios, que es lo que nos caracteriza a los españoles. Basta ya de cogérsela con papel de fumar para todo”. Expresión que significa: “Ser demasiado puntilloso con el cumplimiento de las normas” o “fácil de escandalizar”. Ambas definiciones valen para describir el clima que han instalado las denunciantes, los identitarios y los woke.

Atacado en los titulares -”polémicas declaraciones”; “contradictorias declaraciones” o directamente “declaraciones machistas”- José Coronado no se desdijo -y ojalá siga resistiendo- y hasta se atrevió a insistir en otra entrevista: “Quiero decirle a una mujer que está guapa o cederle el paso sin que nadie me llame agresor ni machista”.

Más frases que dejó el actor: “Mi rebeldía es también actuar conforme a como pienso, a pesar de todos los cambios que estamos sufriendo en la sociedad, me rebelo siendo yo mismo, no cayendo en el borreguismo de la gente, hoy tan habitual.”

“Ah, lo políticamente correcto”, le dijo este periodista, más ubicado que el anterior.

Respuesta de Coronado: “Sí. Está en todo ya, en todo. Estamos entrando en un mundo de borreguismo ante el que yo me rebelo. Y lo hago porque creo que tengo armas para ello, porque, sobre todo, lo que tengo es educación y respeto por el prójimo. Y con educación y respeto yo aún creo que todos podemos llegar a cualquier lado”.

O sea: no tengo por qué deconstruirme, no necesito reeducación, porque he sido bien educado. Como lo ha sido la inmensa mayoría de los varones, contra lo que sostiene el femi-fanatismo. Basta de acusar al género masculino, de condenarlo a priori, sin juicio, de amedrentar a los varones, de cancelarlos y amordazarlos.

Coronado trató de ovejas a todos los demás. Y razón no le falta. De hecho, muchos, y muchas, se pusieron el sayo y salieron en rebaño a cruzarlo. Un colega, un tal Guillermo Toledo, directamente lo insultó en redes. Sin mucha originalidad lo trató de “facho” (facha, como dicen en España).

El insulto de un colega "deconstruido" a José Coronado
El insulto de un colega "deconstruido" a José Coronado

Pero cuando Coronado dice que tuvo una buena educación “gracias a los principios instalados” por su familia y por su entorno, está desafiando el relato del feminismo de tercera ola que inventa un machismo estructural, generalizado, precisamente cuando éste ha dejado de existir.

“Quiero poder dejar pasar a una mujer delante de mí, cederle el paso sin que nadie me llame agresor, ¡o que digan de mí lo que quieran!, machista... pero, perdóname, yo creo que no es eso”, dijo el actor, y su alegato puede bien ser el de la inmensa mayoría de los hombres. Describió muy bien el clima que se vive por culpa de este feminismo desaforado: “Esto me da miedo y me da mucha pena. Lo hablo con mis hijos, sobre todo con mi hija, que tiene 20 años. Y ahora van con miedo a todo”.

Un diario aseguró que el actor recibió “numerosas críticas por su posicionamiento sobre el machismo” y que “sus palabras sobre la violencia hacia la mujer” habían generado “un gran revuelo”. Es el típico recurso del que no tiene argumento: responder a lo que no se dijo, ya que las palabras del actor nada tienen que ver con la violencia hacia la mujer, como perversamente quieren insinuar. Por caso, una escribió: “Una de las 48 mujeres asesinadas este año fue acuchillada frente a su hija de 3 años (...) Pero por favor, José Coronado, siéntate aquí y sigue contándome lo difícil que es todo para tí ahora”.

Polémica en redes por las declaraciones de Coronado
Polémica en redes por las declaraciones de Coronado

Cada vez que alguien critica a las feministas, ellas sacan a relucir un femicidio; en este caso, haciendo una perversa asociación entre la seducción y la violencia de género. Para el feminismo andrófobo, el galanteo es sí o sí el primer paso hacia el homicidio conyugal…

“La controversia está servida en un asunto tan delicado como la violencia hacia las mujeres”, escribió otro diario. Claramente, ese asunto “tan delicado” no era el motivo de la controversia, pero muchos medios están colonizados por la ideología de género. La gente, en cambio, reaccionó de otra manera: muchos respaldaron a Coronado por su valentía, ya que nada requiere más coraje hoy que contradecir al MeToo. Otros lo elogiaron por no “sucumbir al feminismo radical”. “Decir la verdad se ha vuelto revolucionario”, escribió uno.

José Coronado cosechó también muchos respaldos en las redes
José Coronado cosechó también muchos respaldos en las redes

“No ha entendido nada” fue otro título que le dedicaron, en un artículo que sostenía que el #SeAcabó se ha convertido en el nuevo #MeToo español tras el beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso. ¿Es que acaso no vieron el video de la jugadora matándose de risa del piquito con Rubiales? Colgándose del brazo de él como novia que va al altar, y sumándose al coro “¡beso! ¡beso!” del resto del equipo para alentar a Rubiales a repetir el gesto ¡y es él el que se niega!!! Sin embargo, presionada por las funcionarias feministas, Hermoso fue a denunciar a su “agresor sexual”... Tiene razón Coronado: el #MeToo es terrible y el #SeAcabó lo es más todavía. Terrible e hipócrita.

Las jugadoras de la selección de España bromean con el beso de Rubiales a Jenni Hermoso

Lo de Coronado, dicen, es la “reacción patriarcal” al #SeAcabó… Pacientes, le vuelven a explicar al rebelde que “un piropo no deseado puede incomodar a una mujer y eso sí es machista”. Uau. Y hay más: “Sostener una puerta a una mujer por el hecho de serlo, y no a un hombre, es machista”. Sin comentarios.

Como no bastó con las críticas de los medios, apareció Ángela Rodríguez, “Pam”: la número dos de Irene Montero, funcionaria que llegó a decir que no hace falta un registro de violadores porque “todos los varones lo son”. En esta ocasión, su comentario también fue ofensivo: “No tengo pruebas pero tampoco dudas de que cada vez que un hombre se queja de que ya no podrá piropear a una mujer por nuestra exagerada reacción lo que hacía no era precisamente piropear. Queridos Joses, llamar guapo a alguien no es un problema. ¿Seguro que fue eso?”

La segunda del Ministerio de Igualdad español (que está en manos de la ultra izquierda) intentando levantar sospechas sobre Coronado
La segunda del Ministerio de Igualdad español (que está en manos de la ultra izquierda) intentando levantar sospechas sobre Coronado

Otro comentario de Coronado fue su referencia a los “daños colaterales” de toda esta movida. “¿Qué daños colaterales?”, le preguntaron. “Para mí, el sentido del humor. O la cortesía y la seducción sana, que también están bajo sospecha. Ahora tenemos que andarnos con cuidado con todas estas cosas”, respondió.

¿En qué momento el feminismo se convirtió en esta inquisición hacia el varón? ¿En este ataque contra la masculinidad en toda la regla? La heterosexualidad es el nuevo blanco; se entiende, hay que buscar otro enemigo porque el patriarcado no existe, se cayó hace rato y no fue por una guerra de mujeres contra varones sino por la evolución de las sociedades y gracias a acciones mixtas, iniciativas de hombres y mujeres, no concesiones arrancadas por “ellas” a los varones explotadores, según el relato en boga.

La atracción entre sexos opuestos, al banquillo de los acusados. No es una realidad dictada por la biología, dicen, sino una imposición arbitraria. El sustento y la síntesis del patriarcado. La pareja varón-mujer no es el resultado natural de uno de los más sublimes sentimientos humanos -el amor- y del instinto de reproducción, sino una norma impuesta, un sistema de esclavitud para la mujer, una herramienta de dominación del hombre.

El historiador y sociólogo francés Emmanuel Todd publicó en 2022 un ensayo -”Où en sont-elles?” (¿En qúe andan ellas?)- en el que hace un repaso de todos los estudios antropológicos sobre las sociedades humanas desde el comienzo de los tiempos y de ellos surge claramente que “la monogamia, la pareja heterosexual, el eje varón-mujer, es la estructura dominante estadísticamente en la especie Homo sapiens desde su aparición hace 200 ó 300 mil años”. “La familia nuclear es casi tan vieja como la Humanidad”, concluye.

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Pero para el feminismo radicalizado, el matrimonio heterosexual es un invento del monoteísmo y del capitalismo. No importa que la antropología y la etnografía hayan echado por tierra hace tiempo ese planteo. La heterosexualidad no es una construcción, ni mucho menos una conspiración de los varones contra la mujer; tampoco una imposición de la Iglesia que, como sabemos, en el relato mainstream del feminismo de tercera ola, tiene la culpa de todo.

El discurso anti-hétero, que en un tiempo era tímido, solapado, incluso negado, hoy es vociferado por el lesbo feminismo y el transgenerismo, corrientes que han copado el discurso en base a un falso relato. En agosto de 2020, se publicó en Francia un libro cuyo título es Moi les hommes, je les déteste (Yo a los hombres los detesto), un ensayo que los medios calificaron como “inofensivo”. Si es contra los varones no es discurso de odio. Si un hombre mata a una mujer es porque odia a todo el género femenino. A la inversa, no.

Otras perlas que han dejado las referentes de esta corriente extrema son, por ejemplo: “No tener marido me [preserva] de ser violada, golpeada, asesinada” (Alice Coffin, referente LGBT en Francia); “la heterosexualidad no es la manera natural de vivir la sexualidad, sino una herramienta política y social de subordinación de las mujeres a los hombres” (Beatriz Gimeno, ex directora del Instituto de la Mujer de España); “la pareja heterosexual es un factor de riesgo para la vida de las mujeres” (referente argentina del NiUnaMenos); “¿cómo puede alguien seguir siendo heterosexual?” (Maia Mazaurette, periodista francesa); “es escandaloso que el 75% de las mujeres prefieran la penetración a la autoestimulación” (la ya citada Ángela Rodríguez Pam, secretaria de Estado de Igualdad de España).

Mujeres bailando la coreografía "Un violador en tu camino" o "El violador eres tú" (EFE/ Bienvenido Velasco/Archivo)
Mujeres bailando la coreografía "Un violador en tu camino" o "El violador eres tú" (EFE/ Bienvenido Velasco/Archivo)

Jeremy Stubbs, director editorial adjunto de la revista francesa Causeur, hizo una reseña crítica de esta visión neofeminista de la heterosexualidad: “Según los ideólogos, el patriarcado no es simplemente una forma de organización socioeconómica, ya sea feudal o capitalista. Se basa en la sexualidad. Los hombres retienen a las mujeres por su sexo, persuadiéndolas de que se sienten atraídas por los hombres a cuyos intereses, tanto sexuales como económicos, deben servirlos”.

Recordemos la tesis delirante de la antropóloga Priscille Touraille: el varón primitivo privó a la mujer de alimento, de carne en particular, y eso explica la menor talla y fuerza del sexo femenino… Aunque usted no lo crea.

O sea, abolir el patriarcado es abolir la heterosexualidad. Por eso reaccionan con tanta violencia cuando detectan un varón. Por eso es más escandaloso el beso de Rubiales que la reincidencia de un violador. Por eso se persigue a los varones, se los deconstruye, se penaliza la mirada y el deseo masculinos, se criminaliza hasta el piropo. Como dice Coronado: la seducción está en problemas.

Los varones les hacen creer a las mujeres que ellos las atraen. ¡Es una trampa! Quieren esclavizarlas, explotarlas. Acá lo dice la (extrema) izquierda: machismo y capitalismo son más o menos lo mismo. Eso sí, de momento sólo luchan contra el primero; es fácil y sin riesgo.

Hoy este discurso anti-hétero invade los claustros de todas nuestras universidades. Contamina la ESI, la Ley Micaela y las “capacitaciones de género”.

El concepto de heteronormatividad, que tantas cabezas huecas repiten sin pensar, apunta a instalar esa teoría. Lo hétero determina las normas, que son opresivas obviamente.

Un joven José Coronado junto a Maribel Verdú
Un joven José Coronado junto a Maribel Verdú

Las redes se han llenado de videos de chicas explicando cómo se liberaron de esta heterosexualidad compulsiva, de esa obligación de sentirse atraídas por el sexo opuesto… Videos que incitan a los jóvenes a reflexionar e interrogarse sobre su sexualidad antes de que se la “imponga” la sociedad. Tutoriales para saber si se es hétero u homo.

“La estrategia para negar el carácter ‘natural’ de la heterosexualidad consiste en ver en ella el resultado de la propaganda patriarcal”, dice Stubbs.

Si el lesbianismo es la liberación, la mujer heterosexual es la contrarrevolucionaria, la traidora a la causa. Duerme con el enemigo. Ni hablar de la que está feliz en su rol de madre. Está sirviendo al patriarcado. No es por capricho que apelan a la terminología “persona gestante”, “persona menstruante”, etc. Es la forma de negar los roles femeninos.

Lo más grave es que esta negación del binarismo sexual, este relato sobre la dominación masculina están siendo inculcados a través de la ESI y desde preescolar. Se les dice a chicos de 4, 5, 6 años que ser nena o varón es lo mismo, que él o ella pueden ser lo contrario de lo que dice su naturaleza…

Es insólito, pero quienes denuncian la heterosexualidad por obligatoria quieren imponer a la fuerza el no binarismo. Por eso atacan a todo el que rechace el nuevo dogma.

Por eso se lanzaron sobre José Coronado. Por animarse a ir contra la corriente.

En Twitter, ahora Equis, alguien escribió que solo las mujeres podemos poner fin a este despropósito. Y sí, como escribí hace un tiempo, llegó la hora de que las mujeres defendamos la causa masculina. Y a los varones no deconstruidos.

José Coronado - polémica
José Coronado - polémica