Minorías aferradas a la violencia

En las adyacencias del Congreso grupos violentos pretendían impedir por la fuerza el desarrollo de la sesión. Las fuerzas de seguridad hicieron lo que correspondía, que era evitar que se consumara esa maniobra

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Los episodios que se vivieron el jueves pasado en la Cámara de Diputados y en zona aledaña al Congreso son de una inusitada gravedad. Me cupo presenciarlos desde el recinto, adonde había concurrido, con enorme emoción, acompañado por mi familia, para jurar como diputado nacional, un altísimo honor en una vida pública signada por diversas responsabilidades en los tres poderes de la Ciudad de Buenos Aires. No pude asumir ese día, porque la sesión debió suspenderse. En cualquier caso, mi anécdota personal no tendría más importancia que para mí mismo si no fuera porque fui señalado por algunos políticos de mala fe como una suerte de "diputrucho" que había contribuido al quórum antes de haber asumido.

Semejante patraña se cayó como un castillo de naipes en cuanto los periodistas parlamentarios expresaron, y aportaron fotos y videos para comprobarlo, que el quórum se consiguió en forma legal y que yo jamás me senté en una banca, sino que permanecí, como correspondía, detrás del estrado del presidente esperando ser convocado a la jura. Más aún, ni siquiera se me asignó todavía una banca ni un despacho.

Pero como en el mundo kirchnerista la verdad carece de toda trascendencia, siguieron circulando ese rumor, guiados por la premisa de Goebbels: "Miente, miente, que algo siempre quedará".

Mientras tanto, en las adyacencias del Congreso grupos violentos pretendían impedir por la fuerza el desarrollo de la sesión. Las fuerzas de seguridad hicieron lo que correspondía, que era evitar que se consumara esa maniobra. Los representantes del pueblo, aquellos que fueron votados, estaban dentro. Afuera irrumpían fuerzas de choque de partidos que pretenden ser la encarnación del pueblo y sistemáticamente olvidan un detalle: el pueblo real, no el que ellos imaginan, los relega a un 5% de los votos.

Por prudencia, la sesión se levantó, pero esa decisión no debe sentar un precedente: no es "la calle", ocupada por militantes de la violencia, la que determina las decisiones que se adoptan en democracia. Todo lo contrario: quienes invocan una representación que nadie les confirió para impedir el normal ejercicio de la verdadera representación política incurren en sedición, como lo declara con toda claridad el artículo 22 de la Constitución Nacional.

En cuanto al proyecto en debate, ya aprobado por amplia mayoría en el Senado, no tiene como propósito disminuir los haberes previsionales, sino darles certeza y sustentabilidad. Lo lógico es que se tome para actualizar esos haberes coeficientes vinculados con la evolución de los precios y los salarios. El índice que se usa actualmente, impuesto por el kirchnerismo, debió basarse en otras fuentes, por la sencilla razón de que el índice de precios al consumidor era entonces una patraña tan evidente que ni ellos mismos empleaban. Con la nueva fórmula, las jubilaciones van a crecer cinco puntos por encima de la inflación, en 2018.

La acción del Gobierno de Cambiemos en beneficio de la clase pasiva es incuestionable y va más allá de esta reforma. Incluye la reparación histórica, que hizo que más de 1.200.000 jubilados hayan tenido una recomposición de sus haberes por encima del 30% promedio. También se impulsó la pensión universal para adultos mayores para que todos los jubilados tengan cobertura. Y se trabaja intensamente para sanear el PAMI luego de mucho tiempo de corrupción y malos manejos.

La cuestión previsional es compleja en todo el mundo. Por razones biológicas, cada vez hay menos aportantes por beneficiarios. En la Argentina, a ese problema estructural se le agrega el despilfarro de los gobiernos populistas, esos que quebraron el sistema y ahora nos quieren hacer creer que nacieron de un repollo el 10 de diciembre de 2015. El pueblo, sin embargo, el pueblo de carne y hueso, no el que solamente ven en afiches, no se deja engañar. Hace pocas semanas reafirmó su confianza en un gobierno que le habla con la verdad, es decir, que lo respeta. Quienes tratan de torcer con violencia el pronunciamiento de las urnas no son demócratas, sino fascistas. Es hora ya de decirlo sin vacilaciones.