Fue analista de la CIA y asegura: “Milei debe mantener su imagen de cambio radical mientras evita el colapso del orden”

Martin Gurri es autor del libro “La rebelión del público” y sostiene que la aparición de líderes como el libertario tiene como causa la “nueva estructura de información” a nivel global. Sin embargo, advierte que el Presidente “tiene muchos talones de Aquiles”.

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Gurri fue analista de medios de la CIA.
Gurri fue analista de medios de la CIA.

El mundo es radicalmente distinto al que existía en el Siglo XX y Martin Gurri ofrece una clave de lectura original para comprenderlo. Los estallidos sociales como la “Primavera Árabe” y el “Black Lives Matter”, el movimiento antivacunas o las victorias electorales de Donald Trump y Javier Milei volvieron imprevisible a la realidad política. Según la tesis de Gurri, la autoridad está en crisis y hay un asesino detrás que es común.

“En el último siglo, instituciones como el gobierno, los partidos políticos y los medios de comunicación poseían autoridad porque tenían un semi-monopolio sobre un bien escaso: la información. Esto permitía ciertos privilegios. Los fracasos de la política podían minimizarse. Los escándalos personales se ocultaban: aquí en Estados Unidos, por ejemplo, la reputación del presidente John F. Kennedy, un hombre que aparentemente gustaba en demasía de las mujeres, fue cuidadosamente protegida por periodistas e incluso por sus oponentes políticos. Ser parte de la élite en el Siglo XX era bueno. Hoy vivimos en condiciones de sobreabundancia de información. Cada declaración genera contradicción. Cada hecho está en disputa”, sentencia Gurri, ex analista de medios de la CIA, en una conversación con Infobae.

Gurri es autor del libro La rebelión del público, un ensayo publicado en 2014 y que fue actualizado en 2018 con una edición relanzada en español recientemente por la colección “Interferencias”, de la editora Adriana Hidalgo. En sus años en la agencia de inteligencia norteamericana, observó de cerca cómo un nuevo fenómeno estaba esmerilando cualquier tipo de gobierno y régimen político: desde las dictaduras autocráticas de Medio Oriente hasta democracias constitucionales de Occidente. La “Quinta Ola” tecnológica dejó abierto un escenario político incierto.

Internet ha sido comparada con la Torre de Babel, en la que las instituciones del gobierno moderno son sólo una voz más gritando incomprensiblemente. Las élites que dirigen el sistema están aterrorizadas, y con buen motivo: saben que cada error, error de juicio, predicción fallida, trato corrupto y escapada sexual será expuesta y comentada, interminablemente. El fracaso de la élite ahora establece la agenda de información. Así que la pregunta interesante realmente es: ¿Cómo puede el público confiar en las instituciones políticas y sociales tradicionales?”, aguijonea el autor en un intercambio epistolar por correo electrónico.

El español José Ortega y Gasset conceptualizó en su libro de La rebelión de las masas (1929) la cultura política de la sociedad industrial y vertical del siglo pasado. Por entonces, las masas eran pasivas, informes y “conformistas”, lo que ofrecía un pasto fértil para los autoritarismos y los grandes movimientos políticos del siglo XX. “Desde arriba” era posible cambiar la sociedad con reformas económicas y sociales.

Gurri, un investigador anticastrista nacido en Cuba y que vive hace años en Estados Unidos, recupera esa idea fuerza y la reinterpreta para este nuevo milenio. A diferencia del pasado, ahora habría un público activo que rechaza a los antiguos jefes y dirigencias de la política, la economía, la ciencia y de los medios de comunicación (“la casta”, en idioma libertario).

El clivaje de la pelea política se desplazó: la disputa es entre “el Centro” (todo aquello que forma parte del sistema) y “la Frontera”, lo que está excluido de las redes de poder. Los usuarios se organizan en “comunidades vitales” que se mueven por intereses coyunturales que surgen en un momento y luego se disuelven. La bronca puede de explotar en cualquier momento.

-Suele asociar estos proyectos políticos anti élites “desde abajo” con el ascenso de Donald Trump, la Primavera Árabe, el movimiento “Occupy Wall Street”, los “Indignados” en España, entre otros, a ejemplos de cómo la gente común, sin apoyo institucional o estructuras, tiene la capacidad de desafiar un sistema e incluso ganar una elección. ¿Por qué la victoria electoral de Javier Milei puede entenderse como parte del mismo fenómeno?

- Los populistas son políticos que explotan el ambiente generalizado de alienación y rechazo para sus propios fines. Trump iba a “drenar el pantano”, Milei quiere romper la “casta”. Estos políticos y sus seguidores tienden a ser adeptos en el uso de los medios digitales. A diferencia de las élites, están cómodos con las herramientas del siglo XXI. Pero desde otra perspectiva, Milei es un populista de un tipo muy diferente. Es un economista capacitado que ha elaborado un programa libertario para su administración. La mayoría de los populistas reflejan al público: simplemente están en contra. Prosperan atacando a las instituciones pero no tienen nada que poner en su lugar. Esto presenta problemas cuando son elegidos: el antiinstitucionalismo al mando de las instituciones es una paradoja que pocos populistas han resuelto. Milei se encuentra en un terreno diferente. Su comportamiento puede ser bizarro, pero no puedo pensar en otro populista con un enfoque más consistente en la política. Será fascinante ver si esta versión mutante del populismo puede tener éxito.

"Los populistas son políticos que explotan el ambiente generalizado de alienación y rechazo para sus propios fines. Trump iba a 'drenar el pantano', Milei quiere 'romper la casta”, advierte Martin Gurri (REUTERS)
"Los populistas son políticos que explotan el ambiente generalizado de alienación y rechazo para sus propios fines. Trump iba a 'drenar el pantano', Milei quiere 'romper la casta”, advierte Martin Gurri (REUTERS)

- Milei eligió a “la casta” como su enemigo. Aunque este concepto se dirige al liderazgo político tradicional, cualquiera que esté en contra de su programa de reformas cae en esta categoría. Su argumento central es que “todos han fallado” y como Trump, utiliza las redes sociales para insultar a periodistas, artistas, políticos, aliados y otras personalidades públicas. ¿Cree que esto es una estrategia deliberada para construir poder?

- Por supuesto que lo es. A pesar de las diferencias entre sus respectivos países, Milei y Trump pueden sostener que el público en Argentina y Estados Unidos está fundamentalmente alienado de la clase dirigente. Eso es indiscutiblemente cierto. Luego pueden afirmar que ellos representan a los marginados, el público, contra la “casta” de brahmanes políticos. Eso puede o no ser cierto. Pero finalmente, sería demasiado pedir a un político que no clasifique a cualquiera que no esté de acuerdo con ellos, independientemente del motivo o posición, en el papel de villanos de la película. Y eso a menudo será falso.

- Milei tiene un proyecto fuertemente ideológico en el que busca minimizar el Estado y desregular todos los mercados. Exalta al individuo desde el dogma libertario y promueve programáticamente un paquete de reformas liberales similares a las de Margaret Thatcher. Cree que esta ecuación será exitosa para Argentina. Ahora bien, usted advierte en su ensayo que la economía es extremadamente compleja y que “el Centro” ya no puede gobernar la incertidumbre frente al tsunami de información. ¿Podría esta confianza ser un talón de Aquiles para el gobierno libertario?

- Creo que el alcance del gobierno moderno se ha expandido al punto de hacerse responsable de cada aspecto de la vida humana, desde personal, como la obesidad; hasta lo cósmico o el clima. En este ambiente de información, que ofrece al público una gran proximidad y familiaridad con las figuras políticas, cada fracaso privado puede ser interpretado como culpa de alguna política pública. No soy un libertario pero nací en Cuba, donde el Estado devoró a la sociedad. Creo que, en general, un gobierno democrático más ágil será más capaz de responder a los deseos de los votantes y, a la inversa, tendrá menos puntos de contacto para irritar al público. Como proposición general, creo que Milei probablemente tiene razón al buscar reducir el alcance del gobierno. Pero como proposición práctica, todo depende de cómo se implemente. Como dices, el ambiente sociopolítico es tal que cualquier proyecto gubernamental hoy, en cualquier nación democrática, tiene una baja probabilidad de éxito. Milei es un guerrero de “la Frontera” que ahora gobierna desde “el Centro”. Debe mantener su imagen como defensor del cambio radical mientras evita un colapso de las instituciones que preservan la estabilidad y el orden. Los intentos de racionalizar la economía chocarán con la ley de consecuencias imprevistas. Mucho podría salir mal. Milei tiene sólo dos pies pero tiene muchos talones de Aquiles.

Martín Gurri es el autor de "La rebelión del público". Se trata de un título de la colección "Interferencias", el nuevo sello de filosofía política contemporánea de Adriana Hidalgo editora
Martín Gurri es el autor de "La rebelión del público". Se trata de un título de la colección "Interferencias", el nuevo sello de filosofía política contemporánea de Adriana Hidalgo editora

- Quienes son críticos de Javier Milei suelen estar sorprendidos por el deseo constante del Presidente de desafiar cada institución o legislación existente. Cada semana hay un tema sobre el cual las dirigencias expresan su preocupación, pesar o repudio. ¿Qué le recomendaría a estos sectores para recuperar su autoridad y ser escuchados por el público?

- La elección de Trump encendió una revuelta contra la realidad en las élites estadounidenses integradas por los demócratas, los republicanos del establishment, periodistas, profesores universitarios, científicos, estrellas de Hollywood y funcionarios. Su tesis era que Trump realmente no había ganado. Todo podía ser explicado por la interferencia rusa, las noticias falsas, la post-verdad, el racismo sistémico y los poderes ilícitos del supervillano de Trump. Nunca hubo un momento de autoreflexión. La pregunta era obvia: “¿Cómo podríamos perder contra un hombre tan extraño?”. Pero nunca fue formulada. Las élites invirtieron considerables talentos en la negación de la realidad y el intento de retornar al mundo anterior. Siete años después, todavía lo están intentando. Dar consejos a la oposición en Argentina sería presuntuoso, pero afortunadamente es autoevidente. Se necesita reflexión y se deben plantear preguntas básicas. ¿Por qué el público argentino está tan alienado de la vieja clase política? ¿Qué ofreció Milei que sus oponentes carecían? Pero dudo que estas élites muestren este tipo de curiosidad filosófica. El precedente de Trump (y otros) sugiere que se dedicarán, cuerpo y alma, a destruir la legitimidad del gobierno de Milei. Y dada la configuración de poder en Argentina, probablemente tendrán éxito.

- Según entiendo, la democracia y sus instituciones parecerían estar moribundas. El experimento de Donald Trump terminó con sus seguidores asaltando el Capitolio. En Brasil, los seguidores de Jair Bolsonaro también se organizaron para disputar los resultados electorales. Ninguno de los dos asumió la responsabilidad por sus militantes, y el sistema entró en una zona de riesgo. ¿Qué crees que es la línea que estas liderazgos no deberían cruzar? ¿Las instituciones aún importan cuando hay intentos de derrocarlas?

- Permíteme aclarar: la democracia está en crisis, no está moribunda. De hecho, en este momento es el único sistema dotado de alguna legitimidad. Hace décadas, otras ideologías como el fascismo y el marxismo-leninismo competían con la democracia. Después de un largo y sangriento conflicto, todas fueron derrotadas. ¿Cuáles son las alternativas a la democracia hoy? Los chinos tienen un sistema que no puede ser duplicado, y el putinismo (NdR: se refiere al sistema político de Vladimir Putin) es gangsterismo; lo que cualquier latinoamericano sabe lo que significa. Hoy la democracia está sola. En mi opinión, la crisis de la democracia es causada por la turbulencia introducida en el sistema por una nueva estructura de información. No tiene nada que ver con Trump o Bolsonaro. Los populistas son un síntoma de la profunda frustración del público con las viejas jerarquías y la vieja clase política. Culpar a los populistas es una forma en que esa clase evita la responsabilidad. Preguntas: ¿cómo podemos restaurar la buena salud de la democracia? Yo respondería: elige una clase de élite que se sienta cómoda en el ambiente más duro y menos protegido de la web – y se comprometa a acercar la política y el gobierno al público con el uso de herramientas digitales.

"La crisis de la democracia es causada por la turbulencia introducida en el sistema por una nueva estructura de información", aseguró Gurri
"La crisis de la democracia es causada por la turbulencia introducida en el sistema por una nueva estructura de información", aseguró Gurri

- En su tesis sostiene que es necesario reformular el sistema y restaurar la autoridad. Y advierte que cada fracaso desangra la legitimidad de la democracia. Desde la publicación de su libro, ¿ha encontrado alguna respuesta política viable?

- Hay señales y presagios. Empezando con la campaña presidencial de Barack Obama, las plataformas digitales han sido utilizadas por muchos políticos estadounidenses para involucrar a más público. El país de Estonia ha perfeccionado muchos aspectos del gobierno digital – por ejemplo, los ciudadanos son dueños de todos los datos gubernamentales, incluyendo los que posee la policía sobre ellos. En una época fracturada y desconfiada, todas las democracias pueden terminar pareciéndose a Suiza, donde el gobierno es local y basado en referéndums. Pero esto es solo un comienzo. El equivalente gubernamental de Amazon aún tiene que ser diseñado.

- Su trabajo se extiende hasta 2018. ¿Cómo influenció la pandemia en esta tendencia?

- El levantamiento del público comenzó con la Primavera Árabe de 2011 y alcanzó su punto máximo en 2019 con docenas de insurrecciones callejeras en todo el mundo. Luego, abruptamente, se detuvo. Sabemos lo que ocurrió en 2020: una pandemia de COVID-19 que fue tanto un evento político como médico. Los medios de comunicación en todos los niveles sembraron pánico. Un público asustado se volvió dócil y desesperado por creer que las autoridades poseían la sabiduría para asegurar su protección. Gobiernos se envolvieron en la infalibilidad de la ciencia. El pensador británico David Goodhart lo llamó “la hora del Estado”. Las nuevas estructuras de control fueron toleradas por el público. Se nos dijo que ‘nos quedáramos en casa’, y lo hicimos. Se nos dijo que usáramos mascarillas, y lo hicimos. La crítica a las políticas pandémicas fue censurada en las redes sociales –y predeciblemente, la censura pronto se extendió a las opiniones políticas que eran desagradables para las élites. En Canadá, el gobierno congeló las cuentas bancarias de ciudadanos antivacunas. La “hora del Estado” alcanzó su punto más alto con la derrota de Donald Trump y la elección de Joe Biden. Pero esa hora ya ha pasado. El público alrededor del mundo ha perdido su miedo al virus y las consecuencias políticas son evidentes. La resurrección de Trump es solo un ejemplo de este cambio de humor, y la elección de populistas como Javier Milei es otra. En los Estados Unidos, al menos, el aparato de censura ha sido desmantelado por los tribunales. El desempeño de la clase gobernante en la crisis sanitaria se ha convertido en sí mismo en una fuente de ira y condena por parte del público. Está claro para mí que el impulso anti élite y anti institucional ha reanudado su curso.

- En su libro expresa sus dudas sobre la utilidad de regular las redes sociales para evitar la difusión de noticias falsas o mensajes que inciten a la violencia. ¿Por qué sugiere que esto es ineficaz o irrelevante?

- Si pudiéramos encontrar una clase de guardianes platónicos que sean perfectamente desinteresados y entiendan la verdad absoluta, entonces consideraría la conveniencia de la censura gubernamental, que es lo que quieres decir con “regular las redes sociales”. Pero no existe tal clase. La naturaleza humana es auto-interesada, y eso es cierto tanto para individuos como para instituciones. Si permites que el Gobierno te silencie por las mejores razones, te silenciará por las peores. Eso no es hipotético, es lo que ocurrió aquí en Estados Unidos durante la pandemia. Incluso si puedes censurar las grandes plataformas digitales, simplemente estás impulsando a millones hacia las profundidades de la web, a sitios administrados por fraudes y fanáticos donde prosperan teorías de conspiración grotescas. He vivido bajo una censura verdadera. Hace que el rumor sea mucho más interesante y aceptable que la verdad.

- Usted advierte sobre el peligro de los ciudadanos “nihilistas” que solo buscan desafiar a las élites y destruir las instituciones existentes. También señala que los protagonistas de las revueltas tienden a ser personas privilegiadas y educadas que se beneficiaron del sistema. Desde esta perspectiva, el objetivo ya no sería conquistar el poder o crear un nuevo orden, sino repudiar lo existente. ¿Qué papel deben asumir los ciudadanos en este contexto de “Quinta Ola”? ¿Cuál es el horizonte de posibilidad deseable?

- El efecto de la web es un poco como el de una droga alucinógena. Hace que los usuarios piensen que están a la par de Javier Milei o Joe Biden, al punto gritarles obscenidades como si se lo hicieran a un infeliz compañero. Crea la ilusión de que uno pertenece a un ejército de millones que marchan para salvar el planeta contra el cambio climático, o que elige a algún héroe político o bien –más probablemente– que se involucra en una revuelta contra todos y todo. Esto facilita un nihilismo sin consecuencias: amenazas de muerte por miles pero nadie muere. El antropólogo británico Robin Dunbar estimó en 150 el número máximo de personas con quienes uno puede compartir una relación. Estas son personas de carne y hueso: tu familia, tu trabajo, tu vecindario, tus maestros y estudiantes, tu iglesia. Ese es el “horizonte de posibilidad” para el ciudadano ordinario. Salvar el planeta suena importante, pero ¿engañas a tu mujer? Marchar contra el sistema es intoxicante, pero ¿le tienes miedo a tus jefes en el trabajo? El número de Dunbar es la verdadera esfera de la moralidad. Solo allí tus acciones pueden tener un efecto directo en personas y eventos. Una Nación se construye desde el individuo y la familia, hacia arriba. Una sociedad que practica la decencia y la integridad privadas no tolerará durante mucho tiempo un gobierno que viola esas normas.