Andrés Asevís, escritor cubano censurado por criticar al régimen: “He querido irme desde que tengo uso de razón”

En “Cosa negra”, su nueva novela publicada solamente en Argentina, muestra “la Cuba que no sale en las postales turísticas”. Habló con Infobae Leamos sobre el largo camino de la comunidad LGBT+ en su país, el racismo estructural que persiste y el motivo detrás de la prohibición de sus libros.

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Andrés Asevís: “Fidel fue uno de los que sembró la semilla de la homofobia en Cuba”.
Andrés Asevís: “Fidel fue uno de los que sembró la semilla de la homofobia en Cuba”.

Cuando el escritor cubano Andrés Asevís va una librería en La Habana -donde vive y desde donde habló con Infobae- sabe que ahí no podrá encontrar ninguno de sus libros. Para hacerlo, debería visitar alguna en ciudades a las que quiere ir pero no sabe si podrá llegar, ya que en Cuba sus libros están prohibidos.

“El mundo de la publicación en Cuba es muy difícil. Todo le pertenece al gobierno y, si no gustas o no estás a favor, no eres nadie y tienes que buscar opciones en el extranjero”, dice Asevís, autor de Los árboles que querían volar, un libro infantil que fue censurado por parodiar el régimen castrista.

Autopublicado en 2020 gracias a una editorial española-portuguesa que le envió algunas cajas de ejemplares, Los árboles que querían volar no tardó mucho tiempo en llamar la atención de las autoridades: “Fue un escándalo. Repartí copias entre amigos y conocidos pero una cayó en malas manos y terminaron requisando todos los libros. Amenazaron a un amigo con cerrarle el local si no entregaba el suyo y se metieron hasta en la casa de mi tía, que es una señora grande, para reclamarle su copia. Cosas tan absurdas que no me gusta repetir porque no suenan creíbles, pero pasan. La Seguridad me dijo que no escribiera más. Y bueno, quedó más que claro. Así fue que decidí dejar de intentarlo por aquí”.

Pero, aunque ya no en Cuba, Asevís siguió intentando. Y fue De Parado, una editorial independiente argentina, la que apostó por el valor de su voz e hizo que esta cruzara el continente para, ya sin su mordaza, amplificarla a 7 mil kilómetros de distancia con la publicación de Cosa negra, su primera novela.

"Cosa negra", de Andrés Asevís, editado por De Parado.
"Cosa negra", de Andrés Asevís, editado por De Parado.

Cosa negra es una novela ambientada en “la Cuba que no sale en las postales turísticas” y su personaje principal es Eliel, un joven negro y gay que no está contento con su vida en el país pero tampoco está seguro de querer irse. Es el estereotipo de hombre cubano: hipermasculino, alto, fornido y bien dotado, pero también escucha Sam Smith, Adele y Beyoncé. Es exitoso con los hombres pero, aunque lo disfruta, está enjaulado en el rol activo y dominante que le exigen sus “presas”. No vive su homosexualidad con miedo, pero tampoco con orgullo. Cultiva su privacidad y no se entrega al baile o a la pluma ni en la oscuridad permisiva de las fiestas.

Como cualquier personaje bien contado, Eliel está plagado de contradicciones. Sumido en un contexto que considera desfavorable, adormece sus dicotomías y frustraciones con sexo que no le cuesta conseguir ni disfruta tanto. Los hombres que conoce por Grindr- una aplicación para encuentros casuales- son en su mayoría extranjeros adinerados y adeptos del turismo sexual, que buscan en esta cosa negra una anhelada pero siempre fugaz figura divina ante la cual arrodillarse a rezar y rendirle culto hasta que su saciedad repentina les esfuma toda creencia.

En ese estado de desazón y desinterés, entumecido ante la tensión de usar y ser usado, Eliel conoce a Jordi, una marica sin inhibiciones que lo complementa a la perfección y que representa, para el personaje principal de la novela, un punto de inflexión. Con cada beso, con cada encuentro, Eliel espía por la cerradura de la puerta que lo separa de un mundo del que Jordi es la llave, uno menos claustrofóbico y asfixiante, lleno de plumas, pasión y purpurina, de chismes tan coloridos y jugosos como las frutas más exóticas y de drag queens más filosas que una faca. Un mundo que lo atrae tanto como le repele.

Narrada en segunda persona, esta novela pone al lector en la piel del personaje principal y le permite habitar en carne propia la contradicción de sentirse deseado y discriminado por el mismo motivo. Cuando leés Cosa negra, vos sos Eliel, vos sos ese joven negro y gay con el que sueña cada turista y del que sospecha cada policía. Y de la mano de personajes secundarios memorables -como el pastor de la Iglesia Metodista que oscila entre figura parental itinerante y amante sumiso, o la lujuriosa travesti de su cuadra que lo piropeaba al pasar pero que lo curó y consoló transformada en una madre cuando este la necesitó-, Asevís ofrece un paneo de la Cuba diversa, de toda esa flora y fauna que, a pesar de no tener las mismas restricciones que padecieron las generaciones anteriores, heredaron sin embargo sus cicatrices.

Andrés Asevís: "Había homofobia antes de la revolución, pero menos, y nadie puso al pueblo en contra de la comunidad como lo hizo Fidel a finales de los 60".
Andrés Asevís: "Había homofobia antes de la revolución, pero menos, y nadie puso al pueblo en contra de la comunidad como lo hizo Fidel a finales de los 60".

En diálogo con Infobae Leamos, Asevís habló de la Cuba de ayer y de hoy, de la censura, de las ganas constantes de irse incluso sin saber lo que le espera en el extranjero, del camino recorrido por la comunidad LGBT+ cubana desde los campos de trabajo forzado castrenses en los 60 hasta la actual aceptación por parte del gobierno, y del racismo estructural que persiste a pesar de todo.

-¿Tenías un objetivo definido a la hora de escribir Cosa negra?

-Me interesaba retratar la vida gay de Cuba, que es algo que tiene literatura en el país, pero casi toda se remonta de los 90 para atrás, incluso hasta principios del siglo XX. Pero del 2000 para acá casi no hay, se sabe poco. Y realmente han cambiado muchas cosas, aunque otras no tanto. Me interesaba también plasmar las disidencias políticas y sexuales, los temas más globales. Cuba es tan específica, tan diferente, tan especial, que a veces, como somos una isla, estamos aislados de todo lo demás, pero en el fondo somos los mismos seres humanos que hay en cualquier otro país. Por eso quise que la gente vea también que en mi país se viven dilemas que son globales.

-¿Cómo es ser gay en Cuba?

-Los problemas más grandes los tuvieron las generaciones de antes, las de Reinaldo Arenas, Vigrilio Piñera, José Lezama Lima. Ellos son los que vivieron el llamado Quinquenio gris, las “cacerías de brujas” en las que perseguían a los homosexuales, a los intelectuales y a los religiosos para mandarlos a campos de trabajo forzados. Esa generación sí sufrió mucho la homofobia que implantó Fidel. Quizá por eso luego, con los años, su sobrina Mariela, la hija de Raúl, abrió el Centro Nacional de Educación Sexual en el año 2000 como para limpiar un poco su nombre.

-¿A qué se dedica esa institución?

-Yo mismo trabajé un tiempo en el Centro Nacional de Educación Sexual, de donde salen las campañas contra la homofobia y la transfobia, así como las campañas para llevar la educación sexual a las escuelas o por las paternidades responsables y los derechos de la mujer. Y ojo, no es que en Cuba no haya derechos para las mujeres. Si algo bueno quedó de la revolución fueron los derechos de la mujer. Pero igual ahí no duré nada. Me fui pronto al sector privado porque cuando trabajas para el Estado los salarios son muy bajos. En Cuba la pirámide está invertida, todo aquí está al revés. Mi madre es máster en Anatomía Patológica y mi papá es máster en Educación, pero yo en una noche como camarero hacía su salario de todo un mes.

Andrés Asevís: "Todo aquí está al revés. Mi madre es máster en Anatomía Patológica y mi papá es máster en Educación, pero yo en una noche como camarero hacía su salario de todo un mes".
Andrés Asevís: "Todo aquí está al revés. Mi madre es máster en Anatomía Patológica y mi papá es máster en Educación, pero yo en una noche como camarero hacía su salario de todo un mes".

-¿Y actualmente cómo está la situación para las personas LGBT+?

-Hoy en día no creo que haya tantos problemas. De hecho, no creo que Cuba sea un país homofóbico. Sí tiene sus cositas como cualquier otro país, pero no. Por mi parte nunca tuve problemas por eso. Sí creo que hay más transfobia que homofobia, pero las generaciones más jóvenes son mucho más flexibles, más abiertas. Quizá los más viejos son los más atravesados y a veces ni tanto. El trabajo de la hija de Raúl Castro con el Centro Nacional de Educación Sexual, a pesar de que es una entidad muy politizada, ha ayudado a que la gente entienda.

-En una parte de la novela, una drag queen dice que en Cuba “hasta la putería está normada por la libreta de abastecimiento”. ¿Cómo es el vínculo actual entre el gobierno y la diversidad sexual?

-Pongamos como ejemplo la Conga Gay, que es como aquí llamamos a la marcha del orgullo. La comunidad LGBT+ ahora puede salir a las calles y marchar pero solo si llevan carteles que digan “viva la revolución”, “viva Fidel”, “viva Raúl”, cosas así. Y me parece un sinsentido teniendo en cuenta que uno de los que sembró la semilla de la homofobia en Cuba fue justamente Fidel. Porque sí, había homofobia antes de la revolución, pero menos, y nadie puso al pueblo en contra de la comunidad como lo hizo él a finales de los 60. Pero bueno, así son las cosas. Aquí todo es muy político. El pan que te comes viene manchado de política. Y a mí el tema político me cansa, me agobia, porque no todo en la vida puede ser tan político. Hay cosas que son humanas y punto.

Portada de "Los árboles que querían volar", el libro de Asevís censurado por el régimen cubano (publicado con su nombre original antes de adoptar su seudónimo).
Portada de "Los árboles que querían volar", el libro de Asevís censurado por el régimen cubano (publicado con su nombre original antes de adoptar su seudónimo).

-¿Qué otras partes no tan conocidas de Cuba quisiste mostrar, además de su vida gay?

-Cuba se vende como un país negro. Cuando tú miras la publicidad cubana, casi siempre son mulatas y mulatos en autos descapotables, con una botella de Havana Club, bailando rumba. Y, a pesar de que se vende así y de ser súper rica y diversa culturalmente, también es súper racista.

-De ahí surge el título de la novela.

-Exacto. Suena denigrante, suena fuerte, pero me interesaba porque al final muchas veces acá los negros son eso: una cosa con la cual tener sexo y gozar para luego desechar. Se ve en las aplicaciones de citas, se ve en los clubes gay cuando los extranjeros vienen a hacer turismo sexual. ¿Qué ponen en Grindr? No buscan un hombre, buscan un negro.

-¿Fue mutando con los años tu relación con Cuba?

-He querido irme desde que tengo uso de razón y, como a mí, le pasa a un chorro de gente. Cuando vas creciendo y vas conociendo cosas, de todos modos, empiezas a apreciar también tu idiosincrasia, tu cultura, y así te vas enamorando también de tus gentilicios, de las partes buenas. Te das cuenta de que lo habría que hacer es no irse, sino quedarse y tratar de que las cosas estén mejor aquí. Pero luego te das cuenta de que eso va a llevar muchos años, porque hay mucha gente en el poder que lo único que quiere es seguir siendo dueña de todo.

-¿Y cómo está ahora?

-Todo eso me hace pensar: mejor me voy a un país donde las cosas estén un poco más organizadas y aunque sea limpiando pisos pueda vivir un poquito mejor la única vida que tengo. Estoy intentando salir, pero es muy difícil. Todos los cubanos somos posibles emigrantes.