La historia desconocida del Werwolf, la guerrilla nazi que operó en el final de la guerra

En sus últimos días, el Tercer Reich hizo un intento desesperado y lanzó un grupo partisano que buscaba entorpecer el avance enemigo sobre su territorio y castigar a los alemanes “colaboracionistas”

Compartir
Compartir articulo
Los nazis prepararon un manual de 80 páginas para instruir a los Werwolf
Los nazis prepararon un manual de 80 páginas para instruir a los Werwolf

La ocupación nazi de gran parte de Europa durante la Segunda Guerra Mundial provocó la reacción local y la aparición de movimientos de resistencia. Maquis, partisanos, la Armia Krajowa polaca, el ÚVOD checoslovaco, las Unidades Auxiliares británicas (estas últimas fueron una previsión del Reino Unido ante una posible invasión de las tropas del Tercer Reich) entre otros, son algunos de los nombres que rememoran aquella lucha contra los ejércitos de Adolf Hitler.

Pero, ¿qué ocurrió cuando la suerte cambió de lado y el imperio nazi se vio a su vez invadido por tropas extranjeras? ¿Surgió una resistencia popular alemana al margen de los combates de las tropas regulares? En el caso alemán, el movimiento de resistencia fue organizado desde el Estado y bautizado como Werwolf (hombres lobo). Si bien su accionar se vio limitado por la carencia de recursos que el Reich sufría a esa altura del conflicto y por las disputas entre facciones, típicas de cada nuevo proyecto nazi, los Werwolf provocaron daños considerables y directa o indirectamente, por su accionar se registraron centenares de muertes en el epílogo de la guerra, e incluso años después de su final.

El poeta y periodista alemán Hermann Löns, venerado por los nazis
El poeta y periodista alemán Hermann Löns, venerado por los nazis

En cuanto al nombre elegido para el movimiento de resistencia, los nazis volvieron a echar mano de episodios de la historia germana que les diera legitimidad a su causa. Los seguidores de Hitler eran adeptos a reinterpretar acontecimientos del pasado para ligarlos a la cosmovisión nacionalsocialista. El nombre Werwolf estaba inspirado en una novela del poeta y periodista Hermann Löns, Der Wehrwolf, ambientada en la Guerra de los Treinta Años. Löns, un nacionalista extremo que murió en 1914, era uno de los autores venerados por los nazis.

Los “hombres lobo” de la novela de Löns, publicada en 1910, estaban conducidos por un campesino llamado Harm Wulf, que junto a otros compañeros formó una guerrilla para vigilar los páramos de Lündberg. Se trataba de hombres honestos que habían dejado todo para organizarse y combatir a los invasores suecos. Löns aseguraba que si bien las acciones de Wulf y su grupo eran sangrientas y parecían crueles, representaban la justicia popular en un marco de desmoronamiento de la ley y el orden. Conceptos que parecían caer como anillo al dedo a los dirigentes nazis, que veían su territorio invadido y reducido a escombros por los permanentes bombardeos enemigos.

La novela de 1910 escrita por Löns, inspiradora de la guerrilla nazi
La novela de 1910 escrita por Löns, inspiradora de la guerrilla nazi

Cuando los nazis lanzaron en 1944 el movimiento Werwolf, la obra de Löns fue reimpresa en una “edición especial” costeada por la cancillería del NSDAP (partido nazi) destinada a la lectura por parte de los milicianos de la flamante guerrilla. Lo mismo ocurrió con los diarios alemanes, que citaban pasajes del escrito, aunque en este caso estaban dirigidos al “beneficio del público general”.

En cuanto a la idea de lanzar la guerrilla nazi, se remonta a los primeros meses de 1944, cuando oficiales de la Landeschutz (guardia nacional) y miembros de las Waffen-SS discutieron sobre organizar grupos de resistencia en los territorios nacionales que empezaran a ser ocupados por los Aliados occidentales o los soviéticos. Con ese fin, se formó un comité secreto de investigación, compuesto por sociólogos, historiadores y expertos en contrainteligencia. Incluso mandaron observadores al levantamiento de Varsovia para ver cómo funcionaba el Ejército Nacional Polaco que luchaba contra el opresor nazi. En una primera instancia, Heinrich Himmler, jefe de las SS, dispuso la descentralización de la incipiente guerrilla, ya que la unidad geográfica alemana se descomponía día a día. De esta manera, la organización Werwolf fue montada alrededor de las estructuras locales, comandadas por los HSSPf, jefes superiores de seguridad, que tenían a cargo a la Policía y a las SS. Sin embargo, poco después se hizo necesario nombrar a un jefe superior, alguien que coordinase las operaciones Werwolf en todo el Reich, y el elegido fue Hans Adolf Prützmann, nombrado el 19 de noviembre de 1944 como Generalinspekteur für Spezialabwehr (Inspector general de defensa especial, dependiente del Reichsführer Himmler). Prützmann, que había estudiado las tácticas de guerrilla rusa durante su destino en Ucrania, fue llamado a Berlín e instaló su cuartel general en un tren especial camuflado que fue bautizado Krista. Sus órdenes eran claras: el Werwolf debía poner en práctica una guerra de guerrillas que dificulte las operaciones del enemigo que penetraba en territorio del Reich, pero también debía controlar la actitud de los compatriotas que colaboraban con los invasores, combatir sin cuartel al “derrotismo”.

Heinrich Himmler y Hans Adolf Prützmann, quien quedó a cargo del movimiento Werwolf
Heinrich Himmler y Hans Adolf Prützmann, quien quedó a cargo del movimiento Werwolf

Otro oficial que fue invitado a participar de la dirección del proyecto fue el coronel de las Waffen SS Otto Skorzeny, especialista en operaciones especiales, y uno de los militares favoritos de Hitler. En uno de sus libros de memorias, Skorzeny contó que en noviembre de 1944, mientras realizaba los preparativos para la inminente ofensiva de Las Ardenas, fue convocado por Himmler a su cuartel general instalado en Hohenlychen para ser informado del proyecto Werwolf. Allí, junto a Prützmann y otros militares de alto rango de la SS, Himmler le dijo que buscaban “crear y organizar un movimiento de resistencia en Alemania”. Según Skorzeny, desde el primer momento se mostró escéptico sobre las posibilidades de éxito del plan.

Y explicó las razones: “Yo no puedo creer en la eficacia de este Werwolf por la sencilla razón de que todo movimiento de resistencia debe ser organizado en vastas extensiones, tener fines políticos realistas y constructivos proclamados y, sobre todo, ser sostenido y apoyado con poderosos medios”.

Además, según Skorzeny, “el Werwolf hubiera desencadenado sangrientas represalias por parte de los ejércitos de ocupación enemigos, sin que el país pudiese sacar el menor beneficio de tal resistencia”. Esto efectivamente ocurrió, sobre todo en el epílogo de la guerra y tras su finalización, cuando continuaron los actos de sabotaje.

El coronel Otto Skorzeny declinó participar del proyecto Werwolf
El coronel Otto Skorzeny declinó participar del proyecto Werwolf

Entonces, Skorzeny logró convencer a Himmler de no participar del proyecto. “Yo no creía en Werwolf y pedí insistentemente a Himmler que el campo de actividad de mis unidades se fijase fuera de los diversos frentes alemanes. El Reichsführer consintió y fue el general Prützmann el encargado de organizar el movimiento”, recordó Skorzeny en el libro Mis memorias secretas, la guerra desconocida.

En un principio, los reclutas del Werwolf provenían de las Waffen-SS, el ejército, las Juventudes Hitlerianas, la Gendarmería y la Gestapo. Pero el paso del tiempo, la agudización de la crisis militar y la acuciante escasez de recursos, hicieron que los aspirantes sean cada vez más jóvenes y finalmente fueron muchos los chicos que terminaron poniendo el cuerpo y su propia vida, la mayoría de las veces inútilmente.

A la falta de recursos y tiempo se sumó la feroz interna de la jerarquía nazi. A poco de andar el proyecto, los numerosos grupos y personalidades que formaban el monumental despliegue burocrático del Tercer Reich empezaran a involucrarse en el movimiento Werwolf, tal como ocurría asiduamente con todas las nuevas iniciativas del imperio hitleriano. Así, casi en paralelo a los “hombres lobo” de Prützmann, surgió el proyecto Nussknacker (cascanueces), impulsado por Arthur Axmann, líder las Juventudes Hitlerianas. Su idea era que los mayores de 14 años de su organización comiencen a recibir instrucción pensando en la guerra de guerrillas. Finalmente, el proyecto fue absorbido en enero de 1945 por el grupo de Prützmann. Más allá de esto, aquellos chicos que no habían recibido entrenamiento, ya sea por falta de tiempo o porque tenían menos de 14 años, fueron alentados a realizar acciones de sabotaje.

Joseph Goebbels convenció a Hitler de intervenir en el proyecto Werwolf
Joseph Goebbels convenció a Hitler de intervenir en el proyecto Werwolf

Otra personalidad del Reich que vio una oportunidad e intervino en el asunto Werwolf fue el ministro de Propaganda Joseph Goebbels. En su afán de explotar hasta el último recurso humano en pos de la victoria nazi, el Dr. Goebbels ya tenía bajo su órbita, desde octubre de 1944, el Volkssturm (tormenta del pueblo), una milicia creada para reclutar a todos los hombres aptos entre 15 y 65 años. Ahora buscaba sumar a su órbita de control a los Werwolf.

Durante los primeros meses de 1944, Goebbels era reacio a informar sobre actividades de resistencia nazi, ya que consideraba mejor afirmar que la Wehrmacht contaba todavía con la fuerza necesaria para defender las fronteras de la patria. Sin embargo, los hechos se precipitaron y Goebbels cambió de parecer apremiado por la cruda realidad. El 30 de marzo de 1945, cuando el Tercer Reich transitaba sus últimos días, Goebbels escribió en su diario que ahora se ocupaba “mucho de la denominada Aktion Werwolf”.

Instrucciones del Manual para los Werwolf
Instrucciones del Manual para los Werwolf

“Esta Aktion Werwolf debe dar impulso a nuestra actividad partisana en los territorios ocupados por el enemigo. Esta actividad partisana todavía no ha empezado a funcionar bien de ninguna manera. Sólo aquí y allá se registran acciones visibles aisladas, como por ejemplo el fusilamiento del alcalde de Aquisgrán designado por los americanos; pero de momento aún no se observa una actividad sistemática. Me gustaría encargarme de dirigir esta actividad partisana y, llegado el caso, le pediré al Führer los poderes necesarios”, agregó.

Hitler respondió de manera positiva al pedido de su ministro de Propaganda. “También mis explicaciones sobre la organización Werwolf y su propaganda le satisfacen mucho (a Hitler). Le prometo que a la mayor brevedad aumentaré la actividad partisana en los territorios occidentales ocupados”, escribió Goebbels el 31 de marzo. Al día siguiente, 1 de abril de 1945, lanzó Radio Werwolf. “Todo bolchevique, todo inglés, todo estadounidense que pise nuestro suelo deberá convertirse en objetivo de nuestro movimiento (...) Cualquier alemán que se ponga al servicio del enemigo y colabore con él, sentirá el peso de nuestro brazo vengador (...) Para nosotros sólo queda un lema: ‘Conquista o muerte’”, sostuvo la primera proclama.

Martin Bormann junto a Adolf Hitler. El poderoso secretario también buscó sacar provecho del proyecto de guerrilla nazi
Martin Bormann junto a Adolf Hitler. El poderoso secretario también buscó sacar provecho del proyecto de guerrilla nazi

Las protestas de las SS por la intromisión fueron en vano y Goebbels puso toda su artillería mediática al servicio de la “causa Werwolf”, aunque esto no se trasladó en acciones concretas, sino sólo en propaganda. El propio Goebbels consignó en su diario el 3 de abril: “Sé que en estos momentos el movimiento Werwolf no registra todavía mucha actividad. Sin embargo, sigo con la enérgica propaganda al respecto. También quiero pasar poco a poco a encargarme de la organización del movimiento Werwolf. Se debe dirigir con algo de temperamento y entusiasmo. No puede ser solo cuestión de organización por parte del servicio de seguridad. Con organización ahora ya no se consigue mucho. Para eso ya está el momento demasiado avanzado”.

Otro jerarca que se entrometió en el proyecto Werwolf fue Martin Bormann, jefe de la Cancillería del partido nazi y secretario personal de Hitler. Logró acordar con Himmler que los Gauleiter (los jefes nazis de cada distrito) nombraran un reclutador de guerrilleros en sus Gau. Esas “tropas frescas” saldrían de entre la masa de refugiados que huían de los territorios recién ocupados por el enemigo.

Una imagen del manual Werwolf
Una imagen del manual Werwolf

Entrenamiento

Las instrucciones para los partisanos nazis estaban condensadas en un manual de 80 páginas, titulado “Werwolf: consejos para las unidades especiales”. Estaba redactado de manera clara y breve. En paralelo, los aspirantes debían realizar un curso de dos o tres semanas de ejercicios físicos e instrucción de armas, manipulación de explosivos y sabotaje, aunque fueron pocos los que completaron este entrenamiento.

En el manual, se explicaba cómo realizar los llamados “sabotajes fríos”, ataques a las comunicaciones e instalaciones enemigas. Un clásico fue el corte de cables de teléfonos de campaña para interrumpir las comunicaciones, algo fácil de realizar y que generaba un verdadero dolor de cabeza a los Aliados. Otros sabotajes sugerido eran el intentar inutilizar los vehículos, echando azúcar, arena o agua en los depósitos de combustible, y bloquear las rutas o vías férreas talando árboles. También recomendaba esparcir clavos para pinchar ruedas.

Luego estaban los “sabotajes calientes”, que consistían en la colocación de explosivos -mucho del material usado había sido capturado a la resistencia antialemana-, el asesinato de centinelas o soldados enemigos, y el envenenamiento de comidas y bebidas.

Prützmann, hombre de las SS, debía coordinar el movimiento Werwolf, algo difícil por la competencia interna de las distinas áreas y jerarcas del Tercer Reich
Prützmann, hombre de las SS, debía coordinar el movimiento Werwolf, algo difícil por la competencia interna de las distinas áreas y jerarcas del Tercer Reich

Con el paso del tiempo y la carencia de hombres, la edad de los Werwolf se redujo y el movimiento empezó a nutrirse cada vez más de chicos de las Hitlerjugend. Muchas veces, estos eran enviados a zonas seleccionadas a enterrar explosivos para usar en el futuro. Debían contactar con los jefes del partido a nivel local para los albergue y les de alimento. La aceleración de los tiempos conspiró contra la instrucción, que terminó siendo muy básica en la mayoría de los casos.

En paralelo y más allá de la pelea entre distintas áreas y organizaciones del gobierno para controlar a los Werwolf, la mayoría de los burócratas y los militares se oponían, porque aseguraban que la guerra de guerrillas no representaba el “espíritu alemán”.

El final

El 21 de abril de 1945, cuando muchos funcionarios nazis buscaban firmar los papeles que los autoricen a huir del asediado Berlín, la Radio Werwolf hizo un nuevo llamamiento, destinado a los oyentes de la capital del Reich y Brandenburgo: “El Führer no ha huido al sur del país: continúa en la capital, y junto a él se encuentran aquellos que él considera dignos de luchar a su lado en esta hora histórica. En este momento, soldados y oficiales del frente, no sólo están peleando en la batalla final y más decisiva del Reich, sino también coronando la revolución nacionalsocialista. Sólo se han quedado los revolucionarios dispuestos a luchar de un modo inflexible”. Dos días más tarde, la emisora fue tomada por los rusos en su avance hacia Berlín y a partir ese momento, los llamados a seguir combatiendo fueron por onda corta o por folletos.

Oficialmente, el movimiento Werwolf llegó a su fin el 5 de mayo de 1945, con Hitler ya muerto, cuando el Gran Almirante Karl Doenitz, nombrado sucesor por el Führer, lo canceló, pensando en el futuro de las negociaciones políticas que llevaba adelante con las potencias vencedoras. Doenitz quería ganar tiempo para evacuar a la mayor cantidad de soldados posible del frente oriental, extraerlos de manos de los rusos, mientras mantenía la llamativa idea de que los Aliados occidentales le permitirían seguir gestionando en la postguerra los restos humeantes del Reich.

Karl Doenitz, sucesor de Hitler. Ordenó poner fin a la guerrilla nazi, pero esta siguió un tiempo más
Karl Doenitz, sucesor de Hitler. Ordenó poner fin a la guerrilla nazi, pero esta siguió un tiempo más

“En virtud de la tregua proclamada, pido a todos los hombres y mujeres alemanas que se abstengan de llevar a cabo cualquier actividad guerrillera clandestina, ya sea en el Werwolf o en cualquier organización, en los territorios occidentales ocupados”. La comunicación de Doenitz no hacía mención al frente oriental.

Pese a esto y al fin del conflicto bélico, los actos de sabotaje de inspiración Werwolf continuaron hasta el año 1949. En esos primeros años de la postguerra, las acciones de resistencia ya no tuvieron tanto un tono reivindicativo del nazismo, sino que más bien se trataba de saboteadores disconformes con algunas medidas de los ocupantes, o de adolescentes que padecían las duras condiciones de vida y formaron pequeñas bandas que se dedicaban al pillaje.

En cuanto a los efectos concretos del movimiento Werwolf, se contabilizaron más de mil muertes por sus acciones o consecuencias -tomando en cuenta la guerra y los años posteriores-, pero en muchos casos los más afectados fueron los mismos ciudadanos alemanes, debido a las represalias que los Aliados tomaron para castigar los sabotajes. De hecho, las fuerzas de ocupación accionaron sobre poblaciones alemanas enteras a modo de advertencia por los daños sufridos a manos de los Werwolf.

El Werwolf se terminó nutriendo cada vez más de jóvenes y niños
El Werwolf se terminó nutriendo cada vez más de jóvenes y niños

Lo mismo puede decirse de la intimidación de la guerrilla nazi a civiles alemanes por su supuesta colaboración con los ocupantes y del asesinato de algunos alcaldes alemanes que habían sido colocados en sus puestos por las autoridades aliadas, como los de Aquisgrán y Krankenhagen. Los Werwolf, estimulados por Goebbels, creían que aplicando métodos de terror contra sus propios ciudadanos, evitarían que otras personas, que ya estaban hartas de la guerra, vieran con alivio la entrada de los tanques americanos e ingleses en sus pueblos.

Más allá de su fanatismo público, el propio Goebbels sabía lo que estaba sucediendo, y así lo expresó en su diario, el 30 de marzo de 1945. “Al oeste, la situación militar está marcada principalmente por el decaimiento de la moral, tanto de la población civil como de las tropas. Este decaimiento supone para nosotros un gran peligro, pues un pueblo y una tropa que ya no estén dispuestos a combatir no podrán salvarse por muy grandes que sean los refuerzos de armas y soldados”, se sinceró en aquellos últimos días del Tercer Reich.