¿Qué rincón del planeta tiene a la gente más cálida y acogedora? "Te diría que Siria", suelta Juan Pablo Villarino (40), con la autoridad que le confiere su asombroso currículum. Es que él estuvo allí, conviviendo y absorbiendo sus costumbres, palpando de primera mano una realidad que se nos presenta lejana.
Como lo hizo en 89 países y territorios más, para luego compartir sus vivencias en un blog (acrobatadelcamino.com), en libros (Vagabundeando en el Eje del Mal, Caminos invisibles y Un tango en Tibet) y en cuanta entrevista concede por allí. La que más ruido produjo es la que The New York Times publicó en marzo de este año, consagrando a Villarino como "el mejor mochilero del mundo", un mote divertido que le hace honor a su trayectoria.
Desde hace 13 años, este marplatense recorre el mundo haciendo dedo, con poco dinero en el bolsillo y la libreta de apuntes siempre lista. "Viajo para documentar la hospitalidad de las culturas más remotas y derribar estereotipos. A través de la literatura se pueden desmitificar ciertas cosas", explica.
–¿Cómo fue el origen de esta apasionante aventura?
–Fue en medio de la crisis de 2001, cuando estaba en tercer año de Psicología. Ya había viajado por Argentina y Europa y, bueno, quería comprobar si era universal esto de viajar a dedo, si daba lo mismo hacerlo por la Pampa que por Medio Oriente. En esa época se sucedieron dos hechos clave: el estallido social en la Argentina y el ataque a las Torres Gemelas. Cada evento me aportó algo. La crisis puso en duda la estabilidad económica que podía tener acá: ya no me parecía tan terrible si me iba. Y lo de las Torres consolidó ese discurso sobre el supuesto "Eje del Mal". Quise viajar para contrarrestar lo que se dice sobre estos pueblos y renovar mi fe en la Humanidad.
–Sos un muchacho de clase media, ¿no?
–Sí, totalmente. Mi mamá es docente y mi viejo vendía repuestos de moto, hasta que se fundió en los 90'.
–Viajás con muy poca plata.
–Arranqué en Irlanda: ahí estuve un año y medio, ahorrando. Después me largué, siempre a dedo. Y te digo: es más barato viajar así que vivir en Buenos Aires. Tampoco es algo para todo el mundo, ni una fórmula de la felicidad. Hay que estar preparado para dejar afectos, tu zona de confort… Pero yo soy feliz.
–Y en medio de tus aventuras encontraste a tu compañera de ruta.
–No estaba en los planes. Con Laura (Lazzarino) nos cruzamos a través de Internet (ella tiene un blog también: losviajesdenena.com) y empezamos a hablar de lo que nos sucede con este estilo de vida. Después de cuatro meses de mails, decidimos conocernos en Salta, en los Valles Calchaquíes, y allí fue muy claro que teníamos que hacer el viaje juntos.
–¿Cuáles son los lugares más bellos que visitaste?
–El Tibet y la Antártida.
–Contame esta última experiencia.
–Estábamos en Ushuaia con Laura y nos enteramos de que había barcos que iban para allá, pero el ticket valía 4.000 dólares. Hablamos con todo el mundo, a ver quién nos llevaba, pero nada. Después de 20 días conocimos a la gerente de una empresa de cruceros. La mujer era alemana y justo habían publicado mi historia en un diario de su país. Le explicamos el proyecto y se copó. ¡Habíamos llegado en la cabina de un camión y ahora viajábamos en un crucero!
–Tu último periplo fue al Africa.
–¡Todavía lo estoy elaborando! Hay muchas Africas, no es un solo país. Nairobi, en Kenia, parece el Microcentro porteño. Nos enamoró Tanzania: tiene mil kilómetros de playa virgen con palmeras. Su cultura, que comparte con Kenia y Uganda, es muy rica. Luego vas a Ruanda y no tiene nada que ver: parece Europa. Y eso que pasaron por un genocidio. Africa inspira temor en mucha gente, pero en 15 meses nunca nos robaron. Jamás.
–¿Hay algo que te quede pendiente?
–¡Mucho! Rusia, Mongolia, tomar el Transiberiano, ir a la parte occidental de Africa… Y Oceanía, claro.
–Para un nómade como vos es una pregunta un poco absurda… pero ahí va: ¿cuál es tu lugar en el mundo?
–Ja. Cualquier banquina del planeta donde pueda estar con mi mochila puesta haciendo dedo.
Por Eduardo Bejuk
Fotos: Album personal de J.P.V.
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