Crítica | ‘El caso Asunta’: Cuando un crimen real se convierte en telenovela tramposa y oportunista

La miniserie de Netflix utiliza el morbo para ofrecer un producto superficial con tendencia al sensacionalismo en el que los actores forman parte de una pantomima cercana a la ‘sitcom’

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Tráiler oficial de 'El caso Asunta'.

El caso asunta se presenta como una miniserie de prestigio, con el gran reclamo de tener a una gran actriz como Candela Peña en un papel tan incómodo como el de Rosario Porto, condenada por el asesinato de su hija adoptiva.

Detrás de este nuevo producto de Netflix se encuentra Ramón Campos, que ha sido responsable de rescatar buena parte de la crónica negra de nuestro país a través de trabajos documentales que han contribuido a escarbar en la trastienda de crímenes que han convulsionado la opinión pública, véase el caso Alcàsser. De hecho, ya se acercó a el caso Asunta en una miniserie dirigida por León Siminiani.

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Pero, Ramón Campos, a través de la productora Bambú, también está está detrás de esos culebrones ‘deluxe’ que han acaparado las plataformas desde su gran desembarco en nuestro país, desde Velvet a Grand Hotel, pasando por Las chicas del cable.

Cuando el ‘true crime’ se convierte en culebrón enfático

¿Y qué es El caso Asunta? Precisamente eso, una mezcla entre estas dos vertientes, la del ‘true crime’ y la de la telenovela. O, lo que es lo mismo, la conjunción entre lo escabroso y lo superficial, entre el morbo y lo inane.

Candela Peña como Rosario Porto en 'El caso Asunta' (Crédito: Neflix)
Candela Peña como Rosario Porto en 'El caso Asunta' (Crédito: Neflix)

En efecto, el ‘true crime’ se trata de un género resbaladizo a la hora de ponerlo en imágenes. ¿Cómo hacerlo bien? Es difícil. Hay aproximaciones recientes, como El cuerpo en llamas, que utilizaron el distanciamiento para generar un dispositivo a su alrededor. No importa que no entendamos a los personajes, porque no tenemos por qué hacerlo. La duda, la incomodidad, y el retorcimiento, forman parte del juego.

Pero esto no ocurre en El caso Asunta. Aquí lo que se hace es un ejercicio completamente diferente que pretende pasar por verdadero lo que solo es ficción y, por lo tanto, pertenece al terreno de la subjetividad y la especulación.

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Y eso se nota en la forma en la que se aborda el personaje de Rosario Porto, a través de un mecanismo de blanqueamiento realmente pernicioso en el que se busca la complicidad del espectador a la hora de convertirla en una víctima del sistema, algo que se lleva a las últimas consecuencias sin ningún tipo de pudor.

Sensacionalismo y pelucas

Sin embargo, que sea una serie moralmente cuestionable ya es lo de menos, aquí tampoco somos jueces al respecto. El problema de El caso Asunta es que es una serie plana, sin aristas, que no esconde ningún tipo de reflexión. ¿Qué nos quiere en realidad contar? ¿Para qué este despliegue digno de un tabloide sensacionalista?

Candela Peña y María León en 'El caso Asunta' (Crédito: Netfix)
Candela Peña y María León en 'El caso Asunta' (Crédito: Netfix)

Parece que, de lo que se trata, es de dar al espectador pan y circo (y ‘boogie movie’). De jugar con la verdad y el fingimiento, con el engaño y el disparate. Porque lo que hace El caso Asunta es una reescritura oportunista de un crimen terrible y el resultado es un artefacto tramposo.

Tampoco ayuda en absoluto las interpretaciones paródicas y totalmente afectadas, los pelucones y las caracterizaciones, los acentos exacerbados propios de una ‘sitcom’ y cómo se les da rienda a los actores para que monten un espectáculo cercano a la pantomima.

Candela Peña está sobreactuada, Tristán Ulloa mantiene las formas, y todo lo que ocurre a su alrededor, los policías, los abogados, no dejan impronta ni poso, porque todo forma parte de un espectáculo en el que domina la epidermis por encima de cualquier tuétano.