Carlos Sainz cruza los dedos para que la mala suerte no le deje sin Dakar: troncos, ovejas, parones, barrancos...

A punto de conseguir su cuarto Touareg, el piloto español intenta mantener la sangre fría ante la última etapa de la prueba, sabedor como nadie de que los infortunios pueden aparecer en cualquier momento: “Las carreras hay que acabarlas”

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Carlos Sainz este jueves en el Dakar (REUTERS/Hamad I Mohammed)
Carlos Sainz este jueves en el Dakar (REUTERS/Hamad I Mohammed)

Carlos Sainz ya ve la línea de meta del Dakar 2024 en el horizonte. Y con ella, el que sería su cuarto triunfo en el rally más duro que existe, matemático al aventajar en más de una hora y media a otra leyenda del motor como Sebastien Loeb, su máximo rival. Todo parece dispuesto para que repita la victoria que se apuntó en 2010, 2018 y 2020. Cada una con un coche distinto: Volkswagen, Peugeot y Mini. Será con Audi con quien espera llevarse un Touareg más a casa. Pero eso no sucederá, como él mismo quiere dejar claro, hasta este viernes: alzar las campanas al vuelo no va con él, dado el historial de infortunios que ha acumulado a lo largo de su carrera.

“La experiencia me dice que las carreras hay que acabarlas”, declaró el piloto español a unas horas de afrontar la última y decisiva etapa. Una ante la que sólo puede cruzar los dedos para esquivar cualquier tipo de problema que pudiera afectarle. “Hay que seguir con la misma rutina, concentradísimos y sin cambiar nada. Si hasta aquí todo ha ido bien, seguiremos haciendo lo mismo”, confía Sainz. Sólo con esa mentalidad podrá esquivar la mala suerte que ya le dejó fuera de juego anteriormente tanto en el Dakar como en el Mundial de Rallys, que ganó dos veces (1990 y 1992)… y perdió algunas más.

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Sainz durante la etapa 11 del Dakar (EFE/EPA/Aaron Wishart)
Sainz durante la etapa 11 del Dakar (EFE/EPA/Aaron Wishart)

De una transmisión rota al famoso “Trata de arrancarlo”

Carlos Sainz compitió en el WRC entre 1987 y 2005, con 26 victorias y 97 podios en 196 carreras. Durante esos 18 años en la élite, las escenas desafortunadas se convirtieron en algo recurrente para él. La primera sucedió en 1989, cuando se encontraba a apenas dos tramos de proclamarse campeón del mundo en el Rally de Gran Bretaña. Entonces, la transmisión de su coche se rompió y no tuvo más remedio que abandonar.

La mala experiencia en tierras británicas se dio hasta en dos ocasiones más, en las que el campeonato se le volvió a escapar. En 1991, la junta de la culata del Toyota que conducía se fue al traste. En 1994, se salió de pista por la desconcentración que le produjo esquivar unos troncos inmediatamente antes, en una curva. Ahí llegó la primera frase célebre entre él y su copiloto en ese momento, Luis Moya: “La cagamos, Luis”.

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El siguiente episodio a lamentar aconteció en 1997, en el Rally de Nueva Zelanda, cuando el atropello a una oveja conllevó su abandono en la carrera con la que concluía la temporada. Al año siguiente, 1998, llegaría el suceso dramático por excelencia que ha protagonizado Sainz. Otra vez, por increíble que parezca, en Inglaterra: su vehículo se paró cuando le faltaban 500 metros para cruzar la meta y volver a ganar el Mundial, propiciando el archiconocido “Trata de arrancarlo, Carlos, por Dios”.

Ya no gozaría de más ocasiones claras para reinar en el WRC. Lo cual no quita para que viviese hasta dos peripecias desgraciadas más. En 2001, con el atropello a un grupo de espectadores mal situados. En 2003, con un cortocircuito en los cables de la cámara de televisión que llevaba en el coche, que le despistó e hizo que se saliese de la carretera. Todo ocurrió, cómo no, en el Rally de Gran Bretaña.

El Dakar no escapa al infortunio de Sainz

Cuando el madrileño se convirtió en un asiduo de las dunas, el mal fario no dejó de acompañarle. En 2009, parecía predestinado a ganar su primer Dakar, pero el sueño se fue al traste al caer por un barranco de unos cuatro metros cuando quedaban tres días para la conclusión. En 2011, perdió todas sus opciones al destrozar la suspensión delantera por caer en un socavón. En 2013, sufrió una avería seguida de una fuga de gasolina, que llevaron a que estuviese más de 40 minutos parado y a que le remolcasen hasta meta: acabó retirándose dos días después, al decir ‘basta’ su motor.

Aún hay más. En 2014, un accidente por el que dio dos vueltas de campana dejó su coche totalmente inservible y provocó que abandonase. En 2015, más de lo mismo: chocó contra una roca y acabó volcado, retirándose. En 2016, se le averió la carcasa del cambio de forma fatal y yendo líder. Con el liderato de por medio también en 2017, otro accidente duro en un terraplén motivó que no pudiese continuar: iban cuatro abandonos consecutivos.

Carlos Sainz en el Dakar (EFE/EPA/Andrew Eaton)
Carlos Sainz en el Dakar (EFE/EPA/Andrew Eaton)

Tras años de mayor tregua, en los que al menos pudo completar el Dakar (eso sí, perdió más de tres horas por una avería en 2019), un nuevo accidente le apartó del evento desértico en 2023. Justo un día después de haberse adjudicado una etapa y cuando las opciones de entorchado se habían disipado, volcó sin remedio. 12 meses más tarde, ningún percance, de mayor o menor entidad, ha podido con Carlos Sainz. ¿Objetivo? Que la dinámica se mantenga, como sea, en la jornada definitiva.