Edutubers: ¿qué pueden aprender los docentes de los youtubers que enseñan?

Algunos suben videos solo para sus alumnos de la escuela o la universidad, otros tienen miles de seguidores. Francisco Albarello, doctor en Comunicación, asegura que el gran secreto de estos “educadores 2.0″ no es usar complejos recursos audiovisuales, sino explicar bien

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Francisco Albarello es doctor en Comunicación Social y enseña en las universidades Austral, de San Martín (UNSAM) y del Salvador (USAL).
Francisco Albarello es doctor en Comunicación Social y enseña en las universidades Austral, de San Martín (UNSAM) y del Salvador (USAL).

Félix Díaz suma 225.000 suscriptores en Youtube. En su canal, “Resúmenes Entelekia”, no habla de las desventuras de Wanda o Tini ni analiza el último drama de Gran Hermano, sino que presenta conceptos y autores clave de las ciencias sociales. Rodrigo Robles es profesor de Geografía en escuelas secundarias, en la Universidad Nacional Guillermo Brown... y en Youtube, donde tiene su canal “El Profe Robles”. Samanta Bologna es docente de Matemática y abrió su canal en 2018; su video más reciente explica la definición de “derivada”.

Félix, Rodrigo y Samanta son edutubers: youtubers que crean contenidos educativos, docentes que enseñan en Youtube. Representan un fenómeno creciente, en Argentina y en el mundo: el de los “docentes 2.0″, a veces considerados influencers de la enseñanza. Algunos suben videos solo para sus alumnos de la escuela o la universidad, otros tienen miles de seguidores. Enseñan por medio de contenidos audiovisuales y, del otro lado, los sigue una comunidad que aprende de ellos.

En el libro Edutubers. Docentes en pantallas (Tilde Editora), tres investigadores de la Universidad del Salvador –Francisco Albarello, Francisco Arri y Ana Laura García Luna– entrevistan a 8 edutubers argentinos y analizan sus videos, para entender esta modalidad de enseñanza que recupera prácticas tradicionales en nuevos canales, y que se vio potenciada por la pandemia.

Francisco Albarello conversó con Infobae sobre los hallazgos de su investigación. Doctor en Comunicación, investigador y director del doctorado en Comunicación Social de la Universidad Austral y director de la maestría en Educación, Lenguajes y Medios de la Universidad Nacional de San Martín, Albarello explica que el gran secreto de los edutubers no es usar sofisticados recursos audiovisuales: lo que más valoran sus alumnos-espectadores es que sean docentes que “expliquen bien”.

–¿Por qué decidieron investigar sobre los edutubers? ¿Qué les llamó la atención del fenómeno?

–El libro es producto de una investigación académica que hicimos en la Universidad del Salvador junto con Francisco Arri y Ana Laura García Luna. Ya habíamos hecho otro trabajo sobre los booktubers, porque nos interesa focalizarnos en experiencias novedosas de creación de contenido. En el caso de los booktubers, son jóvenes que presentan resúmenes, reseñas y comentarios de libros en Youtube; hoy por hoy están también los booktokers y los bookstagrammers. En la Feria del Libro convocan un montón de gente, más que autores consagrados. Son los influencers de la lectura.

Haciendo ese trabajo nos enteramos de la existencia de los edutubers, después leímos una tesis de un doctorando ecuatoriano sobre el tema, pero no había ningún estudio en Argentina. Hicimos entrevistas en profundidad a 8 edutubers argentinos de distintas disciplinas, de nivel secundario y universitario. Nos interesó porque este es un fenómeno que aparece por fuera del sistema educativo, pero que nos permite repensar la enseñanza y el aprendizaje a partir de la lógica de los “creadores de contenido”. En este caso particular, nos interesaba el cruce entre creadores de contenido y docentes.

Rodrigo Robles es profesor de Geografía en escuelas secundarias y en la Universidad Nacional Guillermo Brown. Su canal de Youtube se llama “El Profe Robles”.
Rodrigo Robles es profesor de Geografía en escuelas secundarias y en la Universidad Nacional Guillermo Brown. Su canal de Youtube se llama “El Profe Robles”.

–La lista de los entrevistados es heterogénea: de Daniel Sabsay a Walter Sosa Escudero, del Derecho a la Estadística pasando por la Geografía y la Matemática. Más allá de esa diversidad de perfiles y disciplinas, ¿qué factores comunes encontraron en los edutubers?

–Aclaro que es una muestra cualitativa, exploratoria; no es una representación de todos los edutubers de Argentina o de habla hispana. Dentro de esta diversidad, algo que vemos en común es que son docentes expertos en su materia, que provienen del sistema formal de enseñanza (la universidad o la escuela secundaria). Básicamente, son docentes que explican bien, es decir, se destacan por sus competencias comunicacionales. Ellos toman esta actividad como una forma de expandir sus clases: sienten que les queda corta la clase presencial o sincrónica, y empiezan a hacer videos por la necesidad de apuntar a sus estudiantes que no entienden algunos conceptos. Graban los videos para que sus estudiantes los puedan ver una y otra vez.

En algunos casos, siguen la propuesta pedagógica del aula invertida o flipped classroom, que consiste en ver la teoría en casa, para aprovechar la clase para las preguntas y la discusión. En general empezaron intuitivamente, y descubrieron que grabando videos y dejándoselos disponibles a sus estudiantes, podían asegurarse de que ellos entendieran. Fueron aprendiendo sobre la marcha: otro rasgo común es que son autodidactas a los que les gusta experimentar. Vieron en esta herramienta una oportunidad de expandir su enseñanza y salir de su zona de confort. Aprendieron a usar los softwares, la cámara y el micrófono mirando tutoriales e inspirándose en otros que hacían algo parecido. Algunos empezaron antes de 2020, pero para la mayoría la pandemia fue el gran catalizador.

–¿Quién es el público de estos edutubers? ¿Son estudiantes que buscan en los videos un complemento de las clases presenciales, o usuarios aficionados que no participan de una instancia de aprendizaje “formal”?

–En principio, el público son sus estudiantes. Por ejemplo, para el caso de Félix Díaz, sus estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, o para Walter Sosa Escudero, sus alumnos de la Universidad de San Andrés. Pero en general lo que va pasando es que ese público se amplía. Parafraseando a Marshall McLuhan, nosotros hablamos del “aula sin muros” (el autor aludía con esta metáfora a los aprendizajes informales de los estudiantes al mirar televisión). Los edutubers no son solo docentes, sino también creadores de contenido que construyen su comunidad. Esas comunidades están compuestas por grupos diversos, pero en general se trata de estudiantes de algún sistema formal de enseñanza. Ellos lo definen como una puerta más de entrada al conocimiento: no es que el estudiante ve el video y con eso va a rendir el examen, sino que el video es una puerta hacia el texto, un acercamiento a un autor complejo.

Pero no solamente apuntan a estudiantes que buscan resolver alguna duda para un examen o que necesitan el resumen de un autor, sino también a personas con intereses puntuales, como la literatura de Borges o Deleuze y el cine. Entonces tienen un público más amplio, que no necesariamente tiene que validar algún conocimiento en un examen. En las entrevistas que les hicimos, algunos edutubers se definían como “divulgadores”. En ese sentido, exceden la frontera del aula y muestran cierto placer por transmitir el conocimiento y que otros aprendan.

Muchos de ellos disfrutan la relación con esas audiencias amplias, que les dejan comentarios como “Profe, gracias a tu explicación pude aprobar”. Y ese feedback es como un combustible para seguir haciendo videos, porque ven que el aporte sirve, entre tanto material de baja calidad o demasiado generalista que hay en internet. Uno puede ver en ellos como una vocación altruista de compartir conocimiento, y en ese sentido lo asimilamos al concepto de “ética hacker” del filósofo Pekka Himanen, que piensa en el hacker como aquel que tiene un conocimiento y lo comparte, y disfruta de tener cierta relevancia social por la cantidad de visitas, comentarios y likes. En general no persiguen un fin económico, más allá de que algunos sí buscan monetizar ese contenido.

Francisco Albarello, Francisco Arri y Ana Laura García Luna son los autores del libro "Edutubers. Docentes en pantallas", publicado por Tilde Editora.
Francisco Albarello, Francisco Arri y Ana Laura García Luna son los autores del libro "Edutubers. Docentes en pantallas", publicado por Tilde Editora.

–¿Qué es lo que hace a un buen edutuber? ¿Son buenos editores de video, se destacan por los recursos audiovisuales o por dar buenas clases expositivas? ¿Cuánto hay de saber técnico y cuánto de habilidad pedagógica?

–Nosotros empezamos el estudio con un prejuicio: creímos que nos íbamos a encontrar con videos innovadores, con un uso intensivo del lenguaje audiovisual, la edición, las transiciones. Pero descubrimos que la preocupación principal de ellos es el audio. “Lo importante es que se escuche claro”, nos dijeron. Y si uno analiza los videos, ve que básicamente son bustos parlantes, estilo Telescuela Técnica. En el caso de Matemática agregan alguna tabla o gráfico, pero básicamente lo que encontramos es que los videos son orales: una persona explicando.

También podemos decir que un buen edutuber sabe cómo nombrar su video, poner el título, la descripción, las palabras clave pensando en el SEO (la optimización para aparecer en los resultados de una búsqueda). Sin embargo, hemos hablado con gente que se dedica al desarrollo de contenidos audiovisuales para instancias educativas virtuales asincrónicas y nos dicen que lo que los estudiantes más valoran es un docente que explique bien. En definitiva, los usuarios buscan una voz humana que les explique algo que no entienden.

En ese sentido, los edutubers no se alejan mucho del modelo tradicional de la didáctica clásica y la explicación de un contenido cerrado. Pero en este caso, ese contenido puede ser consumido en cualquier contexto. Por eso nos parece interesante pensar cómo se puede relacionar en la enseñanza lo asincrónico con lo sincrónico –presencial o virtual–. ¿Qué cosas podemos dejar para la clase sincrónica? ¿Qué puede ir por afuera? Los edutubers nos invitan a repensar qué hacemos con nuestras clases. ¿Nos dedicamos a repetir una teoría que el estudiante puede ver afuera, o usamos la clase para ejercitar, hacer preguntas y debatir?

Hoy se cuestiona a la enseñanza porque las tecnologías hacen que la información esté disponible. Entonces, ¿qué sentido tiene reproducir esa información en la clase? Sin embargo, vemos que la figura del docente no pierde relevancia. La información está disponible en Google o en ChatGPT, pero los seguidores de los edutubers buscan un docente que les explique, un “mediador” entre ellos y la información. Los edutubers, surgidos por fuera del sistema educativo, nos muestran que el rol docente está vivito y coleando.

Rodrigo Sánchez Mariño estudió Cine y fue docente de Sonido y de Inglés. Desde enero de 2016 mantiene su canal “Estudio NOFi”, donde explica conceptos y autores en relación con el lenguaje audiovisual.
Rodrigo Sánchez Mariño estudió Cine y fue docente de Sonido y de Inglés. Desde enero de 2016 mantiene su canal “Estudio NOFi”, donde explica conceptos y autores en relación con el lenguaje audiovisual.

–¿Podríamos decir que la sobreinformación agudiza la necesidad de tener buenos docentes, entendidos ya no como transmisores de información, sino como mediadores o guías en el enorme caudal de contenido disponible online?

–El docente es como una brújula, porque si uno se pone a buscar información en internet, encuentra tanta que no sabe ni por dónde empezar. Es como un capitán que recorrió el camino antes que vos y te guía por la tormenta de la sobreinformación.

El formato de los edutubers no es tan innovador en términos didácticos, más bien responde a un esquema clásico. Pero lo interesante es cómo puede complementarse con una instancia sincrónica, donde los docentes podemos trabajar a partir de estos contenidos que Mariana Maggio llama “enlatados”. Entonces les pedís a los estudiantes que vean el video en sus casas y usás la clase para que, como dice Maggio, ahí pase algo irrepetible, que tiene que ver con la presencia de los alumnos, las preguntas, el clima, la discusión.

¿Para qué vale la pena, sobre todo después de la pandemia, que el estudiante viaje hasta la universidad a tener su clase, cuando tranquilamente puede ver un video o una grabación? La clase tiene que ser un lugar donde sucedan cosas, donde el estudiante se sienta interpelado, donde participe y se lo escuche, donde haya trabajo en grupo, donde haya circulación de la palabra. Si va a ser solo un docente hablando, para eso es mejor un video.

Félix Díaz es graduado de Ciencias de la Educación, docente del plan FinEs y de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Su canal “Resúmenes Entelekia” está dedicado a la divulgación de conceptos y autores de las Ciencias Sociales.
Félix Díaz es graduado de Ciencias de la Educación, docente del plan FinEs y de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Su canal “Resúmenes Entelekia” está dedicado a la divulgación de conceptos y autores de las Ciencias Sociales.

–¿Cuánto de la innovación pedagógica forzada por la pandemia persiste hoy? ¿Por qué parecen haber quedado a un lado los aprendizajes docentes de esos dos años?

–Como muchos colegas, pienso que la pandemia fue como un paréntesis, una interpelación didáctica. Tuvimos que virtualizar forzadamente nuestras prácticas de enseñanza. No siempre fue de la mejor manera, no hubo un replanteo didáctico de fondo. Pero creo que ahora volvimos un poco atrás. Ahí coincido con Mariana Maggio, que en su libro Híbrida. Enseñar en la universidad que no vimos venir plantea que la pandemia abrió una especie de portal, usando una analogía con la serie Dark. Estamos ahí: o nos quedamos merodeando en lo conocido, o nos damos la posibilidad de dar el salto. Siempre las generalizaciones son injustas, pero hoy uno ve una especie de retracción: “Eso fue una pesadilla, no quiero saber más nada, volvamos a lo presencial tradicional”. Creo que no terminamos de aprovechar lo que nos ofreció la pandemia como oportunidad, más allá de lo dramático que fue.

El corazón del oficio de enseñar se mantiene constante: es la clase. Pero una cosa es una clase expositiva de un saber cerrado, donde el estudiante no participa más que como oyente que anota y después reproduce en el examen lo anotado. Eso es volver atrás. En cambio, otra cosa muy distinta es una clase colaborativa, donde el conocimiento se construye en el momento, y donde podés proponer algo que se complete en una instancia asincrónica.

Lamentablemente, creo que muchos docentes han vivido la virtualidad como una instancia traumática a la que no quieren volver. El regreso a la presencialidad fue, en gran medida, un abandono de lo virtual. Creo que esa retracción es un error. Yo doy clases en las tres modalidades: presenciales, virtual y bimodal. Esta última me parece la más interesante, porque te permite tener lo mejor de los dos mundos.

Por un lado, creo que la pandemia nos hizo reconocer el valor de lo presencial, el contacto cara a cara, ver lo que sucede ahí con los estudiantes. Hay un montón de cosas que no se dan en una clase sincrónica, donde tengo un montón de ventanas con cámaras apagadas. La gente que se toma un tren o un colectivo y viaja hasta la universidad dedica su atención a estar en la clase, hay una decisión de estar ahí. Por otro lado, lo virtual también tiene una riqueza para explotar. Creo que la clave es poder tomar lo mejor de estos dos mundos.

Hay varios factores que pueden explicar esta marcha atrás. Para muchos docentes, la virtualidad fue vista como algo impuesto, no elegido, como cuando se incorporaron las netbooks en las escuelas. También está la falta de capacitación y la falta de estímulo económico, en un sistema donde en general solo se paga por la hora de clase dictada, entonces el docente no tiene tiempo para dedicarse por fuera de eso. De todos modos, creo que quedaron algunas semillitas por ahí.

Desde hace muchos años, Daniel Sabsay es profesor de Derecho Constitucional, Derecho Ambiental y Derecho Público en la UBA. En el contexto de la pandemia e impulsado por su hijo, decidió comenzar su canal de Youtube, dedicado a temas de Derecho Constitucional.
Desde hace muchos años, Daniel Sabsay es profesor de Derecho Constitucional, Derecho Ambiental y Derecho Público en la UBA. En el contexto de la pandemia e impulsado por su hijo, decidió comenzar su canal de Youtube, dedicado a temas de Derecho Constitucional.

–¿Qué puede aprender un docente de las prácticas de los edutubers?

–Creo que hay una expertise que desarrolla el edutuber que tiene que ver con la explicación. Ahí hay una condición que impone la plataforma: la brevedad. YouTube te penaliza los videos muy largos, aunque hay gente a la que le encanta escuchar una clase de una hora y media. Creo que lo que nos enseñan los edutubers es a planificar la explicación de modo tal de concentrarnos en lo esencial, porque hay mucho contenido curricular que está de más. Creo que tenemos que hacer explicaciones más breves, más concentradas, y aprovechar la clase para ejercitar, intercambiar y debatir.

Justamente la pandemia nos había obligado a definir cuáles eran los contenidos esenciales de nuestras materias, porque aún hay un enciclopedismo tremendo en la enseñanza, con programas larguísimos. Todavía pensamos que en la cantidad está la calidad, y no siempre es así.

Me parece que lo principal que puede aportar la práctica del edutuber a la docencia es hacer una buena selección, una curación de los conceptos más importantes. Esencialmente, el edutuber está preocupado por que el otro entienda. Y nos muestra algo central, que no cambió: el estudiante necesita escuchar a un docente que le hable.