El mercado negro de apuestas, un desafio por resolver para nuestro querido tenis

La gran cantidad de partidos, los numerosos puntos que se juegan en cada uno de ellos y, sobre todo, la vulnerabilidad de algunos de los más modestos protagonistas se convierten en un combo ideal para quienes operan en el tema de manera ilegal. Mientras tanto, algunas sanciones desnudan incongruencias en el mensaje

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Tal como está concebido, el tenis es un deporte cuyo sistema de puntuación puede tender al infinito. El solo hecho de que sea necesaria una diferencia de, al menos, dos puntos para definir un game, un set o un tie-break justifica la especie.

Sin embargo, solo se registra un partido oficial que no haya terminado: la final del abierto de Montecarlo de 1978 entre Jimmy Connors y Guillermo Vilas. Pero nada tuvo que ver el sistema de puntuación sino una amenaza de bomba que obligó a suspender el juego estando 6 a 6 en el primer set. El partido no se reanudó y los protagonistas se repartieron puntos y dólares.

La referencia al sistema de juego de este deporte es, en este caso, un puente para introducirnos en el universo de las apuestas deportivas, un fenómeno cada vez más influyente no sólo por los apostadores en sí sino por la gran cantidad de recursos económicos que aporta a diversas competencias de estos tiempos.

También, para acercarnos a ese lado oscuro que representa el arreglo de partidos y, sobre todo, los numerosos casos en los que los protagonistas terminan siendo los autores efectivos de situaciones delicadas que los exponen, a veces, tanto como culpables como víctimas.

En tal sentido, el tenis es un deporte muy expuesto a estos arreglos que, en la mayoría de los casos, son ejecutados intelectualmente por lo que se define como mercado apuestas ilegales.

Vamos con algunas referencias para entender porque el tenis merece esa calificación.

TIU es la sigla bajo la cual se presenta la denominada Tennis Integrity Unit, y en su página web se define como “equipo de educación que se esfuerza por preservar la integridad del tenis brindando un programa superior que informa, educa y protege a los jugadores y a la gran familia del tenis contra la corrupción y los delitos relacionados con las apuestas en los partidos de tenis profesional”.

El tenista argentino, fue declarado culpable en 2018 y cumplió una condena de tres años.
El tenista argentino, fue declarado culpable en 2018 y cumplió una condena de tres años.

Esa es la descripción que se hizo al respecto en una publicación de enero de 2020 en la que, fundamentalmente, se transcriben los tramos más poderosos, descriptivos y angustiantes de una entrevista que desde esa misma entidad hicieron con Nicolas Kicker, un muy buen tenista argentino, que jugó Copa Davis por nuestro país y llegó a estar entre los 50 mejores del mundo.

En esa entrevista no solo se expone el trasfondo del asunto, sino que Nicolas da detalles sobre cómo lo abordaron, que hicieron para no dejarle escapatoria hasta la angustia que le provocó tener que explicarle a su hijo por que su padre no estaba jugando mientras duró la suspensión. Por cierto, esto del juego puesto bajo sospecha no es asunto exclusivo del tenis. Sin embargo, hay razones objetivas que exponen a este juego mucho más que a otros.

Dudo que sea relevante, pero quiero adelantar que no tengo nada en contra de las apuestas deportivas en si. Es más. Debo tener alguna cuenta activa por ahí, aunque sin fondos. Sin embargo, entiendo que hay asuntos que, cuanto menos, llevan a cierta contradicción.

En los últimos tiempos, al menos cinco ex tenistas de relevancia recibieron sanciones vinculadas con el asunto. Al australiano Mark Phillippoussis (finalista de Wimbledon) y los norteamericanos Bob Bryan (uno de los mejores doblistas de la historia) y Mardy Fish (ex top-ten), se le sumaron los dos casos más relevantes y paradójicos: el también norteamericano James Blake, quien llegó a ser 4º en el mundo, y el peruano Luis Horna, entre otras cosas campeón de Roland Garros en pareja con el uruguayo Pablo Cuevas.

Los distintivos de estos casos es que, además de ex jugadores, se trata de directores de torneos. Blake, ni más ni menos que el de Miami, y Horna, quien además es capitán de Copa Davis de su país, del certamen de Lima.

Comunicado de Luis Horna respecto a sanción por firmar contrato con una casa de apuestas.
Comunicado de Luis Horna respecto a sanción por firmar contrato con una casa de apuestas.

Algo más. En ninguno de los casos se los acusó de haber arreglado partidos. Ni siquiera de haber apostado. Eso sí, la reglamentación vigente incluye castigos a quienes siendo parte activa del circuito en cualquiera de sus roles promocione casas de apuestas. El caso de Horna es aún más peculiar: él jamás promocionó a la empresa para la cual, en realidad, escribió artículos de índole exclusivamente técnica. Es decir, a diferencia de los demás, nunca indujo ni invitó a nadie a participar del asunto.

A esta altura es necesario, además, marcar una diferencia entre el mercado formal de apuestas y el clandestino, que es el que más afectó a la mayoría de los sancionados. Un negocio que encuentra en el tenis por la característica intrínseca del juego un señuelo ideal y que, como las apuestas incluyen desde los torneos más relevantes hasta algunos de los más modestos, muchos aspirantes a profesionales sin demasiados recursos económicos pasan a ser carne de cañón.

Para aquellos que nunca hayan apostado, un diferencial entre el tenis y los demás deportes es que, en algunos casos, sin que se haya jugado aún un solo punto ya hay decenas de líneas a las cuales jugar. Es decir, no se apuesta solo a ganador, sino a sets, games, punto por punto y demás. Tengamos en cuenta al respecto que en un partido estándar del circuito masculino jugado al mejor de tres tie-break sets se pueden jugar fácilmente más de 200 tantos. Lo que equivale a más de 200 apuestas diferentes.

Asimismo, para que puedan tener una dimensión de hasta qué nivel de circuito se puede poner dinero a manos de un tenista, hoy mismo se están jugando torneos denominados ITF 15.000 cuyo premio por ganar no supera los 2000 dólares, sin contemplar descuentos impositivos. Hay, por ejemplo, uno en el cual se enfrentaron un tenista que está 651 en el ranking y otro, 1426. Ninguno ganó en el año más de 1500 dólares. Uno de ellos, ya de 25 años, apenas si pasó los 16.000 dólares ganados en su carrera. Por favor, entiéndase que no se pone en duda la honorabilidad de nadie. Por esa razón no se cita ni el torneo ni siquiera la nacionalidad de los protagonistas, aunque los datos son reales y precisos. Simplemente, esos datos sirven para comprender el grado de vulnerabilidad al cual están expuestos tantos de aquellos que sueñan con un circuito rentable para una elite a la cual jamás llegarán.

Además, siendo mayormente un deporte individual, el tenis expone a cualquiera que pretenda ser autoridad a determinar fehacientemente que lo que se está viendo tiene algo de anormal, de amaño, como dirían en España. Más aún cuando vemos hasta en los grandes torneos partidos con sinuosidades que harían las delicias del mejor electrocardiograma.

Es un universo repleto de historias. Algunas bien creíbles. Otras inverosímiles. Unas cuantas que harían las delicias de Mel Brooks, Buck Henry, Leonard Stern, James Komack, geniales guionistas del Superagente 86.

Y alguna dramáticamente llamativa, como la muerte en 2009 del tenista francés Mathiew Moncourt a quien su novia encontró desvanecido fuera de su casa en Boulogne-Billancourt. Sufrió un paro cardíaco un día después de haber sido sancionado con cinco semanas de suspensión por haber apostado en partidos que él no jugó.

Finalmente, retomando el caso de Horna y Blake, las casas de apuestas se han convertido en un elemento clave en el sustento de un montón de áreas del mundo del deporte. Cada vez aportan más desde patrocinios diversos. Desde federaciones nacionales hasta equipos de fútbol o torneos de tenis.

Por ejemplo, el Miami Open, que dirige Blake. O la Copa Davis, de cuyo equipo peruano es capitán Horna.

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