La Copa Davis necesita algo del suceso olímpico

Uno de los más famosos trofeos anuales del deporte mundial atraviesa una crisis que no solo complica finanzas sino que tampoco permite imaginar una estructura de competencia que parece difícil sostener una vez que pase esta temporada

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Carlos Alcaraz golpea la bola durante un partido de individuales de la pasada Copa Davis. EFE/Kai Försterling
Carlos Alcaraz golpea la bola durante un partido de individuales de la pasada Copa Davis. EFE/Kai Försterling

No sin algún dejo de arbitrariedad, podría dividirse el mainstream del tenis profesional masculino en dos grandes grupos.

En una mano, todo aquello que está bajo la órbita de la ATP (Association of Tennis Professionals), que tiene como zona más visible al circuito que abarca desde los denominados ATP 250 hasta los ATP 1000, aquellos que más dinero reparten y que vienen de atravesar sus dos primeras etapas en Indian Wells y Miami y que acaba de comenzar en su estreno sobre polvo de ladrillo en el glamoroso Monte-Carlo Country Club. Se trata de un calendario comprimido en once intensos meses de competencia y que reserva un espacio además para los llamados Challengers, certámenes que reparten menos dinero y puntos que los anteriormente mencionados pero que cumplen, entre otras, dos funciones fundamentales: servir de plataforma de lanzamiento profesional para los más jóvenes y de trampolín de recuperación para quienes, ya con más experiencia, atravesaron alguna crisis de resultados o dolencias físicas.

En la otra está todo lo que se juega a partir de la supervisión de la ITF (International Tennis Federation): allí habitan las cuatro grandes gemas del este deporte que son los torneos abiertos de Australia (Melbourne), Francia (Roland Garros), Gran Bretaña (Wimbledon) y los Estados Unidos (Flushing Meadow). Independientemente de las batallas del poder y del dinero, a nadie se le ocurriría prescindir de estas competencias, por lejos las más prestigiosas de este deporte.

Algo similar sucede con los Juegos Olímpicos, convertidos en una semana marcada en rojo en la ruta de vuelo de las principales estrellas del juego desde su reinserción en Seúl ‘88. Difícil encontrar ausencias significativas al respecto. No casualmente, el medallero histórico de los últimos 36 años incluyen nombres como los de Andre Agassi, Boris Becker, Stefan Edberg, Yefgeny Kafelnikov, Sergi Bruguera, Alexander Zverev, Juan Martin del Potro, Andy Murray y, desde ya, Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic. Revisando el palmarés de medallas se advierte que, tanto entre los varones como con las mujeres, no existen dudas del suceso que representó la vuelta al ruedo olímpico de esta disciplina.

Hay un mérito extra en el éxito de esta relación ya que no siempre todo fue tan fluido. El tenis fue incluido como prueba masculina ya en Atenas 1896, cuatro años después se sumaron las mujeres y la continuidad se interrumpió después de París 1924. Parece mentira que haya estado ausente durante más de 60 años y hoy se sienta tan natural ver en acción a las principales raquetas del mundo que, con tal de estar presentes, hasta resignan la posibilidad de utilizar marcas de sus principales auspiciantes.

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La otra competencia que controla la ITF, siempre hablando de los varones, es la Copa Davis, probablemente el trofeo anual más famoso del deporte. Ni que hablar de los que se disputan por equipos.

Ya explicamos en este mismo espacio el desafío que significa disputar una prueba tan célebre como en crisis organizativa y financiera en una temporada en la que la presencia de los juegos comprime aún más un calendario ya de por sí asfixiante.

Pero hay más que eso. Nadie pone en duda las fechas de septiembre, para la fase de grupos de la primera categoría –sedes en Bolonia, Manchester, Valencia y Zhuhai- y noviembre para la definición del campeón del año a partir de un cuadro de cuartos de final entre los dos primeros de la etapa anterior. Nadie se anima, tampoco, a asegurar cómo será el formato para 2025.

Sobre todo porque tanto por la cantidad de equipos involucrados como por las fechas disponibles, parece complejo regresar al histórico formato de 16 países jugando a simple eliminación con el entrañable sistema de localias. Y el esquema actual solo parecía sustentable en tanto se mantuviera vigente el multimillonario contrato con la empresa Kosmos, representada por el futbolista Gerard Pique, que es motivo de un conflicto judicial en el que, como era de prever, todos creen tener la razón. Sea cual fuere el resultado del litigio, difícilmente finalice en un tiempo inmediato.

¿Existirá algún formato que permita volver a las fuentes sin que esto implique resignar la presencia de las principales figuras? A propósito de las figuras, seis de los integrantes del Top Ten actual del ranking mundial no cuentan con un equipo que les permita jugar en el denominado Grupo Mundial. De tal modo, cuesta establecer de qué hablamos cuando nos referimos a tener en la Davis los mejores del circuito. Se habló por allí de usar como herramienta de seducción la idea de espaciar la competencia cada dos años: todo lo que signifique restarle más tradición y mística de la ya quitada solo haría más grande el daño que se le está haciendo al certamen.

Mientras tanto, el tenis continúa, el éxito olímpico continúa, la Copa Davis continúa. La incertidumbre continúa.