Tenemos menos sexo cuando no hay dinero

Por Hernán Panessi

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Nai
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Plata y sexo: hablamos con jóvenes argentinos para que nos cuenten cómo afecta su vida sexual la crisis económica. La imaginación, el deseo y una alternativa más hogareña

La crisis nos la baja. ¿Tenemos menos sexo cuando hay menos plata? ¿aprovechamos la desazón para depositar en el sexo nuestras frustraciones? ¿sirve ponerla como un consuelo para la malaria? ¿los problemas económicos desaceleran los procesos sexuales? ¿son calles que no se intersecan jamás? ¿se puede sostener seguridad en el ego cuando el bolsillo está pinchado? ¿estar en casa invita a experimentar más con la genitalidad y menos con la billetera? "Es la economía libidinal, estúpido", dice el psicólogo Juan Manuel Brindisi, adaptando aquella mítica frase de Bill Clinton. Corta: la economía del billete es un reflejo de la economía libidinal. "No hay una ley para todos, pero es imposible que una crisis económica no impacte en lo sexual", alivia Brindisi.

Lo sabemos y que conste: alguien que pierde el trabajo o le reducen el sueldo tendrá indefectiblemente una herida narcisista. ¡Zac! ¡Justo ahí, en la genitalia! Por eso, ¿de qué forma se procesa? "La cabeza se pone en esa herida y no en lo sexual", sigue Brindisi. "En las crisis, el sexo se hace mierda", apunta y dispara el economista Javier Milei. Y reafirma: "Es un clásico, está testeado eso". En consecuencia, hay muchas personas a las que les baja el deseo porque la crisis económica les ocupa espacio en la cabeza, en su tiempo, en su propia existencia. El cómo llegar a fin de mes se vuelve un protagonista radical tapando, incluso, nuestro placer. "La libido está puesta en solucionar eso", continúa el psicólogo.

"Lo más importante es entender que la sexualidad está absolutamente normalizada en nuestro capitalismo avanzado por un sentido económico. Vivimos una asociación entre la sexualidad y la economía que remite a un tipo de dispositivo que, de algún modo, interviene nuestros cuerpos y los lleva a esos lugares. Si pensamos la sexualidad en términos de eficacia, eficiencia o productividad, todos valores propios de una lectura economicista de la existencia, entonces es probable que una crisis en la economía afecte todo lo que la economía afecta. Incluso, a la sexualidad", explica el filósofo Darío Sztajnszrajber. Un dato económico y coyuntural de julio de 2018 que viene a cuento: la facturación de los hoteles alojamiento disminuyó drásticamente su facturación en un 20 por ciento durante el último año y medio en Capital Federal y provincia de Buenos Aires, según informó la Federación Argentina de Alojamientos por Hora.

Continúa explicando Brindisi: "Es que un gusto va llevando a otro: te sentís bien porque te compraste ropa, te sentís bien porque cambiaste el auto, o porque podés irte de vacaciones o hiciste un viaje anhelado. Todo eso despliega el deseo. Lo que sucede en crisis es un atolladero para el deseo sexual. Después hay que ver la particularidad del caso por caso. Es imposible que no impacte en la población y en su sexualidad estar más angustiado". A la sazón, no es de extrañar que, en su reverso, en contextos de alegría de la población, la gente tenga más sexo. Un ejemplo reciente: después de llegar a los cuartos de final en la Eurocopa, Islandia vivió un baby boom sin precedentes. Nueve meses después hubo picos de nacimientos. Hubo deseos, hubo ganas y hubo sexualidad.

"Es importante fijar nuestra sexualidad desde esta mirada capitalista porque, independientemente de si te echan del laburo o no, o si eso te dé más o menos ganas de tener relaciones, esa pregunta se inscribe en que mientras vivamos normalizadamente nuestra sexualidad en términos productivos. Entonces, obviamente, toda merma de la productividad va a afectar la totalidad de nuestra identidad", suma y esclarece Darío Sztajnszrajber. En la adición de contextos, la división entre sexualidad y crisis queda tamizada por el mismo color. Entretanto, también vale el guiño, los seres humanos somos los únicos seres en la Tierra que no tenemos solamente sexo para reproducirnos: también tenemos sexo para gozar. "Por eso, en la medida en que la sexualidad pueda escapársele al paradigma de la economía va a poder subsistir con absoluta independencia de lo que pase en términos mercantiles", cierra Darío Sztajnszrajber.

A falta de plata, tengamos sexo

En lo personal, soy una persona bastante fogosa. Por lo cual: sin crisis o con crisis me las voy a rebuscar siempre para pasarla bien. Dicho esto, objetivamente, puedo manifestar que sí, que las crisis económicas afectan la vida de cualquier ser humano, en cualquier aspecto de la vida: sexual, amoroso, social, amistoso, familiar. Cuando no hay plata las personas se ponen de muy mal humor. Y con motivos. Porque la gente tiene que trabajar 70 mil horas, quizás de cosas que no le gustan, para muchas veces, no llegar a fin de mes. Entonces, posiblemente lleguen a su casa agotados y lo único que quieran es tirarse en el sillón a ver la tele, ponele. O de mal humor por laburar, laburar y laburar para tener una vida estándar. Me parece que las crisis económicas afectan en todos los aspectos. Después está dividido entre los que la guerreamos igual, como yo, y decimos: "Bueno, a la mierda". A mí, por ejemplo, me hace bien. Entiendo que si no tenés plata no tengas ganas de tener sexo. Si pienso que estoy sin llegar a fin de mes y encima no tengo relaciones, me parece un problema, me agarro la cabeza. El "estoy de mal humor, no me toques" sería un problema para mí. Pero, bueno, cada uno es un mundo, cada pareja es un mundo. A mí me genera lo contrario: si no tengo sexo y encima no tengo plata… chau. El lema puede ser: "A falta de plata… tengamos sexo".

— Nai, 24 años, actriz

Hay algo más interesante que el sexo

Santi
Santi

Es difícil determinar la actividad sexual de las personas dado que suele ser algo del ámbito privado y en muchos casos sujeto a cuestiones religiosas y culturales que exceden toda razón, pero considerando que la función del sexo suele ser reproductiva uno puede inferir en la actividad sexual mirando la tasa de fertilidad de cada país. Probablemente, industrias ligadas al sexo ofrezcan mejores números (Pornhub, etc). En los países considerados desarrollados la tasa de fertilidad ronda entre uno y dos hijos por familia. Singapur tiene la tasa más baja promediando 0.83 hijos por persona, mientras en los países en vías de desarrollo puede llegar hasta cinco o siete hijos por familia. La divergencia sobre la planificación familiar a veces se explica con cómo se encara el desarrollo de las nuevas generaciones. En los países desarrollados el esfuerzo suele estar orientado a la educación de los hijos y a asignar la mayor cantidad de recursos posibles para su bienestar y desarrollo intelectual. Hay una frase de Aldous Huxley que dice: "Un intelectual es una persona que descubrió algo más interesante que el sexo".

Trágicamente, en naciones en vías de desarrollo, la falta de acceso a una buena educación hace que los niños empiecen a ser proveedores de sus familias desde una edad temprana. Y, a su vez, suelen ser contextos donde prima la creencia por sobre el conocimiento y se imponen prácticas religiosas que explotan directamente tabúes sexuales censurando cualquier clase de planificación. Lo que en última instancia permite conquistar el tiempo para desarrollarse intelectualmente. Revisando las estadísticas del Banco Mundial sobre la tasa de fertilidad argentina, esta fue en aumento durante los años 70, contrario a lo que ocurría en el resto del mundo hasta llegar a su punto más alto en 1977 con 3.39 hijos, desde entonces ha ido decreciendo hasta 2.29 como promedio actual. Los 70 representan una época de crisis plagada de violencia, lo cual se me hace llamativa la suba pronunciada que hubo. La baja más pronunciada pareciera haberse dado en la salida a la democracia de los años 80 y hoy pareciera ir acompañando el ritmo del promedio global que cae lentamente. En épocas de crisis, pareciera que la gente decide olvidarse de sus males avocándose al fin de fiesta.

— Santi, 34 años, programador

La cosa medio Alejandro Sanz

Femigansta
Femigansta

Creo que el hecho que la inflación no te permita comprarte determinadas cosas que hacen a una situación erótica está pésimo. Me pasa que en determinadas situaciones especiales me gusta comprarme una tanga nueva, un buen vino, me gusta una cosa medio Alejandro Sanz, como comprar unas velas o hacer una linda cena. Lo más erótico que podés hacerle a alguien es hacerle una comida increíble con un vino precioso. Toda la situación dada ahí y, de pronto: 100 pesos pesos el kilo de pan. No se tiene sexo así. No tenés plata y no estás teniendo sexo. O estás teniendo relaciones poco y mal. Va por ahí.

— Femigangsta, 24 años, abogada, modelo y rapera

Contexto de sufrimiento

Pepe Rosemblat
Pepe Rosemblat

En épocas de crisis la gente tiene menos relaciones. De hecho, hay datos que revelan que hay menos preservativos que se venden. Aunque ese dato no sirve para concluir que la gente tiene menos sexo, aunque es un dato. La marca Tulipán dijo que vendía un porcentaje menor en 2016 con respecto a 2015. Pienso que cuando hay crisis económica solemos tener mayores preocupaciones que las habituales y, por lo tanto, no nos damos lugar al ocio o al sexo. Pero también pienso que en los momentos en que uno se siente atosigado por la vida diaria busca escaparse en estas cosas. Pero entiendo que la gente tiene menos sexo porque atendemos a otras cuestiones y no estamos predispuestos al goce. Estamos en un contexto de mayor sufrimiento que de disfrute.

— Pepe, 28 años, comediante

Depresión económica y depresión anímica

Darío Ginno
Darío Ginno

La actividad sexual está muy fuertemente correlacionada con la felicidad, según la economía. En realidad lo aseguraron los economistas David Blanchflower y Andrew Oswald en 2004, después de una investigación de miles de casos que llega a esta conclusión pero también aseguran que la conexión entre ingreso y frecuencia de sexo es cero. Al menos en Estados Unidos, donde tienen menos problemas de plata que en el sur. Pero esta sentencia no incluye qué pasa con la frecuencia cuando varía fuerte el ingreso, como están viviendo ahora muchas familias argentinas. Cuando la crisis es generalizada, les pega a todos por igual (salvo a los grandes ganadores del modelo). Cuando hubo hiperinflación, el promedio de relaciones por semana cayó de cuatro veces a una, según la Sociedad de Sexólogos, y durante la Guerra de Malvinas cayeron las ganas de tener sexo, según un estudio del Centro de Educación, Terapia y Educación en Sexualidad, Cetis. En cuanto a lo que se deja de comprar en relación a esto, hay dos formas de verlo. Por un lado, si en Argentina cayó el consumo de leche per cápita por la crisis, es obvio que caería el consumo de, por ejemplo, preservativos. El tema es que si la concientización sobre la importancia de su uso fuese alta, no debería bajar mucho su venta por falta de plata (sí por falta de ganas). El año pasado se vendieron menos sus preservativos. Y Daniel Scioli se sumó rápido a esa sentencia: "Yo agregaría otro factor. Cuando hay depresión económica, hay depresión anímica. Y esto hace que se incentive menos. Las personas, cuando se deprimen son más vulnerables. Se genera una desmotivación en todo sentido". Lo que el Gobierno planeaba para la economía puede verse reflejado en muchas industrias: en la sexual, en la textil o en las tecnológicas; la apertura comercial iba a generar una competencia que bajaría los precios. Hubo más importaciones pero también hubo devaluación y es por eso que vemos que todo lo relacionado al sexo también aumentó, lo que puede acarrear un desplome en el consumo.

— Darío, 30 años, economista y conductor de noticiero

Sexo con extraños como actividad redituable

Tomás Balmacera
Tomás Balmacera

Soy de los que creen que en tiempos de crisis se tiene más… ¿será porque me pasó a mí? Pasé el 2001 y 2002 con 22 años y un novio que era un fuego y con el que probamos un montón de cosas. En esa época estudiaba y mi viejo cobraba en patacones. Con patacones no podía pagar ni el cine ni la mayoría de los recitales, así que el sexo era buena opción porque no requería más que tiempo y forros. Ahora que las cosas están más difíciles veo que los planes con mis amigos también merman: ya no hay tantas vueltas de birra artesanal y los recitales son pocos. En muchos casos, te quedás en alguna casa, se abre un vino, un porro y activás Grindr o Tinder. Sexo con extraños, con amigos o con tu pareja es una actividad muy redituable y que si la hacés bien, puede ser más.

— Tomás, 37 años, filósofo

Publicado originalmente en VICE.com