Por qué algunas personas se excitan con los pies

Por Grant Stoddard; traducido por Daniela Silva

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Jovo Jovanovic / Stocksy
Jovo Jovanovic / Stocksy

Hay personas a las que les gusta olerlos, chuparlos, lamerlos o hasta ser penetradas por un pie.

Me gustan los pies. También me excitan muchas otras partes del cuerpo, casi todas de hecho. Pero mi afición descarada por los pies es la que ha despertado la curiosidad de mis parejas. Algunos se desconciertan por el nivel de atención que le doy a los dedos de sus pies, mientras que a otros les encanta que se los huela y se los bese. Al menos dos de mis parejas me han dicho que mi fascinación les ha ayudado a dejar de creer que sus pies son feos. Debo admitir que eso me hace sentir muy bien.

Sin embargo, otros —a pesar de mi adoración— han admitido que se sienten cohibidos por haberme restregado los pies en la cara. Algunos se han negado a aceptar mis deseos ya sea porque son demasiado cosquilludos o porque creen que estoy loco.

Hace varios años, una amiga —que no sabía nada de mi fetichismo de pies— me contó que cuando un tipo le pidió besarle los tobillos que tenía apoyados sobre sus hombros, ella le gritó que se quitara inmediatamente.

Le pregunté por qué había reaccionado así, ella me contestó que porque le parecía "jodidamente repugnante". Al parecer se sorprendió cuando le dije que pensaba que su respuesta había sido exagerada, sobre todo porque le encantaba que le comieran el trasero durante horas. "¿Estás bromeando?", me dijo. "Eso es algo totalmente diferente. Ese tipo era un pervertido".

Si ese tipo era un pervertido, supongo que yo también. "No hay datos estadísticos sobre el tema", dice la psicoterapeuta con sede en Nueva York Dulcinea Pitagora alias "The Kink Doctor". "Pero en mi experiencia personal y con mis clientes, los fetiches de pies y zapatos son definitivamente los más comunes".

Mientras que la investigación sobre el tema es, como Pitagora sugiere, escasa, un estudio de 2007 publicado en el International Journal of Impotence Research encontró que entre los que profesan tener un fetiche, los pies son los más comunes. El 47 por ciento de los que participaron en el estudio tenían un fetiche con los pies.

Los autores del estudio también mencionan que Sigmund Freud notó el interés en los pies y lo atribuyó a la noción de que relacionamos los pies con el pene. Puede ser, pero, personalmente, no me afecta, al menos no a nivel consciente.

Yo le atribuyo mi fetichismo principalmente a lo que me pasó un verano durante mi adolescencia. Dos amigos y yo pasamos unos días con tres chicas que conocíamos de la escuela. Durante esos días, tomamos el sol, pasamos el rato en una alberca local y fuimos a caminar por un bosque cercano. A pesar de que los muchachos y, yo especialmente, queríamos que pasara algo más, la situación se mantuvo totalmente platónica.

Lo más excitante que sucedió desde mi perspectiva fue que la chica que me interesó terminó dejando un par de tennis en mi casa. Sus dos amigas se la habían pasado molestándola por lo apestosos que se pusieron durante el verano. Resignado al hecho de que olfatear sus tennis iba a ser lo más cerca que estaría de ella, me la pasé oliéndolos cada vez que estaba solo. El efecto que tenían sobre mi persona era tan intenso y profundo que me daba miedo que mi erección nunca desapareciera.

En mi opinión, los tennis eran una especie de introducción a los fetiches; era su olor más la idea de poder estar debajo de ella, en sentido figurado, a sus pies. Ella fue a buscarlos antes de que comenzara la escuela, pero en esa semana o semana y media que estuvieron en mi casa, adquirí un fetiche perdurable.

Pitagora explica que, para muchos, los fetiches sexuales se originan durante la infancia cuando experimentan algo visual o táctil que terminan relacionando con la sexualidad. Dicho de otra manera, mi fetiche con los pies pudo haber nacido desde mucho antes y los eventos de ese verano fueron los que lo desencadenaron. Pitagora también señala que los niños son más propensos a engancharse con las cosquillas en los pies que los adultos y que gracias a que están más cerca del piso, es más probable que vean más pies descalzos que las personas más altas. Algunas de esas experiencias pueden resultar en un fetiche sexual para algunos niños, dice, mientras que para otros no.

"Depende de si una persona tiene una disposición inherente a los comportamientos sexuales atípicos", dice Pitagora, explicando que con los fetiches de los pies y la sexualidad en general, la naturaleza y la crianza tienden a interactuar. "Las personas nacen con una predisposición inherente a ciertas inclinaciones; este potencial innato para los fetiches atípicos puede o no expresarse. Que se exprese o no depende de estímulos externos y reacciones psicosexuales a la experiencia de vida". En otras palabras, algunas personas tienen el potencial de fetiches sexuales, y otras no, pero incluso aquellos con este potencial pueden o no darse cuenta de eso.

Le pregunto a Pitagora acerca de las categorías que existen para los fetichistas de pies: están las personas a las que les gusta oler pies, los que disfrutan chupando los dedos del pie, a las que le gusta lamer la planta del pie, a las que les gusta que las masturben con los pies. También hay personas a las que les gusta ser penetradas (vaginalmente, analmente, oralmente) por un pie, a los que les gustan los calcetines, los zapatos y muchos otros fetiches relacionados con los pies.

"Los diferentes tipos [del fetichismo de pies] no dicen nada que se pueda generalizar acerca de las personas", dice, y agrega que todas las variaciones revelan que las personas tienen una expresión única de su sexualidad basada en una combinación de la naturaleza y las experiencias que hayan tenido.

Lo que sí se podría generalizar, dice, es la proximidad que tienen los pies y los genitales en el homúnculo del cerebro: el mapa sensorial del cerebro. El homúnculo muestra las partes del cuerpo con los receptores más sensoriales, siendo el pie una de esas partes del cuerpo con una gran cantidad de receptores sensoriales. Los pies se ubican muy cerca de los genitales en el cerebro, por lo que también tiene sentido que con frecuencia las personas los asocien. Pitagora usa el ejemplo de las personas que disfrutan de los masajes en los pies y los considerarían una actividad romántica, pero no son fetichistas de los pies. Los pies, dice, tienen un gran potencial para hacer que una persona se sienta bien.

"Una vez hablé con alguien que me dijo que cuando le hicieron un pedicure se sorprendió al descubrir que las sensaciones que estaba teniendo en sus pies, se reflejaban en sus genitales", dice Pitagora. Sin embargo, esa mujer, no se definía como fetichista de pies y no quería incluir nada que tuviera que ver con los pies en su vida sexual.

Regresando a la reacción visceral que tuvo mi amiga cuando un chico se interesó en sus pies, le pregunto a Pitagora si tener un fetiche de pies es más una cosa de hombres y por eso para mi amiga fue más difícil.

Pitagora no está de acuerdo con que sea una cosa de hombres. "Ciertamente hay fetichistas de cada género y orientación sexual, pero no a todos se les enseña a hablar sobre sus preferencias sexuales, y particularmente a los de la minoría se les enseña a guardar silencio sobre su sexualidad y todo lo demás", dice. Escuchamos más sobre la sexualidad de los hombres heterosexuales, porque están programados para ser los más expresivos sobre su sexualidad, una idea que, al parecer, estoy demostrando con este texto.

Publicado originalmente en VICE.com