¿La verborragia de Lula III impactará en los programas estratégicos de Brasil?

La visita del presidente brasileño a China generó polémicas dentro y fuera del país

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El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el presidente de China, Xi Jinping, en el Gran Salón del Pueblo en Pekín, China, el 14 de abril de 2023 (Reuters)
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el presidente de China, Xi Jinping, en el Gran Salón del Pueblo en Pekín, China, el 14 de abril de 2023 (Reuters)

La gira de Lula da Silva por cuatro días a China, definida por su jefe de asesores en política exterior como más sustanciosa que la realizada a Washington, generó un tembladeral interno y externo.

Incluyendo agudas críticas del Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca y de los grandes medios de prensa internacionales y del Brasil. Los mismos que el año pasado apoyaron sin matices a Lula contra Bolsonaro y también los que en estos más de 100 días de gobierno venían mirando a un costado sobre ciertos desmanejos que la Justicia brasileña más alineada con el gobierno viene realizando. También silencios amigables sobre los ataques que se dan desde Brasilia a la independencia del Banco Central.

En su verborragia para colocarse como un articulador de un eventual proceso de paz entre Rusia y Ucrania, Lula se marginó él mismo y al Brasil de esa meritoria tarea futura.

Desde que asumió el 1 de enero pasado, el mandatario brasileño ha tenido la propensión de poner a Ucrania y a Rusia en un mismo plano de culpabilidades. Al parecer el pecado ucraniano fue defenderse y con eso generar la guerra. Me imagino a los altos mandos militares de Brasil y al altamente profesional y pragmático cuerpo diplomático, agarrándose la cabeza el escucharlo.

Uno de los pilares geopolíticos del Brasil es la defensa plena del respeto a la soberanía de los Estados y de sus fronteras y recursos. Desde el fin de la Guerra Fría, Brasil ha puesto la protección de la Amazonia frente a eventuales acciones de potencias internacionales como un pilar fundamental.

Otro plano a considerar en el proyecto de poder del país, es su programa nuclear de uso civil y militar vía el submarino de propulsión atómica en plena construcción. Para ello, una relación fluida y cercana con Washington ha sido clave.

En el 2004 diversos países mostraron interés y preocupación por la planta de enriquecimiento de uranio brasileña en Resende. Exigiendo inspecciones fuertes y profundas sobre la misma. Fue la administra de G.W. Bush que en 2004 ayudó a montar un manto diplomático que limitó esas exigencias.

¿Qué pasa ahora o en el futuro cercano si Washington cambia de opinión? ¿Para la Casa Blanca y sus agencias federales, es lo mismo que un país históricamente cercano y aliado como Brasil tenga un submarino nuclear en el Atlántico Sur que un Brasil como el que pareció encarnar Lula en su reciente viaje a China?

Desde comienzos de la década de los 90, la Argentina y Brasil han desarrollado un ejemplar mecanismo de confianza mutua e inspecciones en el campo nuclear. Pero este instrumento requiere de una actualización y revisión, incluyendo un más fluido acceso al material combustibles que se esta desarrollando para submarino. Un EEUU que vea que Brasil toma un camino más contestatario, estará más que dispuesto a respaldar fuertemente a la Argentina en esos pedidos.

Si algo logró Lula durante sus dos primeros mandatos, fue quedar bien con todos los bandos a la vez. Una versión de política exterior del clásico de Roberto Carlos, “Yo quiero tener un millón de amigos”. Abrazos y sonrisas con Bush, Obama, Chávez, Fidel, Evo, Gadafi, Putin, el PC chino, las dictaduras africanas, etc.

En 2005 pos crispada reunión de Presidentes de las Américas en Mar del Plata, y con Néstor Kirchner chocando abiertamente con Bush, Lula lo llevó por dos días al mandatario americano como invitado especial y personal al Brasil. Lula manejó muy bien el arte de mostrarse como un impulsor de la izquierda en la región y al mismo tiempo como el garante de la estabilidad para Washington.

Puede ser que diversos factores personales, incluyendo las reiteradas referencias de los mandos del PT sobre el supuesto rol de los EEUU en ayudar a descubrir la corrupción masiva del Lava Jato y otros casos, hayan afectado o dañado esa ductilidad. Pero también hay algo más sistemático. Nos referimos al fin de la unipolaridad americana que existía a comienzos del presente siglo.

Lula III llega cuando va tomando forma una nueva bipolaridad entre Washington y Beijing. En escenarios de este tipo, los márgenes para dobles y triples juegos, ambigüedades y amagues se reducen sustancialmente. El listado de amigos ya no es tan abierto y flexible como antes. La lógica de premios y castigos es más clara y evidente.

Finalmente, y no por ello menos importante, cabría no confundir esta giro más contestatario de Lula con un cambio profundo en los cimientos del poder del país. Viene de ganar una muy reñida elección y perdiendo en la casi totalidad de las grandes ciudades y Estados del país. El PT tuvo que recurrir a una variopintas alianza con históricos enemigos como el PSDB.

En el Parlamento las bancadas de centro y centro derecha son amplia mayorías. Estados claves como San Pablo, Rio de Janeiro, Minas, Rio Grande, etc., están en manos de gobernadores no oficialistas.

La casi totalidad de los programas de modernización de las FFAA brasileñas dependen de armamento y tecnologías de los EEUU, Reino Unido, Alemania, Suecia, etc. Sin olvidarnos que la escuela de diplomáticos basada en Brasilia, se llama Barón de Rio Branco. El mítico Canciller de comienzos del siglo XX, el cual veía en un vínculo estrecho y fluido con Washington un instrumentos clave del ascenso y posicionamientos internacionales del país.

Los próximos meses nos dirán si el Lula de los últimos meses es algo que viene para quedarse o él mismo y su equipo harán las correcciones del caso. En el caso que sea la primera opción, asistiremos a un Brasil sujeto a duros desafíos internos y externos.

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