La vida de Balbín: su paso por la cárcel, el amor que nació en el tren Roca y los encuentros con Perón

El 9 de septiembre de 1981 moría el líder de la UCR. Cómo conoció a Hipólito Yrigoyen y se hizo radical. Además, los pronósticos sobre el futuro de Raúl Alfonsín antes de fallecer

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Ricardo Balbín estuvo al frente del radicalismo durante 25 años. Pasó de un visceral antiperonismo a la coincidencia con Juan Perón de que la solución para salir de la crisis era la unión nacional
Ricardo Balbín estuvo al frente del radicalismo durante 25 años. Pasó de un visceral antiperonismo a la coincidencia con Juan Perón de que la solución para salir de la crisis era la unión nacional

Todos esos años de fumar un atado y medio de cigarrillos rubios sin filtro por día había hecho sus estragos en Ricardo Balbín, el dirigente político que desde 1956 era el jefe de la Unión Cívica Radical. Tenía 77 años y había sido internado en una clínica de La Plata, donde una fotógrafa, disfrazada de enfermera, había registrado impunemente su agonía en terapia intensiva.

Había nacido el 29 de julio de 1904 en la calle Progreso 1127 del barrio de Constitución. A los cuatro años murió su madre, la andaluza Encarnación Morales, y su papá Cipriano, asturiano, que había sido encargado del coche comedor del Ferrocarril del Sud, envió a dos hijas a vivir con unas tías, el hermano mayor Armando quedó con el papá y Ricardo fue a vivir a lo de un tío en Ayacucho.

Fue en esa ciudad bonaerense que, junto a su amigo Manuel Solanet, vio por primera vez a Hipólito Yrigoyen, y fue atracción a primera vista. Lo primero que hizo con la flamante libreta de enrolamiento a los 18 años fue afiliarse al radicalismo.

Con Arturo Frondizi, cuando ambos eran tenaces opositores al peronismo, en la década del cincuenta
Con Arturo Frondizi, cuando ambos eran tenaces opositores al peronismo, en la década del cincuenta

Sus estudios primarios los hizo en el San Luis Gonzaga y los secundarios en el Colegio San José, del que egresó con diploma de honor. Cursó dos años en la Facultad de Medicina de la UBA, donde conoció a Arturo Illia. Por problemas económicos del padre, dejó los estudios y toda la familia se estableció en La Plata.

Cambió de carrera y en dos años se recibió de abogado. Fue fiscal del Crimen en Mendoza durante el segundo gobierno de Yrigoyen. En ese momento investigó el asesinato de Carlos Washington Lencinas. Algunos lo acusaron de apañar el crimen y lo tildaron de perseguidor. Luego del golpe de Uriburu, fue candidato a diputado provincial en los comicios anulados de 1931.

Se asoció con José Delgado Moy para ejercer la abogacía. En la campaña presidencial de 1937, con su amigo Amílcar Mercader acompañaron al binomio Alvear-Mosca. Se cansaron de ganar apuestas que consistían en hacerlo emocionar a Alvear, que era de llanto fácil. El ex presidente le decía a Balbín “pico de oro”.

Fue candidato a presidente por el radicalismo en las elecciones de 1951, 1958, y en las dos de 1973
Fue candidato a presidente por el radicalismo en las elecciones de 1951, 1958, y en las dos de 1973

Su construcción política lo llevó a formar primero, por 1940, el Revisionismo Bonaerense, una línea interna opuesta al alvearismo, inclinada a la centro izquierda, en sintonía con las ideas en boga entonces, ligadas al laborismo inglés. Militarían allí Moisés Lebensohn, Crisólogo Larralde y Oscar Alende, entre otros. Cuando en 1942 fue electo diputado nacional, renunció por considerar que los comicios habían sido fraudulentos.

No logró ser convencido por el coronel Juan Perón en el encuentro que mantuvieron en septiembre de 1943 en una oficina que el futuro presidente ocupaba en el edificio de Callao y Viamonte. Perón ya había comenzado a tantear a dirigentes radicales con los que unos meses más tarde daría forma a la UCR Junta Renovadora, una de las agrupaciones que trabajaría por su candidatura a presidente.

En abril de 1945 Balbín y los suyos integraron el Movimiento de Intransigencia y Renovación y dieron a conocer la Declaración de Avellaneda, un documento de clara orientación nacionalista de izquierda.

En las elecciones de febrero de 1946, con sus 42 años, fue electo diputado nacional. Tras una puja con Arturo Frondizi por la jefatura del bloque, Balbín quedaría al frente de los “44 de fierro”, como se dio en llamar a los diputados radicales que eran clara minoría en la cámara baja.

Durante la presidencia del radical Arturo Illia, le reclamaba mayor acción. Los medios eran impiadosos con la gestión de gobierno (Revista Primera Plana)
Durante la presidencia del radical Arturo Illia, le reclamaba mayor acción. Los medios eran impiadosos con la gestión de gobierno (Revista Primera Plana)

<b>El Chino</b>

En los viajes que realizaba en el Roca, solía coincidir con una maestra, llamada Indalia Ponzetti, quien viajaba de La Plata a Lanús acompañada de una amiga. “¿Viste cómo te mira ese tipo feo con cara de chino?” le advirtió. Se casarían en 1928; con su esposa, a quien llamaba “madre”, vivirían en la casa de la calle 49, entre 11 y 12 de La Plata, la que había adquirido con un crédito. Primero nacería Lía Elena, luego un varón que fallecería al poco tiempo y después vendrían Osvaldo y Enrique.

Era hincha de Gimnasia y Esgrima, “porque Estudiantes es un club de oligarcas”, aclaraba. Le gustaba ir cada tanto al hipódromo y los sábados al mediodía cocinaba para la familia y para los amigos que se arrimaban. En su estudio de la planta baja, solía atender tanto asuntos jurídicos como gente común que le pedía ayuda por temas particulares.

Vivía para la política. En el recinto se sentaba en la última fila de su bloque, para tener un panorama completo. Fueron años de duros debates, donde el radicalismo corría por izquierda a un oficialismo cada vez más volcado hacia la derecha. En los dos primeros años, presidió la cámara el ex radical Ricardo Guardo, inclinado al diálogo y a la convivencia política. Luego, la presidencia recayó en Héctor Cámpora, y los debates fueron cada vez más encarnizados, y siempre terminaban con el diputado oficialista Astorgano solicitando el fin del debate, lo que originaba una batahola de acusaciones, insultos y desmanes.

Después de años de persecución y cárcel, Perón y Balbín se reencontraron. Cuando el peronista volvió al país, tuvieron diversos encuentros en Olivos y en el Congreso
Después de años de persecución y cárcel, Perón y Balbín se reencontraron. Cuando el peronista volvió al país, tuvieron diversos encuentros en Olivos y en el Congreso

<b>Desafuero</b>

Lo que aumentaba era el número de legisladores desaforados, presos o exiliados. Como fue el caso de Ernesto Sammartino, quien en su última intervención acusó que “a mi no me echa ninguno de ustedes porque haya hablado del aluvión zoológico. A mí me echa de esta Cámara la esquelita perfumada de la nueva Pompadour de la República”. De los 44 diputados radicales en 1946, bajarían a 30 en 1950, 14 en 1952 y solo 12 en 1955.

Hasta que el turno le llegó al propio Balbín. Un fiscal lo acusó de ser responsable de 11 casos de desacatos contra la figura presidencial y de su esposa. Pedía un año de cárcel por cada caso, que el juez bajó a cinco. El miércoles 29 de septiembre, en la última sesión de 1949, el oficialismo forzó el tratamiento de su desafuero. “No me detendré, señor presidente, en la puerta de mi casa a ver pasar el cadáver de nadie; pero tenga la seguridad que estaré sentado en la vereda de mi casa viendo pasar los funerales de la dictadura para bien del país y honor de la República y de América. Si con irme de aquí pago el precio de uno de los tantos de mi partido; si este es el precio de haber presidido este bloque magnífico que es la reserva moral del país, han cobrado barato; fusilándome, todavía no estarían a mano”.

<b>Preso</b>

A las 15:30, dejó de ser diputado. No le quedó alternativa que escapar y esconderse. Inútiles fueron los intentos de las autoridades de dar con su paradero, hasta que el coronel Filomeno Velazco, jefe de la Policía Federal, quien lo conocía, dijo “no lo busquen más, Balbín irá a votar. Lo agarramos ahí”.

Su delfín fue Ricardo Alfonsín. Con el tiempo, formaría Renovación y Cambio y sus caminos se separarían
Su delfín fue Ricardo Alfonsín. Con el tiempo, formaría Renovación y Cambio y sus caminos se separarían

El 11 de marzo de 1950 se celebraron elecciones a gobernador. Era candidato junto a Héctor Noblía. Fue detenido a la salida del cuarto oscuro, en una mesa ubicada sobre la calle 14 del Palacio de Tribunales platense. Como el primer proceso de desacato se había abierto en Santa Fe, fue trasladado a esa ciudad en camión celular con inusitada bambolla, escoltado por una ambulancia y un camión de bomberos que hicieron sonar sus sirenas durante todo el trayecto. En la cárcel santafecina, no fue muy bien tratado.

Al tiempo, fue trasladado al pabellón de presos peligrosos del Penal de Olmos. Los internos lo trataban respetuosamente de “doctor”y no le permitían limpiar su celda ni arreglar su cama. El jefe de Depósitos, Orlando Sarlo, le armó una pequeña oficina en un galpón de la cárcel, donde escribía para el diario radical Adelante. Hay unas fotografías suyas preso, que fueron tomadas por Miguel Szelagouski, quien sería intendente de La Plata durante el gobierno de Illia, con una Kodak que los guardia cárceles confundieron con un paquete de cigarrillos.

Lo defendieron Arturo Frondizi y Emir Mercader. Cada día que pasaba, se abría una mesa de apoyo por su libertad en algún lugar del país. Los malpensados aseguran que Perón lo había metido preso para opacar a la figura de Frondizi, a quien consideraba el verdadero competidor. Perón lo indultó luego de once meses; el radical rechazó el indulto pero, de todas maneras, quedó en libertad el 2 de enero de 1951.

Balbín, cuando esta preso en el penal de Olmos. Fue durante el primer gobierno peronista
Balbín, cuando esta preso en el penal de Olmos. Fue durante el primer gobierno peronista

Se comprometió en una lucha sin cuartel contra el gobierno, el que se radicalizó más, especialmente después de la muerte de Eva Perón. En las elecciones de 1952 fue nuevamente candidato a presidente junto a Frondizi. Cuando cayó Perón, se comprometió demasiado con el gobierno de la Revolución Libertadora, y el nuevo gobierno contó con algunos funcionarios radicales.

Sintió como un puñal en el alma la división del partido en 1956. Nunca le perdonó a Frondizi su ambición de poder y demoraría décadas en volver a hablarle. Este, al ver el alto porcentaje de los votos en blanco en la elección de constituyentes, no lo dudó y le propuso a Perón un pacto. Con votos peronistas, Frondizi fue el presidente y su viejo compañero Balbín, acompañado por Santiago del Castillo, quedó relegado. Sufrió mucho esa derrota.

Desde el 23 de agosto de 1956 hasta su muerte fue el presidente del radicalismo. Se opuso a muchas de las medidas de Frondizi y aún es un misterio por qué no fue candidato en 1963. Prefirió quedar al margen y la fórmula quedó integrada por Arturo Illia y Carlos Perette. Algunos periodistas sostienen que entonces dijo que sus mayores alegrías habían sido la caída de Perón, el triunfo en la Constituyente de 1957 y la elección de Illia en 1963.

Fueron tres años en los que acudía a la residencia de Olivos pidiéndole más acción al médico de Cruz del Eje. Este, llevaba una lucha sin cuartel por la anulación de los contratos petroleros, enfrentaba a los laboratorios por las patentes medicinales y hacía frente a los impiadosos planes de lucha de los sindicalistas. Mientras tanto, el periodismo se ocupaba de ridiculizarlo, y no movía nada para impedirlo. Illia, en su visita a la Alemania nazi y a la Italia fascista en la década del 30, había quedado impactado por cómo se manipulaban los medios de comunicación, y no quiso caer en lo mismo. Balbín era de la opinión que debía ejercerse algún tipo de control.

Isabel Perón y Balbín en Olivos con el canciller Juan A. Vignes, cuando aún había diálogo con el gobierno
Isabel Perón y Balbín en Olivos con el canciller Juan A. Vignes, cuando aún había diálogo con el gobierno

Al día siguiente del golpe del 28 de junio de 1966, se le escuchó decir: “No más antiperonismo”. Supo que sin un acuerdo con el peronismo no se llegaría a una estabilidad duradera. Y comenzaría a escribir otra historia.

<b>Hablar con Perón</b>

Fueron miembros de la llamada Generación Intermedia del radicalismo, como Facundo Suárez o Conrado Storani los enviados a España para comenzar los contactos reservadísimos con el líder exiliado, quien le mandó el siguiente mensaje: “Dígale a Balbín que me indulte como yo lo indulté a él”.

La clase política no demoraría en darse cuenta que el mejor aliado con el que contaban era el propio Juan Carlos Onganía quien, en su impericia para gobernar, provocó que miles de científicos e investigadores abandonasen el país luego de la noche de los bastones largos; también logró unir a los trabajadores con los estudiantes en el Cordobazo y, en el mismo sentido, llevó a los políticos a unirse en la Hora del Pueblo, en noviembre de 1970 para buscar coincidencias y así lograr una salida electoral.

<b>El abogado de Chascomús</b>

Tenía su delfín, y era Raúl Alfonsín. El abogado de Chascomús había sido diputado y estaba en los planes candidatearlo a gobernador bonaerense para las elecciones de 1967.

Paulatinamente sus caminos fueron separándose, hasta que Alfonsín fundó la corriente Renovación y Cambio, porque eso es lo que reclamaban dentro del partido. Sin embargo, no contaban que esos años de enfrentamiento con el peronismo habían concluido y que debía sellarse la reconciliación, y los únicos que podían hacerlo era Perón y Balbín, no otro.

Con su muerte, se abrió un proceso de renovación partidaria. Alfonsín surgiría como el líder natural
Con su muerte, se abrió un proceso de renovación partidaria. Alfonsín surgiría como el líder natural

Durante la dictadura de Lanusse, el ministro del Interior fue un viejo amigo, Arturo Mor Roig, un catalán radicado en San Nicolás, autor de una reforma constitucional, algunos de sus artículos fueron aplicados a la Carta Magna actual. Era un radical del Pueblo que colaboraba con un gobierno de facto. En 1974 Balbín lloraría desconsoladamente junto a sus restos cuando -ya retirado de la política- fue ejecutado por Montoneros por haber sido funcionario durante la masacre de Trelew.

<b>Saltar el cerco</b>

Finalmente, el líder justicialista regresó por unos días en noviembre de 1972. Junto a Cámpora y a su hijo Enrique, manejó su Fairlane borravino hacia la residencia de Gaspar Campos, cuyos alrededores hervía de militantes. Personas que no deseaban un encuentro a solas con Perón, como estaba pautado, provocaron un descomunal embotellamiento que hizo que llegase una hora tarde a la cita. Pero no le importó. Se dirigió a la casa de los fondos, saltó el cerco y así sorprendió a Perón que estaba en el jardín con otros políticos. “Balbín, nos tenemos que poner de acuerdo, representamos al 80 por ciento del país”, le dijo Perón.

“Doctor, yo no quiero ser candidato”, le confesó un joven Fernando de la Rúa. “Yo tampoco”. Así respondía cuando el partido definió la fórmula presidencial que competiría con Juan Perón – Isabel Perón en las elecciones presidenciales del 23 de septiembre de 1973.

Balbín sabía del huracán arrollador del peronismo. Pero era una pelea más que el líder radical debía dar en su larga carrera política, que había comenzado cincuenta años atrás.

Fueron poniéndose de acuerdo. Balbín comprobaba que algunas de las ideas o conceptos que le proponía en sus encuentros, éste los mencionaba en discursos o en entrevistas. Hasta sus colaboradores cercanos fueron sondeados para armar una fórmula presidencial compartida.

<b>El adversario despedía al amigo</b>

Al anciano líder le quedaba poco tiempo. La misma mañana de su fallecimiento quiso que se sondease la posibilidad de que, a su muerte, el poder pasase al radical. Dicen que José López Rega enloqueció y que Isabel se alteró. El moribundo bajó los brazos, pero le aconsejó a su esposa: “Te pido que no tomes ninguna decisión importante sin consultarle antes a Balbín”.

Luego vino “este viejo adversario despide al amigo” en el Congreso de la Nación, junto al féretro. “No sería leal si no dijera también que vengo en nombre de mis viejas luchas; que por haber sido claras, sinceras y evidentes, permitieron en estos últimos tiempos la comprensión final”, remarcó. Se entusiasmó cuando el 5 de julio fue convocado a la residencia de Olivos por la flamante presidente. Conocía el último deseo del general. Pero su desilusión fue muy grande al comprobar que lo que Isabel pretendía era defender a su oscuro secretario y ministro de Bienestar Social. Al finalizar la reunión, Isabel le pidió: “Doctor, tenemos que tomar un café”. “Disculpe, señora; yo tomo té”.

<b>Los últimos años</b>

Estaba todo dicho. El descalabro de la economía, la violencia tanto de la izquierda como de la derecha, el terrorismo de la Triple A en un gobierno que no tenía un plan, precipitó la caída de la peor manera. Balbín fue muy criticado en su discurso del 16 de marzo por la noche cuando señaló que “algunos suponen que yo he venido a dar soluciones y no las tengo. Pero las hay. Es esta. La unión de los argentinos para el esfuerzo común de todos los argentinos”.

El golpe del 24 de marzo de 1976 dio paso a una dictadura que el país nunca había experimentado. Balbín sería duramente increpado por Madres de Plaza de Mayo cuando fue uno de los primeros en atreverse admitir que los desaparecidos estaban muertos. “¡Asesino!”, le gritaban.

Tuvo su último acto de servicio, con la conformación de la Multipartidaria, en 1981. Falleció el 9 de septiembre de ese año. Días antes de ser internado, le confesó a su amigo Ricardo Pueyrredón: “Raúl es el hombre para dirigir al partido, el hombre de consulta, el que marque la trayectoria”. No se equivocaba.