Miriam Lanzoni: de la infancia violenta en la que creyó ver a su madre sin vida a su deseo de adoptar un niño en Haití

La actriz escribió el guion de “Partida”, el filme que se inspira en sus primeros seis años, cuando en su casa de Chaco convivió con un monstruo. La huida del infierno. El hombre que la adoptó. El derrumbe personal al llegar a Buenos Aires. Su renacer. Y esas ganas inmensas de maternar

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Quizás no pueda precisarse el momento exacto en el que surge una necesidad, aún cuando sí encuentre un motivo claro.

Miriam Lanzoni tenía 12 años al empezar a estudiar actuación, y pocos más el día que se sumó al grupo de teatro que armó su profesora de Literatura del secundario, con el que salió de gira por su Chaco natal. Y sin embargo, puede que sea actriz desde mucho antes. ¿Cuándo se originó esa necesidad de representar un personaje sobre un escenario? Quizás desde siempre, quizás sea innata. “Es mi vida -dice-. Yo pongo mi vida entera, y una dedicación…”.

Su necesidad de contar, en tanto, se ubicaría erróneamente en la pandemia, cuando el encierro obligado la invitó -como a todos- a una profunda introspección. Y entonces Miriam, a la vez que estudiaba Guion Cinematográfico, se topó con un deseo “genuino”. Corrió el telón -el más íntimo, el personal- y se sentó a escribir sobre aquel hogar abusivo que fue el escenario de su primer septenio, en ese pueblo chaqueño de escasos mil habitantes.

Ese fue el germen de Partida, la película que Lanzoni no sólo protagoniza sino que también produjo -junto a 3C Films Group- y, sobre todo, escribió. Porque esta historia es la vida de Miriam. Y la de su mamá. También la de su hermano. Y la del monstruo -como lo define– que habitaba con ellos.

Fueron siete, ocho años de un infierno, desde que tengo recuerdos -describe Lanzoni, en esta entrevista a corazón abierto con Infobae–. Yo era chica pero no solo entendía, sino que lo veía: presenciaba todo. Y para todos era la violencia”.

–¿Hacía vos también?

–Sí, sí...

Miriam se emocionará más de una vez a lo largo de su relato. Ofrece una disculpa innecesaria por su congoja. Pese al tiempo transcurrido desde que salió del infierno, Miriam apenas si compartió todo lo vivido, todo lo sufrido. “Muy poca gente, te diría la cercana de verdad, lo sabía. Nunca lo había hablado, en ningún lugar”, explica. Porque si bien las primeras líneas del guion de Partida fueron escritas en pandemia, la necesidad es anterior: fueron muchos años de silencio. “En la peli -dice Lanzoni–, Susy (Lucila Gandolfo) representa a mi mamá: cómo logra salir, cómo vuelve a creer en el amor, cómo la vida le vuelve a dar una oportunidad. Y a mí también, de alguna manera. Porque yo soy producto de eso”.

Miriam junto a sus abuelos (IG)
Miriam junto a sus abuelos (IG)

–¿Cómo le contaste a tu mamá que ibas a hacer esta película?

–Con mi madre nunca hablamos de esto. La historia misma empieza a armar un guion. Hay un monstruo, que es una persona a la que solo puedes definirla así. Mi madre, que tenía 20, con dos hijos chiquititos. Y por otro lado, mi abuelo materno, un ángel salvador que protegía y acompañaba. Siento que es como en El laberinto del fauno, con esa nena que se genera un mundo mágico. ¿Por qué? Hay algo que la hace creer. Y ese era mi abuelo.

–¿Tu abuelo sabía lo que pasaba en tu casa?

–Sí. Pero bueno, en ese momento era otra realidad. Mi mamá ocultaba todo lo que podía, y creo que por eso se termina yendo.

–Eso sucede con Susy: se escapa porque su vida está en peligro. ¿Fue así con tu mamá?

–Sí, fue así. Literal, literal. Yo tenía seis años cuando la vi a mi madre sin vida. O sea, corrí a avisarles a mis abuelos que mi mamá estaba sin vida.

–¿Por la violencia que había sufrido?

–Sí, sí. Tu mamá, desmayada, que… que… que no te responde, que no…

–Y al que le provocó eso, ya fuera de la escena: dejaba a los niños y desaparecía.

–Sí.

–¿Y después qué hacía? ¿Volvía, pedía disculpas y prometía cosas?

–Sí, todo el tiempo ese mecanismo. Cuando existe un monstruo así… porque yo lo defino de esa única manera. A veces me dicen: “Es tu papá”. Y digo: “No, ese señor no es mi papá. Ni siquiera mi progenitor”. Es muy difícil. Y ni siquiera te hablo desde la bronca porque yo no tengo ningún tipo de recelo ni resentimiento. Me parece que es la vida. Y uno también decide después cómo transformar, porque eso, sucedió: yo no lo elegí, mi madre no lo eligió. Pero se adueñan de la situación y de alguna manera la manipulan, acomodan todo para seguir ejerciendo esa psicopatía, en ese lugar. Hasta que nos fuimos de ahí, de Pampa del Infierno.

–¿Cómo fue esa salida?

–Y… nos vamos como se puede. Después de años y años y años, que no sé cómo hizo, mi mamá decide irse. Se dio cuenta de que la próxima no la contaba; ella, o nosotros. Porque la violencia escalaba, era cada vez peor. Mi mamá, con lo que le quedaba, decidió irse. Y siento que lo hizo más por nosotros. Pasado el tiempo, mi mamá jamás se lo contó a nadie, ni a sus amistades. Eso era lo más sorprendente. Cuando empecé a escribir un guion sabía que quería que esto saliera a la luz y pensé que mi mamá me iba a decir que no. Pero me dijo que sí, automáticamente. Cuando le quise mostrar el guion, me dijo que no lo quería ver. Cuando la peli empezó a tomar forma, le dije: “Mirá, mamá, necesito que me autorices porque hay cosas muy fuertes”. “Hija, confío ciegamente en vos”, repitió. La primera vez que pudimos hablar fue cuando Lucila Gandolfo empezó a componer su personaje. Grabamos unos testimonios. Fue absolutamente poderoso.

–¿Cómo fue escuchar a tu mamá revivir ese dolor?

–Fue muy aliviador. Y sanador, pero me daba vueltas la pregunta: “¿Cómo hizo para contener esto?”.

–¿Tu mamá no hizo ningún tipo de terapia?

–Nunca. Yo creo que su terapia fue el amor.

–¿Tu mamá vio la película?

–Sí.

–¿Y qué dijo?

–Se emocionó, se conmovió. Y me dio las gracias. ¿Y sabés qué? Siento que ella necesitaba contarlo. Salió cuando tenía que salir. Yo lo pude contar como lo pude contar, en una película, y mi mamá necesitaba sacarse esta mochila de encima. La vi muy feliz con ver el lugar que ocupa todo esto para mí. Ahí, ella terminó de decir: “Ah, ahora entiendo. Yo soy una heroína para mi hija. Acá no hay reclamos”.

–¿Y vos, cómo sanaste?

–Con mi papá.

Miriam Lanzoni junto a su mamá (IG)
Miriam Lanzoni junto a su mamá (IG)

RENACER

Miguel Lanzoni y la mamá de Miriam se enamoraron cuando la actriz tenía ocho años. “Es un ángel. Yo era chiquitita cuando se conocieron y al principio, imaginate, estaba odiada: yo no quería saber nada con nadie. Los dos primeros años lo volví loco, no lo quería, lo echaba. ‘Papi, ¿por qué aguantaste?’, le digo. ‘Porque eras mi hija’, me responde”.

Ya en el secundario, en aquella escuela en la que daba sus primeros pasos sobre el escenario, tomó su apellido: dejando atrás su pasado y de cara al futuro, comenzó a ser Miriam Lanzoni. “Pero todo el tiempo era quilombo porque en mi documento figuraba otro: me querían llamar de esa manera. Mi papá iba al colegio a pedir por favor que, cuando pasaran lista, me dijeran Lanzoni. Cuando fui mayor de edad, le dije: ‘Papá, necesito hacer los trámites de adopción’. Y me puse su apellido”.

–A tu papá, a Miguel, le debe haber dolido saber lo que pasaron su mujer y sus hijos.

–Le duele no haber podido estar antes para ayudarnos, porque nosotros somos su familia desde siempre. Mi papá no tenía un mango y se hizo cargo de una familia destrozada, desmoronada. Mi viejo es mágico.

La adolescencia transcurrió, ya en un hogar con amor y sin violencia, y Miriam decidió instalarse en Buenos Aires para cumplir con ese sueño sin fecha de inicio: ser actriz. “Yo andaba en cualquiera, estaba realmente desbarrancada -recuerda-. Un día vuelvo allá, a Chaco, y mi papá me dice: ‘Siento que andás en cosas raras. No te voy a decir lo que tenés que hacer, pero sí te voy a pedir por favor que te cuides, porque a vos te pasa algo y yo me muero’. Y me dijo otra cosa: ‘Yo no te eduqué para todo esto, pero hacé lo que vos quieras, yo te voy a respetar siempre’. Y me dio un abrazo como si nada. Eso es mi viejo”.

–A partir de ahí, ¿te enderezaste?

–No tan rápido, pero sí, sí. Hoy, que transito un momento tan sano, lo veo: (hacía) esas cosas que uno se flagela y después entendés por qué. Recién había llegado acá, venía con un sueño muy enorme, no tenía de qué agarrarme.

Miriam Lanzoni con Tatiana Schapiro
Miriam Lanzoni con Tatiana Schapiro

–¿Sentís que estuviste en riesgo?

–Sí, muchas veces sí. Vivía en una pensión en Buenos Aires, sola, con 19, 20 añitos, soñando con ser actriz, buscando cómo, por dónde, cuando además no había tecnología. Y la desesperación de decir: “Ya pasaron dos años, y nada…”.

–¿Y por dónde pasaba? ¿Por grupos de gente, por consumos, por una noche picante?

–Todo eso, junto. Todo: malas juntas, consumo, todo, todo, todo. ¿Todo lo que no? Bueno, eso.

–¿Y qué te trajo de vuelta para este lado?

–La educación que me dieron mis padres. Y yo, solita. Ese espíritu de supervivencia, esto de saber lo que quería para para mi vida, para mi futuro; eso me traía siempre.

Miriam Lanzoni se animó a contar su dura historia en la película "Partida"
Miriam Lanzoni se animó a contar su dura historia en la película "Partida"

–Alguna vez me dijiste que tenías la fantasía de adoptar, y que habías iniciado los trámites.

–Sí. En su momento los iniciamos con Ale (Fantino, su expareja), y en el medio, nos separamos. Apenas nos habían dado el apto, y después decidí continuar sola porque era medio un quilombo. Finalmente digo: “Nos separamos”, porque a veces tomás la decisión, pero después vas, volvés… No fue el caso. Decidí continuar sola, y ahora ya es un tema burocrático: tengo todos los trámites terminados. Estoy en el tiempo de espera.

–¿Creés que tus ganas de adoptar tienen que ver con tu historia, con tu papá, Miguel Lanzoni?

–Yo creo que sí, porque cuando me hablan de un hijo, de que la sangre tira, yo creo que es una pelotudez enorme. La sangre no tira nada. A mí lo que me tira es el amor. Lo que me tira es mi viejo llevándome al colegio en bicicleta, con lluvia, todos los santos días. Y después darme cuenta de que él se privó de todo para darme lo mejor. Vivía para mí. O sea, ¿de qué me hablan? A mí me fascina la idea de maternar, de darle lo mejor de mí a alguien.

–Me encanta saber que seguiste con la carpeta, con el proceso de adopción.

–Trato de no contarlo porque después, ¿sabés qué pasa? Genera mucha ansiedad en el afuera y la gente no tiene ni idea de la burocracia que hay en el medio. Inclusive me pasó con mi familia: “¿Y? ¿Cuándo?”. “Paren, porque ya tengo que manejar la angustia propia…”, les dije. Te desesperás, y llamás, y te peleás con la gente: “¿Y cuándo?”; “¿Y cuándo?”.

–Existe un gran tema con la adopción. Hay unos 2200 chicos en situación de adoptabilidad y casi la misma cantidad de legajos. Lo que pasa es que los chicos son mayores de cinco años y la gente, en general, quiere bebés.

–También hay un ida y vuelta muy grande con el tema de las familias.

–El intento de revinculación con las familias.

–El intento de revinculación. Yo siento que todavía acá, en Argentina… Yo lo hice afuera, igual. Mi trámite lo continué en Haití, porque a mí me dio miedo el sistema de acá. Pero me parece que no importa de dónde. Para mí, sería mucho más fácil hacerlo en mi país. Me encantaría, la verdad.

Miriam Lanzoni elige

–Con este presente, con cómo siguió todo, ¿qué le dirías hoy a esa nena que una noche se tuvo que ir de su casa?

–Que confíe. Que va a ser todo increíble. Que todo lo que viene está buenísimo. Que vale la pena todo.

–Y que cuando venga a Capital, en la pensión, se rescate un poquito…

–No. También valió la pena, ¿sabés? No me arrepiento de nada. Es parte de mi vida, es parte de quien soy, y por eso también viajo tan liviana.

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Miriam Lanzoni con Tatiana Schapiro Entrevista Completa