La Argentina de Perón y los nazis

Bejla Rubin

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Acaban de editarse dos libros en la Argentina que nos dan a ver a ciertos personajes nacidos en este país, pero que se supo de ellos en profundidad recién ahora gracias a estos dos autores: Carlos de Nápoli y Uki Goñi. Entonces, podemos adentrarnos en su pasado ominoso y siniestro, y en legados que no nos son ajenos en cuanto a la política de nuestro país hasta el presente.

Carlos de Nápoli, en su libro póstumo, analiza la figura de Ricardo Walther Darré, nacido en la Argentina en 1895, hijo de padres alemanes, quien a la edad de 10 años emigró a Alemania. Llegó a ser gran colaborador de Heinrich Himmler, luego ministro de Agricultura durante el tercer Reich y mentor de la Solución Final.

Dada su crianza en el campo argentino, llevó consigo a Alemania la obsesión por la cría de animales de pura raza; luego, esa pasión por la pureza aria, con el consecuente exterminio de todos aquellos que no cuadrasen con dicho modelo de pureza racial. Entran en el conjunto de los exterminados gitanos, judíos y eslavos.

Uki Goñi editó su libro con un extenso recorrido, por cierto muy bien documentado, dado que tuvo acceso a los archivos de la nación, y se enteró sobre Juan D. Perón y su colaboración para que los espías alemanes llegaran a este país antes y durante la Segunda Guerra Mundial, dejando un modelo de conducción que luego él como dictador y líder de un país habría de emular.

Un dato no menor es el viaje de Perón a Italia, en abril de 1939, a meses de que Adolf Hitler declarara la Segunda Guerra Mundial, su estrecho vínculo con el dictador y demagogo Benito Mussolini, cuando Perón se jactó de que ya había leído Mi lucha en español y que compartía esa lectura en italiano con Il Duce.

Lo interesante en las propias palabras de Perón es que él pidió ser enviado a una Europa en guerra no porque le interesara, como militar, ver las estrategias bélicas o las formaciones militares, sino que lo que le importaba era ser testigo directo de cómo se manipulaba a las masas por parte de estos dos dictadores, nos referimos a Mussolini y Hitler, para influir sobre el conjunto populachero, término que acuña Hannah Arendt y su análisis del concepto totalitarismo.

En cuanto al manejo de las masas, nos preguntamos: ¿Cómo ha sido posible que un insignificante cabo como lo ha sido Adolf Hitler haya tenido tanta influencia sobre la población alemana? En parte le debe su éxito a la situación económica en Alemania, un país devastado por los efectos de la Primera Guerra Mundial, y lo establecido en el Tratado de Versalles. Este personaje supo aprovechar la oportunidad que le daba ese momento histórico con discursos demagógicos, amén del trabajo realizado por su ministro de Propaganda, el doctor Joseph Goebbels, con el uso de la sugestión como herramienta de difusión. Un arma peligrosa dada su influencia psíquica, ya que hace que el sujeto tome como propias las ideas venidas de otro. "Despierta en nuestra mente una representación cuyo origen no está verificado pero que adoptamos como si hubiera surgido espontáneamente en nuestro cerebro", palabras acuñadas por Sigmund Freud en 1888. Más adelante, habrá de hacer todo un escrito sobre las psicología de las masas y lo influenciables que son las poblaciones por identificarse con un líder sin cuestionar sus mensajes totalitarios y propagandísticos de tono demagógico.

Nos resulta muy enigmático y curioso cómo es que aun intelectuales judíos y no sigan apoyando al gran general cuando es bien sabida su adhesión al nazismo, y que estos intelectuales enfundados en su ideología de izquierda lo apoyen siendo que todo pro nazi como Perón estuvo en contra no sólo de los judíos, sino de los comunistas y los bolcheviques, o sea, todo lo que tenga una ideología de izquierda.

Argentina fue el epicentro de toda una red de espionaje nazi a través de la Embajada alemana, con adhesión de Chile, Paraguay, Brasil y Uruguay en menor escala.

En 1943, se habló de poner campos de concentración y exterminio para judíos en Ezeiza y Morón. A lo que Perón acotó: "¿Cómo vamos a matar la gallina que pone los huevos de oro?", lo que deja ver que toda ideología segregativa no está por fuera de los intereses económicos, aquí como en cualquier lugar del mundo. Igualmente hubo desmanes en los negocios del barrio del Once, matanzas de judíos en las calles, pintadas con esvásticas en los frentes de las casas de judíos y un decreto de prohibición de los diarios escritos en idish. Esta orden debió suspenderse gracias a una carta fechada el 14 de octubre de 1943 con una enérgica protesta enviada por el presidente de los Estados Unidos, Franklin Roosevelt, en cuanto a semejantes métodos antisemitas y de "repugnante doctrina nazi". Nos planteamos el interrogante de por qué son acatadas las misivas de un país al que se lo rechaza por no adherir al régimen nazi y al cual le ha declarado la guerra.

En ese período el coronel Perón era ministro de Trabajo, trampolín que lo llevaría a la presidencia del país. Marca un nuevo paradigma político en la sucesión de futuras demagogias, líderes populacheros, salvo alguna excepción histórica, y de abrir las puertas a criminales nazis que encontraron refugio y un nuevo hogar en la Argentina, con papeles de identidad falsos, como Roberto Klement (Eichmann) y Helmut Gregor (Mengele).

En su segunda presidencia, Perón le firmó a Helmut Gregor un permiso para poner una industria farmacéutica, la Fadro Farm, en la Argentina y en esos papeles ya figura el nombre verdadero del beneficiario: Josef Mengele, o sea, que mucho antes de la captura de Adolf Eichmann, en 1960, la Embajada de Alemania en la Argentina sabía del paradero de Josef Mengele, pues este, vía Embajada, había solicitado que se le reenviara su título de médico desde Alemania para ejercer como tal en este nuevo país de residencia.

Estando Perón en Madrid, más precisamente el 9 de septiembre de 1970, relata al periodista Tomás Eloy Martínez: "Durante su segundo gobierno un especialista en genética, un tal Gregor, solía visitarlo en la residencia presidencial de Olivos, entreteniéndolo con el relato de sus maravillosos descubrimientos". Estamos hablando de sus experimentos horrorosos sobre niños judíos mellizos en su afán de lograr una reproducción masiva de bebés arios para una Germania de los mil años, y ese relato ominoso entretenía al caudillo, amén de que miente sobre su verdadero nombre, que por cierto conocía: Josef Mengele.

En cuanto a Eichmann, entró a la Argentina en 1950, y en relación con su captura por el Mosad, sus colegas nazis en este país, apañados en su ingreso por Perón, colaboraron con Klaus, el hijo del secuestrado, sugiriendo que se debería colocar una bomba en la Embajada de Israel, idea premonitoria que, si bien no se concretó en 1960, tuvieron que pasar otros 32 años para que dicho acto criminal fuera llevado a cabo bajo el silencio y la anuencia de otro presidente peronista.

Mientras tanto, a los pobres judíos sobrevivientes del holocausto y la barbarie nazi Perón no les da cabida en este país, salvo aquellos que lograban entrar de forma clandestina o con papeles falsos acreditando ser católicos y no judíos.

Entonces, si nos olvidamos de las enseñanzas del pasado y de lo que nos mostró la historia, esta entra lamentablemente en un eterno retorno, dado que la sangre de los muertos clama por justicia y memoria.

Tengamos en cuenta las palabras del 3 de mayo de 1943 que Perón escribe en el manifiesto del Grupo de Oficiales Unidos: "La lucha de Hitler en la paz y en la guerra nos servirá de guía". Que este no sea nuestro legado como país, como nación y como conducción política e ideológica. En cuanto a Hitler, Mussolini, Perón y tantos otros demagogos totalitarios, decimos: "Nunca más".

La autora es doctora en psicología, autora del libro "Auschwitz, paradigma del mal del siglo XX, análisis psicoanalítico, social y político".

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