Un “ladrillo”, un saludo arrogante y un cómic como inspiración: la singular historia del primer llamado por teléfono celular

El 3 de abril de 1973, Martin Cooper llamó a Joel Engel desde el corazón de Manhattan, sobre la calle. Había convocado a periodistas para que presenciaran un hecho que cambiaría las vías de comunicación. La vida del padre de la telefonía celular, su visión del mundo, las características de un prototipo inviable y las particularidades de un diálogo cargado de presunción

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El creador del primer celular fue Martin Cooper y lo hizo el 3 de abril de 1973, cuando no dudó en mostrar la eficiencia del nuevo equipo tecnológico denominado Motorola Dynatac 8000x y llamó a su rival en el rubro, Joel Engel (Dusko Despotovic/Corbis via Getty Images)
El creador del primer celular fue Martin Cooper y lo hizo el 3 de abril de 1973, cuando no dudó en mostrar la eficiencia del nuevo equipo tecnológico denominado Motorola Dynatac 8000x y llamó a su rival en el rubro, Joel Engel (Dusko Despotovic/Corbis via Getty Images)

El domingo 4 de octubre de 1931 se publicó la primera historieta de Dick Tracy en el Chicago Tribune. Era un inspector de policía recio, temerario. Representaba el binomio moral de los buenos contra los malos: era un hijo de su presente histórico. Tiempos de ley seca en los Estados Unidos, de legalidades difusas, de márgenes éticos corridos. Chester Gould, su creador y dibujante, dijo: “La batalla en pro de la ley y el orden parecía estar por encima de la plegaria. La policía y el resto de la comunidad encargada de velar por el cumplimiento de la ley sencillamente no hacían su trabajo. Había que hacer algo, alguien tenía que hacerlo. Al país no le hacía falta un detective que se pasara el rato en un sillón y teorizando, necesitaba alguien tan duro como los propios gángsters”. Simulaba la personificación de un valor en deterioro -según su propio padre artístico-: el respeto irrestricto de la ley. Para hacerla cumplir, emplea su ingenio, su sagacidad, la ciencia forense y tecnología avanzada. Hablaba por teléfono mediante su reloj de muñeca.

Martín Cooper tenía tres años cuando Dick Tracy apareció pintado en el diario. El detective dibujado penetró en las infancias y en los hogares estadounidenses. Había nacido, el 26 de diciembre de 1928, en Chicago, su misma ciudad. Era hijo de padres judíos ucranianos. No quería ser policía como el protagonista del cómic, pero nunca se olvidaría de él. De niño desarmaba cosas para arreglarlas: deseaba entender el funcionamiento de las cosas. “Desde mis primeros recuerdos, siempre supe que iba a ser ingeniero”, dijo. Lo fue. Se graduó en el Instituto de Tecnología de Illinois pero también fue hijo de su presente histórico: sirvió como oficial de submarinos en la Guerra de Corea.

Volvió, trabajó en Teletype Corporation y en 1954 fue contratado por Motorola. Las telecomunicaciones eran su fascinación. El mercado de los servicios telefónicos estaba dominado por Bell System, un gigante que ejercía el monopolio del sector desde su creación en 1877 a través de su casa matriz American Telephone & Telegraph (AT&T). La única manera de combatirlos era no pensar como ellos. Hacia la década del sesenta, la compañía había emprendido la carrera por la telefonía celular. Su visión de futuro estaba en la industria automotriz: querían meter teléfonos en los autos. La voluminosidad de los vehículos servía para esconder la enorme batería de los celulares. Pero la intención era también estratégica: involucrarse en el desarrollo de automóviles significaba ramificar el negocio. En el servicio de las comunicaciones apenas competían con firmas pequeñas, meros escollos.

"Sabíamos que todo el mundo tendría un teléfono móvil. Pero les recuerdo que esto fue en 1973, el dispositivo que construimos tenía cientos y cientos de piezas y tuvo que ser cableado a mano", dijo Martin Cooper
"Sabíamos que todo el mundo tendría un teléfono móvil. Pero les recuerdo que esto fue en 1973, el dispositivo que construimos tenía cientos y cientos de piezas y tuvo que ser cableado a mano", dijo Martin Cooper

Había algo que Cooper quería erradicar. Los cables. Decía que los humanos llevaban un siglo atados a sus casas y a sus oficinas a través de hilos de cobre. No creía que sujetarlos ahora a los autos fuese una idea revolucionaria. Comprendió que la única forma de detenerlos era crear algo nuevo para abrir el mercado. Pensó en la movilidad real, en la libertad de desplazamiento, en la portabilidad. Recordó que cuando egresó de la universidad soñaba con trabajar en Bell System. Absorbió la musa que le inspiró el capitán James T. Kirk y ese comunicador móvil que utilizaba en Star Trek, la serie de culto de la década del sesenta. Recicló en su memoria las aventuras dibujadas de Dick Tracy y ese reloj telefónico.

La firma abocó sus recursos a crear un dispositivo que prescindiera de una casa, una oficina o un auto. Martín Cooper lideró un grupo de expertos en transistores, antenas, semiconductores. Se subieron a la carrera a principios de 1973. Tardaron noventa días en tener el producto terminado. Habían diseñado un prototipo plegable, uno deslizante, otro al que apodaron “plátano” y otro al que llamaron “el zapato”. La inspiración del modelo final provino de un sistema de radio bidireccional hecho a medida para el Departamento de Policía de Chicago. “Cuanto más complicado era el diseño, más cosas podían romperse. Hicimos una votación y todos en el equipo decidieron optar por la versión más simple. ¿Qué podría salir mal con el ladrillo?”, acepta el creador.

El diseño fue de Rudy Krolopp. El constructor fue Ken Larson. El armador fue Don Linder. Tenía doce botones distribuidos en dos hileras -los diez números más dos restantes para “levantar” el tubo y para colgarlo-, dos luces y un interruptor de encendido. Lo bautizaron DynaTAC 8000X, el acrónimo en inglés que significa “cobertura de área total adaptativa dinámica”. Tenía treinta centímetros de alto, pesaba más de un kilo y disponía de una batería para veinticinco minutos de autonomía. “Esto no era un problema. El teléfono era tan pesado que no podías sostenerlo por más de veinticinco minutos”, confesó.

El teléfono que salió al mercado diez años después pesaba 800 gramos y tenía una medida de 33 centímetros de alto, 4,5 de ancho y 8,9 de grosor
El teléfono que salió al mercado diez años después pesaba 800 gramos y tenía una medida de 33 centímetros de alto, 4,5 de ancho y 8,9 de grosor

Cooper, jefe de la división de comunicaciones de la compañía, era un excéntrico y tenía en manos un invento que sacudiría el mercado. Era el martes 3 de abril de 1973. Debía montar un show para presentarlo. No quería hacerlo en una oficina, en una conferencia de prensa protocolar y anodina. Acordó una entrevista en un estudio de televisión neoyorquino con el programa CBS Morning News. Pero a último momento, desde el noticiero cancelaron la nota. La innovación ameritaba un circo mediático. Se contactaron con la Radio City Music Hall. La noticia recorrió las redacciones. Convocaron a los cronistas al corazón de Manhattan, sobre la sexta avenida, a una suite del segundo piso del Hotel Hilton. Cooper les pidió que lo siguieran: había que hacer la demostración en plena calle, donde sería la conquista de la telefonía.

Cargaba un símil ladrillo color crema en la mano y una única preocupación: “¿Funcionará esta cosa?”. “Le pedimos a los periodistas que vinieran a ver la llamada, para demostrarles que era realmente móvil. El teléfono era único. Funcionaría durante unos minutos y luego se rompería”, recordó Cooper en diálogo con El País de España. Al Chicago Tribune le confesó que disponían de un teléfono de resguardo, en caso de que el suyo fallara. Debía enseñarle a los periodistas -y al mundo- que había creado un instrumento telefónico inalámbrico. Solo necesitaba hacer una llamada. Sacó una libreta telefónica de su bolsillo. Marcó el número de Joel Engel, director del programa de celulares de AT&T, rival directo de Motorola.

"La falta de privacidad es el principal riesgo de la tecnología actual, al que hay que sumar la adicción a las pantallas", cree Martin Cooper, referente de la industria (Ted Soqui/Corbis via Getty Images)
"La falta de privacidad es el principal riesgo de la tecnología actual, al que hay que sumar la adicción a las pantallas", cree Martin Cooper, referente de la industria (Ted Soqui/Corbis via Getty Images)

Antes, el 10 de marzo de 1876, Alexander Graham Bell dijo “señor Watson, venga aquí, quiero verlo” en la primera llamada telefónica de la historia. Después, el 3 de diciembre de 1992, Neil Papworth -un joven ingeniero canadiense de 22 años- le escribió a su amigo Richard Jarvis “feliz navidad” en el primer SMS de la historia. Ese día de 1973, Martin Cooper pronunció las primeras palabras de una conversación telefónica por celular. “Te estoy llamando de un teléfono celular, pero de un verdadero teléfono celular. Un teléfono de mano, portátil y personal”, le dijo, en tono presuntuoso.

Lo que siguió es parte del mito. Cooper dice que del otro lado de la línea sólo escuchó silencio y dientes rechinando. “Joel fue muy educado conmigo, pero hasta el día de hoy no está seguro de haber recibido esa llamada telefónica. Pero no rechaza la posibilidad de que sí lo haya conseguido. Y no lo culpo por eso”, agrega. Recuerda haber concentrado la atención de los transeúntes, cautivados con ese aparato al que le hablaba: “No sé si conoces a los neoyorquinos, pero no son amigables como la gente de Chicago. Eres invisible para ellos cuando caminas por la calle. Y aquí tenían a esta persona parada hablando por lo que parecía un teléfono extraño, y había gente deteniéndose y mirándonos”.

El Chicago Tribune, el mismo diario que había lanzado a la fama a Dick Tracy, publicó en la portada de la edición del miércoles 4 de abril un artículo en el que se ufana de haber hecho “la primera prueba periodística del primer teléfono portátil ligero diseñado para uso masivo”. “El redactor habló ayer por la tarde con la oficina de Chicago, y la transmisión fue perfecta”, subraya. La compañía se había comprometido a invertir cinco millones de dólares para edificar un sistema prototipo para la ciudad de Nueva York, describe la reseña periodística y destaca la funcionalidad del invento: “Cuando el sistema de unidades de transmisión por radio esté terminado en 1976, las personas abonadas al servicio portátil podrán hacer llamadas a cualquier teléfono, fijo o portátil, mientras viajan en taxi o autobús, caminan por la calle, están sentadas en un teatro u otro edificio, o mientras vayan de compras”.

El artículo publicado en el diario Chicago Tribune del miércoles 4 de abril de 1973, un día después de la demostración de Martin Cooper en pleno Manhattan
El artículo publicado en el diario Chicago Tribune del miércoles 4 de abril de 1973, un día después de la demostración de Martin Cooper en pleno Manhattan

La demostración de Cooper, reconocido hoy como el padre de la telefonía celular, fue papel picado, confeti, un espectáculo mediático. Llegó antes, llegó primero, pero la versión comercial del prototipo DynaTAC 8000X salió al mercado diez años después, en 1983. “No había mensajería ni cámara. Treinta minutos de conversación, diez horas para cargar la batería, unas doce horas en espera y una antena de quince centímetros en la parte superior”, reseña. Pesaba 790 gramos y costaba casi cinco mil dólares -hoy equivaldrían a doce mil dólares-, un monto que lo excluía del público masivo.

Los primeros usuarios de esta tecnología costosa fueron las personas dedicadas a la venta de bienes raíces: “Los agentes inmobiliarios hacen dos cosas: mostrar casas o contestar el teléfono cuando alguien quiere comprar una casa. El teléfono móvil significaba que podían hacer ambas cosas al mismo tiempo”, resume Cooper. Pero nunca advirtió que sería protagonista de un evento histórico. El invento, patentado el 17 de octubre de 1973 bajo el número 3.906.166 para un “sistema de radioteléfono” que comprendía al teléfono como la red de la torre para conectarlo, fue uno de los tantos prototipos portátiles e inalámbricos que pensó Cooper. Su primer objetivo en la compañía era fabricar un teléfono de pulsera, el mismo de Dick Tracy. “Efectivamente, en un momento hice uno, pero era enorme”, retrata.

Hoy Martin Cooper tiene 95 años, usa un Apple Watch y compra siempre el último Iphone del mercado. Reconoce que le horroriza ver gente cruzando la calle con la mirada fija en el celular, admite estar decepcionado con la pérdida de privacidad derivada de los smartphones, jamás imaginó que un teléfono sería también cámara e enciclopedia, sostiene que “en la naturaleza de lo que deberían ser las comunicaciones portátil significa libertad” y no está sorprendido de que (casi) todos tengan su teléfono celular: “Solíamos contar la historia de que algún día, cuando nacieras te asignarían un número de teléfono. Si no contestabas, morirías”.

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