¿Qué hay detrás del auge de autónomas? Más mujeres prefieren ser sus jefas ante la escasa presencia en puestos directivos

Expertos de ICSA y EADA señalan que el empleo por cuenta propia facilita la flexibilidad laboral y la conciliación, mientras que ciertos puestos directivos en las empresas requieren cada vez de más disponibilidad por las nuevas tecnologías

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Trabajadora autónoma. (Freepik).
Trabajadora autónoma. (Freepik).

Las mujeres optan cada vez más por el autoempleo: el número de autónomas acumula una década creciendo más que el de autónomos, lo que ha permitido que ellas supongan el 36,6% de las relaciones laborales registradas en el RETA en 2023, 2,3 puntos por encima del dato de 2012. A esto contribuye que el año pasado se perdieran autónomos en términos medios (-5.468) y se ganaran autónomas (10.101). Además, la afiliación de las trabajadoras por cuenta propia se ha acelerado en los cuatro primeros meses de 2024 respecto a 2023, por lo que cabe esperar que su peso siga aumentando.

Este auge se produce en un momento en el que el empleo autónomo no está experimentando grandes avances, ya que en algunos sectores se están produciendo trasvases de fuerza laboral a empresas más grandes bajo la fórmula de asalariados del régimen general. Ante lo llamativo del fenómeno surgen varias explicaciones que tienen que ver con las características que permiten los puestos de autónomos, especialmente por su mayor flexibilidad.

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Según ha explicado Indry Canchila, directiva de consultoría de ICSA, durante la presentación del informe Brecha salarial y presencia de la mujer en puestos directivos 2024, cada vez hay más mujeres “que están buscando un autodiseño de su puesto de trabajo, poder liderarse a sí mismas y flexibilizar su tiempo de trabajo”. En la misma línea apunta Aline Masuda, investigadora y profesora de la escuela de negocios EADA, especificando que pueden estar influyendo factores discriminatorios y “sesgos implícitos” para que las mujeres contemplen más la autoorganización y el autoempleo como una vía factible de sustento.

Hace unas semanas, la organización de autónomos ATA presentó su informe anual sobre las mujeres autónomas y resaltó que nueve de cada diez altas en el RETA en 2023 se efectuaron por mujeres. En opinión de Candelaria Carrera, representante de la organización, esto demuestra un “cambio social” y la irrupción “definitiva” de las mujeres en el ámbito empresarial. No obstante, el sexo femenino continúa teniendo problemas para escalar a puestos directivos en las corporaciones y, según el informe de ICSA y EADA, no ha habido mejoras en los últimos años.

Las mujeres son casi el 37% de las autónomas, algo que contrasta con lo que sucede en el tejido productivo general: solo ocupan el 15,6% de los puestos directivos de las empresas y el porcentaje ha descendido desde 2021 (cuando fue el 18,8%). Este dato y los del resto del informe se han obtenido a partir de encuestas directas y en plataformas tecnológicas, con la obtención de datos salariales de más de 80.000 individuos empleados por cuenta ajena.

Las diferencias son aún mayores si se analizan los tipos de cargos directivos. Dirección de Comunicación, Dirección de Recursos Humanos y Dirección de Marketing son las posiciones mejor representadas por las mujeres (39%, 32,9% y el 30,5%, respectivamente). Justo lo contrario que Dirección TIC (5,2%), Dirección de Producción (5,9%) y Dirección General (9,1%). Es decir, solo un 9,1% de las empresas españolas tienen como líder principal a una mujer.

“La tendencia no se ha roto: a posiciones de mayor responsabilidad, menor presencia de mujeres y no se debe precisamente a que las mujeres no quieran ocupar posiciones directivas, sino a que las oportunidades de flexibilización según incrementa la carrera profesional se ven disminuidas”, opina Canchila. “Uno de los factores esenciales que explica la brecha es el tipo de trabajo y el entorno laboral que fomenta la presencialidad y las horas extras, algo que perjudica a la mujer, a la que la sociedad le atribuye el cuidado familiar”, añade el informe.

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Si se comparan los datos de la entrega de 2024 con anteriores publicaciones (que alcanzan hasta 2008) se observa un retroceso en la presencia de mujeres en determinados puestos directivos, fundamentalmente en los relacionados con las TIC, con la Dirección General y la de Producción. Las expertas lo atribuyen a una mayor demanda en las empresas de disponibilidad constante en dichos puestos por las nuevas tecnologías.

Por otra parte, si se analiza la presencia de directivas por sectores de actividad se observa una mayor representación en los más feminizados y culturalmente atribuidos a las mujeres: el 19,74% en servicios y en sanidad y servicios sociales; el 14,47% en el tercer sector y el 11,84% en comercio. En el lado opuesto, solo ocupan el 1,32% de los puestos directivos en la construcción y las inmobiliarias y el 2,63% en el sector energético.

20 años para cerrar la brecha salarial en puestos directivos

Resulta llamativo que la presencia de mujeres en la dirección haya descendido a pesar de los planes de igualdad y de otras normativas enfocadas a cerrar las brechas de género en el empleo. Según Canchila, esto se debe a que los planes se están implementando solo en las grandes empresas y a que están más enfocados a resolver desigualdades retributivas, no a alcanzar la paridad en los puestos.

La brecha salarial sí se ha ido reduciendo, según el informe, aunque su ritmo de descenso es cada vez más lento, como evidencian otras fuentes como la Agencia Tributaria. “A este ritmo tardaremos unos 20 años más en lograr una igualdad salarial entre hombres y mujeres directivas”, ha apuntado Canchila, ya que ellas cobran de media 83.663 euros brutos anuales y ellos 93.030, una brecha del 11,2%. Según el informe, la menor diferencia se daría entre los empleados, el 8,9%, donde se ha seguido reduciendo notablemente en los últimos años.

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Las expertas concluyen que las leyes son necesarias, pero “insuficientes” sin un cambio cultural en las organizaciones. Por ello consideran que es necesario “un cambio en la cultura del trabajo” con horarios más flexibles que permitan la conciliación, políticas que promuevan la corresponsabilidad, y procesos de selección “justos y transparentes”. También proponen diseñar puestos de trabajo “neutros” para evitar sesgos.