Laura Alcoba cuenta el tiempo de la dictadura militar desde su propia y peculiar historia

En “La casa de los conejos”, la autora franco-argentina relata aquel momento con la mirada de la niña que fue. “Por fin voy a evocar toda aquella locura argentina”, escribe al comienzo de la novela

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Laura Alcoba relata su infancia durante la dictadura argentina en "La casa de los conejos"
Laura Alcoba relata su infancia durante la dictadura argentina en "La casa de los conejos"

Desde hace más de un año venimos abordando en este medio, las variadas maneras en que la literatura argentina dio cuenta de aspectos relevantes de la historia nacional ocurridos desde mediados del siglo XX. En distintos artículos, ya nos hemos referido a obras vinculadas con el “peronismo clásico” (1946-1955), el peronismo en los años setenta, la Guerra de Malvinas y la crisis del año 2001. En esta ocasión tratamos un texto relacionado con uno de los episodios más significativos del período, la dictadura militar (1976-1983). Nos referimos a La casa de los conejos (2007), de Laura Alcoba.

Esta obra presenta varios rasgos particulares que conviene mencionar desde un inicio. Es un texto compuesto por una argentina, pero no está escrito originalmente en español sino en francés. Ello se debe a que la autora vivió su infancia en la Argentina, pero siendo todavía una niña debió exiliarse en Francia por el peligro que corrían en la época de la dictadura ella y su madre, una militante política. La novela está dedicada a narrar hechos vinculados con su familia siendo ella niña durante los años 1975 y 1976 y es el primero de los textos de una “trilogía”, completada con El azul de las abejas (2013) y La danza de la araña (2017), obras en las cuales la autora cuenta hechos posteriores en su exilio.

Debemos señalar también que el de Alcoba no es el único caso en que un hijo de un militante de la época de la dictadura narra sus vivencias durante aquel período. Si en una primera etapa los escritos referidos a ese momento histórico eran escritos por quienes ya eran jóvenes o adultos entonces, en una segunda etapa son los hijos quienes toman la palabra. Ejemplos de ello son obras como Soy un bravo piloto de la nueva China (2011), de Ernesto Semán, o Diario de una princesa montonera – 100% verdad (2012), de Mariana Eva Pérez. Por cierto, sin olvidar películas como Los rubios (2000), de Albertina Carri.

Trailer de "Los rubios" (2003), de Albertina Carri

En cuanto a la organización de la novela, antes del capítulo 1 la narradora da a entender los motivos que la llevaron a dejar por escrito lo ocurrido en su niñez. Así, en una especie de diálogo con Diana (Diana Teruggi, a quien está dedicada la obra), confiesa: “Te preguntarás, Diana, por qué tardé tanto en contar esta historia. Me había prometido hacerlo algún día pero más de una vez terminé por decirme que no era el momento”. Sin embargo, señala que luego de una visita al país junto a su hija en el año 2003 cambió de opinión y decidió relatar su historia: “Por fin voy a evocar toda aquella locura argentina, a todos aquellos seres arrebatados por la violencia. Me decidí a hacerlo porque muy a menudo pienso en los muertos, pero también porque sé que no hay que olvidarse de los sobrevivientes”. Lo que ha de narrar es un relato de tipo testimonial que da cuenta de hechos que efectivamente ocurrieron, a los cuales les ha dado un forma novelística.

La historia que se cuenta ocurre en una época signada por la violencia. Comienza relatando que antes ella, Laura, la protagonista y narradora, vivía con sus padres en un departamento en una zona céntrica de la ciudad de La Plata, pero que en ese momento (1975) se ha ido a vivir a una zona de los alrededores de dicha ciudad. Al referirse a ese nuevo hogar, la madre le dice que ahora vivirían en una casa con tejas rojas como supuestamente le gustaba a la niña.

Sin embargo, ella reflexiona algo muy diferente: “Tengo la impresión de que mamá no me entendió bien. Referirme a una casa de tejas rojas era tan solo una manera de hablar. Las tejas podrían haber sido rojas o verdes. Lo que yo quería era la vida que se lleva ahí dentro. Padres que vuelven del trabajo a cenar, al caer la tarde. (…) Una mamá elegante con uñas largas y esmaltadas y zapatos de taco alto”. Es decir, desde un principio se plantea el conflicto que aqueja a la niña: sus padres llevan una vida que está lejos del tipo de la que tenían comúnmente otras familias. Esa clase de “vida especial” que llevan sus padres, y por consiguiente la “niñez peculiar” que vive la narradora, es lo que relatará en la novela.

Laura Alcoba, parte de una generación de hijos de quienes lucharon y vivieron bajo el yugo dictatorial argentino
Laura Alcoba, parte de una generación de hijos de quienes lucharon y vivieron bajo el yugo dictatorial argentino

Lo que torna particular la niñez de Laura es que sus padres son militantes de la organización armada Montoneros. En el momento que comienza el relato, ellos deben aumentar las precauciones para poder seguir vivos: “Es necesario, porque ciertas personas se volvieron muy peligrosas: son los comandos de la Triple A, la Alianza Anticomunista Argentina, que “levantan” a los militantes como papá y mamá y los matan o los hacen desaparecer”.

A pesar de su corta edad, siete años, Laura comenta que ha comprendido bien cuál es la situación y lo fundamental que es ser precavidos: “A mí ya me explicaron todo. Entendí y voy a obedecer. No voy a decir nada. Ni aunque me hagan daño. Ni aunque me retuerzan el brazo o me quemen con la plancha. (…) Yo ya entendí hasta qué punto callar es importante”.

Dentro de ese clima especial de vida, surge una nueva circunstancia. La madre le informa a la niña que pronto van a ir a vivir con Daniel y Diana (a los cuales los llama familiarmente Cacho y Didi). Según relata Laura, la casa donde irán a vivir ha sido elegida por la conducción de Montoneros por el galpón que tiene esa vivienda en el fondo. En ese galpón se instalará un criadero de conejos, que en verdad solo es una fachada para lo que se construirá atrás de este, un lugar oculto donde funcionará una imprenta en la cual se imprimirá la publicación de la organización Evita Montonera.

En esa construcción trabajan el Ingeniero, quien ha diseñado ese lugar clandestino, y el Obrero (así son nombrados en el texto). Tanto el lugar donde ha de funcionar la imprenta como el criadero se construyen a la par: “La dos obras avanzan al mismo tiempo y las cosas, cada día, van tomando más forma: mientras de allá atrás se extraen kilos y kilos de tierra para crear el cuarto secreto donde se esconderá la imprenta, en el galpón se apilan docenas de jaulas metálicas destinadas a los conejos que pronto vendrán a vivir con nosotros”. Por supuesto, ese lugar donde va a vivir Laura es lo que da el título a la obra, La casa de los conejos.

La trilogía autobiográfica de Laura Alcoba: "La casa de los conejos", "El azul de las abejas" y "La danza de la araña"
La trilogía autobiográfica de Laura Alcoba: "La casa de los conejos", "El azul de las abejas" y "La danza de la araña"

La idea del criadero de conejos no es solo que sirva de fachada a la verdadera tarea a desarrollar en el lugar (la impresión de Evita Montonera), sino que también esa actividad valga de excusa para la distribución de la publicación: “Cuando los conejos estén con nosotros, los viajes incesantes de la furgoneta gris, que servirá para llevar gente o para hacer salir de la casa los periódicos que ya se están imprimiendo, se explicarán como transporte de conejos o reparto de conservas”. Una vez comenzada la tarea planeada en esa casa, la madre de Laura se abocará por completo a la impresión de la publicación montonera y Didi será la protectora cariñosa de la niña. Por otra parte, en cuanto al padre, este ha caído preso y Laura lo visita en la cárcel (encuentro que le resulta traumático).

La obra está organizada en 18 capítulos, además de un final no numerado donde se le da un cierre a la historia narrada. Es precisamente en la última parte de la obra donde el clima se va tornando aún más opresivo. Así como el capítulo 1 estaba fechado “La Plata, Argentina, 1975″, el capítulo 13 lleva el siguiente dato: “La Plata, 24 de marzo de 1976″, es decir, el día del golpe de Estado. Esta situación es relatada así por Laura: “-Ya está. Ocurrió. Fue Diana quien me lo dijo ni bien me levanté. En verdad, hacía tiempo que lo esperábamos. Desde algunos días atrás, la prensa venía anunciándolo. “Es inminente el final. Está todo dicho”, había llegado a titular un periódico”.

Laura Alcoba narra su experiencia en francés, su lengua de adopción tras exiliarse
Laura Alcoba narra su experiencia en francés, su lengua de adopción tras exiliarse

Por cuestiones de seguridad, Laura deja de concurrir a una escuela religiosa que estaba dirigida por monjas. Ese hecho la aleja aún más (si esto pudiera ser posible) de una “vida normal”. Así, en el penúltimo capítulo, la niña reflexiona: “¿Cuánto tiempo hace que no voy a la escuela? Tres, cuatro meses quizá. (…) Estoy obsesionada por el miedo a volverme idiota, como la presidenta, que al final ya no entendía nada de nada. (…) Sé perfectamente que debería estar aprendiendo cosas nuevas, que todos estos días sin escuela me alejan más y más profundamente del resto de los chicos y de lo que pasa fuera de la casa”.

En ese mismo capítulo 17 en el que la niña formula estas reflexiones, aparece en la obra un elemento clave que puede interpretarse como una condensación, una gráfica síntesis de la especial situación que ella atraviesa. Un día se le ocurre a Laura crear un crucigrama como una forma de realizar un ejercicio intelectual y se lo comenta a Diana, a quien la idea le parece buena, animándola a que lo construyese. Lo relevante del caso es cómo piensa Laura ese crucigrama: “Yo quería darle una sorpresa imaginando palabras que al entrecruzarse, hablaran un poco de lo que nos sucedía”. Las referencia de las palabras cruzadas que crea la niña son las siguiente: “Horizontales: 1, Del verbo “ir”; 2, Imitadora, fracasada y odiada; 3, Del verbo “dar”; 4, Patria o…; Verticales: 1, Asesino; 2, Casualidad; 3, Literatura, música”. En el texto aparecen las respuestas con el diagrama propio de un crucigrama, siendo las más significativas las horizontales 2 (Isabel) y 4 (muerte) y la vertical 1 (Videla). Así imagina la niña unas palabras cruzadas que “hablaran un poco de lo que nos sucedía”.

La dictadura militar ha sido el hecho más traumático ocurrido en la segunda mitad del siglo XX en nuestro país. Dada la trascendencia del suceso, obviamente este no podía pasar desapercibido para la literatura, la que lo ha abordado de muy variadas formas. Una de ellas, por cierto muy original, ha sido la adoptada por Laura Alcoba en La casa de los conejos: relatar aquella dramática época a través de la mirada de una niña envuelta en un singular ambiente familiar.

[Fotos: (Ulf Andersen/Getty Images) (Editions Gallimard)