Disidencias de las Farc habían montado una fábrica de explosivos y armas en el Casanare: hacían granadas y detonadores

En una operación contra los grupos armados ilegales, la Décima Sexta Brigada del Ejército Nacional neutralizó una fábrica de armas hechizas y artefactos explosivos en el departamento de Casanare.

La instalación ilegal, supuestamente operada por la disidencia de las Farc ‘subestructura 28′, estaba destinada a producir armamento para atacar tanto a la población civil, como a las fuerzas del ejército. El operativo se llevó a cabo en la vereda Sinaí, ubicada en el municipio de Sácama, donde se confiscaron y destruyeron controladamente varios artefactos bélicos, incluidos 18 lanzadores, más de setenta explosivos tipo granada, y 148 detonadores.

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Este golpe a las operaciones militares irregulares también sacó a la luz el potencial de este grupo para generar una cantidad relevante de armamento no convencional. Las fuerzas armadas encontraron materiales suficientes para fabricar alrededor de 1.800 explosivos, evidenciando la escalada de riesgo para la seguridad en la región.

Los materiales incautados incluyen seiscientos kilos de urea y sus derivados, 250 kilos de anfo, y cincuenta kilos de indugel. Además, se descubrió y eliminó una zona que contenía 34 artefactos explosivos improvisados, diseñados para implantarse en áreas forestales y caminos frecuentados por civiles, lo cual representa una grave amenaza para la comunidad.

La acción militar se realizó tras enfrentamientos con las disidencias de las Farc en Sácama, donde fue neutralizada ‘Alexa’, pareja sentimental del conocido líder guerrillero ‘Antonio Medina’. Este enfrentamiento subraya la constante presión de las autoridades colombianas sobre los grupos armados que fracturan la paz y seguridad del país.

La intervención ha sido destacada como una infracción flagrante al Derecho Internacional Humanitario (DIH), poniendo de relieve el peligro inminente que representan este tipo de actividades para los habitantes de las zonas afectadas.

En una reciente operación de seguridad en Bogotá, autoridades colombianas han desarticulado una red criminal que fusionaba prácticas de santería con actividades delictivas, proporcionando un ejemplo claro de cómo la superstición puede entrelazarse con el crimen. La operación tuvo lugar en la localidad de Suba, donde las autoridades decomisaron un inmueble que funcionaba como centro de rituales esotéricos para la banda Los Galera, organización delictiva que utilizaba el recinto para bendecir armamentos y solicitar protección espiritual para sus ilícitos.

Durante el allanamiento, se capturaron a 30 individuos involucrados con la organización, destacando la complejidad de la operación policial y el éxito en la lucha contra el crimen organizado en la capital colombiana. Las autoridades hallaron en el sitio variadas figuras y elementos utilizados en rituales santeros, con influencias de culturas mexicana y venezolana, incluyendo adoraciones a la ‘Santa Muerte’. Este hecho resalta la peculiar mezcla de creencias y prácticas criminales en el contexto bogotano.

Investigaciones previas habían demostrado la existencia de una estrecha relación entre ciertos rituales esotéricos y las actividades criminales de bandas en Bogotá. Ventajosamente, este tipo de operativos refleja el constante esfuerzo de las autoridades por cortar las raíces espirituales que algunas bandas consideran esenciales para sus operaciones delictivas. La ceremonia de destrucción de los altares encontrados simboliza un importante golpe a la moral de estos grupos. Entre los rituales identificados, se destacó la práctica de colocar ofrendas y velas de colores específicos para diversas instancias delictivas, una práctica ligada al culto a Jesús Malverde, una figura venerada entre criminales en Latinoamérica.

La estrategia policial, parte del Plan Bogotá Camina Segura, ilustra un enfoque multifacético hacia el combate del crimen, priorizando no solo el aspecto físico y logístico sino también el espiritual y cultural en el que se apoyan estos grupos. Adicionalmente, operativos en otras localidades de Bogotá han permitido asestar golpes significativos al tráfico de drogas, extorsión, robo, y otras actividades ilícitas, marcando progresos notables en la disminución de ciertos tipos de crimen mientras se afronta el aumento en otros, como el sicariato.