Decidí no amamantar a mis hijos y no por eso me voy a convertir en una mala madre

Amamantar está en las prioridades de casi toda madre, sin embargo, elegir no hacerlo no debería ser considerado como una decisión irresponsable o egoísta de la madre.| Por: Julie Scagell

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Las madres toman cientos de decisiones por sus bebés todos los días. Quieren hacerlo todo bien, así que leen artículos sobre la crianza de los niños y hablan con sus médicos. Recurren a madres con experiencia y luego, en algún momento tranquilo y de contemplación, tienen que elegir lo que consideran correcto.

Más que cualquier otra cosa, al parecer, la maternidad hace que las mujeres se cuestionen a sí mismas. Incluso las mujeres más seguras sienten que deben justificar sus decisiones si involucran a sus hijos.

Yo elegí no amamantar por razones tan personales como cualquier padre decide si circuncida o no a su hijo, si lo deja llorar o lo lleva a la cama para que duerman juntos. No estoy aquí para debatir los beneficios a la salud de amamantar sobre el biberón; eso está probado. Pero si uno pone varios niños de ocho años uno al lado del otro, no podría distinguir cuáles fueron alimentados con fórmula. Que yo sepa, ninguna universidad pregunta en el proceso de admisión si un aspirante fue amamantado.

La mayoría de los textos a favor de la fórmula tienen un tono particular. Asumen que si los horarios de una mujer no son compatibles con la posibilidad de extraer la leche materna con un aparato, el bebé no se puede alimentar de manera adecuada. O asumen que la madre no puede amamantar. El texto enumera todas las razones por las cuales la fórmula es completamente aceptable. Por lo general las personas que se identifican con el movimiento "Fed is Best" ("Mejor es alimentado") reconocen que la lactancia materna no funciona siempre para todos.

Mi decisión debió haber sido simple: yo no quería amamantar. Pero vino con una carga tremenda ya que tuve que tratar de aceptar la sensación de tener defectos mucho antes de ser madre. Yo no sentía que la lactancia, tan arraigada natural y biológicamente en muchas personas, fuera ni remotamente natural para mí.

Esos pensamientos me provocaron angustia. A medida que se acercaba el momento del nacimiento de mi hija sentí que me forzaban a participar en un club al que no quería pertenecer. Yo quería alimentar a mi bebé, acurrucarla, acariciar su rostro y crear una conexión con ella mientras comía. Sin embargo, mi decisión me dio vergüenza, en gran parte debido a la sensación de que de alguna manera le fallaba a mi hija.

La presión para que las madres amamanten es real y eso provoca muchísimo estrés innecesario en aquellas que decidieron alimentar a sus bebés sólo con fórmula. Un estudio incluso halló que las mujeres que lo intentan y descubren que no le gusta amamantar eran 42% más propensas a sufrir depresión postparto después de dos meses. Me pregunto, ¿por qué les hacemos esto a las madres primerizas, si esa presión les podría ocasionar un daño real?

En parte, este juicio sobre las mujeres habla de la función amplia de madre y la creencia de que si una no pone a los hijos por delante estará siempre mal de alguna manera. Pero tiene que existir un equilibrio para que las mujeres puedan tener lo que quieren también, no a expensas de su hijo, sino para que el niño se pueda desarrollar bien. Esto no se puede lograr si las mujeres dan tanto de sí que un día se mirarán al espejo y se darán cuenta que no tienen nada más para dar.

Las consecuencias de mis decisión me preocupaban todo el tiempo. No por la salud de mi hija: hablé muchas veces con mi doctor y me sentí cómoda con la fórmula que había escogido. Pero perdía el control al leer un artículo o recibir la crítica de alguien que apenas conozco que decían que tenía que amamantar y me volvía a cuestionar toda la investigación que he hecho.

Yo pensaba: "¿Cómo puedo saber si no me siento cómoda, si ni siquiera lo he intentado?". La respuesta, para mí, era el grado de ansiedad que sentía cada vez que pensaba en la lactancia. Concluí que me estaba poniendo una presión innecesaria. Me di permiso para creer que "no quiero" era una razón suficientemente buena. Punto.

Después de 13 años y tres hijos, he aprendido que no amamantar no me define como madre y que no me hace una persona egoísta. He tomado millones de decisiones por mis hijos, he participado en cosas grandes y pequeñas que no siempre quise, porque soy madre y eso es lo que hacen las madres y los padres. Hubo decisiones que tomé por mí solamente, porque también soy una persona.

La forma en que una mujer escoge alimentar a su hijo es su decisión. (Y sí, reconozco que tenía una posición económica buena como para usar fórmula, y que esa no es una opción para todas las mujeres.) Mi decisión de alimentar con fórmula no invalida la decisión de amamantar de cualquier otra persona. Mi decisión no afecta sus vidas, o la vida de sus hijos o, más importante, la vida de mis hijos.

Elegir es algo hermoso.