Después de Barcelona: qué debe hacer Europa para frenar la locura del terrorismo "low cost"

El autor, especialista en terrorismo islámico, afirma que es hora de que los países europeos reconozcan que enfrentan una guerra que debe ser peleada con inteligencia en el marco de la legalidad y la democracia

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Un hecho central a tener en cuenta en la lucha contra el terrorismo islámico es que "las armas" que usan los yihadistas no pueden ser neutralizadas, excepto que un cambio importante se produzca en las estrategias de los gobiernos occidentales.

Un análisis sobre el nuevo episodio de terrorismo "low cost" ocurrido en Barcelona, inevitablemente une al caos y al grotesco mostrando las disfunciones tanto de competencia como lingüísticas entre la policía de la comunidad autónoma, el ministerio del Interior y en general las autoridades regionales y nacionales, las declaraciones e informaciones contradictorias sobre el número de sospechosos, de terroristas abatidos, detenidos, huidos y de vehículos intervinientes ha sido negativa para enfrentar el flagelo y muestra de forma clara y demoledora la poca auspiciosa situación actual de España en particular y Europa en general ante un enemigo tan decidido como la yihad.

Se sabe que la CIA, es decir, Donald Trump -odiado por muchos europeos porque intenta hacer algo al respecto-, había avisado dos meses a las autoridades españolas de un peligro concreto de atentado en La Rambla de Barcelona y había vuelto a hacerlo hace dos semanas. Sin embargo, la ausencia de medidas de seguridad que ante tal aviso debieron ser incrementadas al máximo responde a dos reflejos que han estado presentes en la dirigencia europea por años. A saber: a) "No crear alarma social" y b) Fingir que por su tolerancia y al recibir centenares de inmigrantes musulmanes, no serian atacados.

La masacre de Niza, en julio de 2016
La masacre de Niza, en julio de 2016

Analizar los ataque terroristas islámicos en Barcelona en Cambrils, donde al menos 14 personas inocentes fueron asesinadas y otro centenar resultaron heridos, implica la búsqueda urgente de cambios y la aplicación de politicas responsables para tratar con una situación que debería ser considerada de guerra.

La pregunta que surge de inmediato es: cómo hacerlo. En primer lugar, siendo mucho más observadores e intrusivos en lo que sucede en las agencias de alquiler de vehículos y en las redes sociales. Allí es donde muchos radicales encuentran su motivación y muchas veces su instrucción, y está comprobado que en muchos casos los terroristas dejan importantes pistas del ataque que van a ejecutar poco antes de hacerlo en sus sitios de Facebook, Twitter y otras redes.

En segundo lugar, se debe aceptar que hay un vínculo entre la incitación al odio contra los valores occidentales, la radicalización, la propaganda islamista, el reclutamiento y los ataques terroristas. En consecuencia, combatir la propaganda y su ideología emergente es imprescindible, como también lo es consensuar con los grandes proveedores de Internet y organizaciones como Google, Facebook y Twitter para que instauren mayores filtros para impedir la incitación al odio en sus sitios electrónicos.

Atentado al volante de un camión en un mercado en Berlín, en diciembre de 2016.
Atentado al volante de un camión en un mercado en Berlín, en diciembre de 2016.

Otro aspecto de análisis relevante es "la distinción tradicional" entre guerras y operaciones militares en el exterior y el frente interno o doméstico de los países occidentales involucrados en los conflictos de Oriente Medio. Esa distinción tiene que borrarse y se debe dar prioridad a la colaboración entre fuerzas armadas, agencias de seguridad y policiales a nivel nacional e internacional.

Otra idea que hay que descartar cuanto antes es la aceptación del terrorismo como un fenómeno natural. El alcalde de Londres, Sadiq Khan, es un buen representante de esa forma de pensar cuando afirma que "el terrorismo es un fenómeno de las grandes ciudades". Pero lo cierto es que no lo es. En consecuencia, no se puede equiparar a los muertos por rayos o picaduras de mosquitos por una simple razón: el terrorismo está realizado por seres humanos que así lo quieren motivados religiosamente. Y a diferencia de las caídas mortales en las bañeras, el terrorismo islámico se plantea objetivos y arbitra los medios para lograrlos. No hay nada de locura o irracionalidad. Precisamente por eso sí se puede combatir.

Estas consideraciones son fundamentales para analizar una situación de guerra como la actual que incluye elementos ideológicos y culturales como esenciales donde ha estado ausente el sentido común del elitismo igualitario de nuestros tiempos que fue incapaz de entender que lo que forja a naciones y personas son sus culturas y no la última frase demagógica y propagandística de discursos relativistas en los que ya nadie cree.

Atentado al volante en Londres en marzo de 2017 (AP)
Atentado al volante en Londres en marzo de 2017 (AP)

Finalmente, habida cuenta de que la figura del "lobo solitario" es una ficción y que los terroristas siempre cuentan con toda una red que los ayuda con explosivos y armas, o de apoyo logístico, alquiler de vehículos, o simplemente los protege y esconde de la policía, se debería modificar -de urgencia- la Ley para permitir la expulsión de todos aquellos involucrados directa o indirectamente en tramas y ataques terroristas.

Los hashtags y las expresiones de condolencias no sirven de nada para devolver la vida a las víctimas y tampoco para resolver el problema de fondo que es prevenir el próximo atentado. En resumen, se debe entender que el problema del islamismo no es la falta de cariño como pretende una ONG sueca que propuso días pasados el eslogan "Abrace a un yihadista" para cesar con la violencia terrorista.

Si Occidente desea mantener sus libertades y forma de vida democrática, ha llegado la hora de adoptar políticas decisivas. Puede que no guste el cambio abrupto apartado de la corrección política reinante, pero la alternativa a estas medidas es dejar el futuro de Occidente en manos de los yihadistas con las conocidas consecuencias.

Dicho de otro modo y entiéndase bien. No hace falta que el presidente de ningún Gobierno de Occidente acuda a la Catedral central de su país y lance desde allí el grito secular de la Reconquista, pero es imprescindible que se reconozca esto como lo que personas tan dispares como George Bush (h) y François Hollande en su tiempo han llamado "guerra", y que se combata en el marco de la legalidad y la democracia.

Por último, pero no menos importante e imprescindible, es la coherencia ideológico-cultural la que se debe aplicar para oponerse a esa tiranía fanática y criminal del siglo XXI que es la heredera del nazismo y el comunismo y que conocemos como yihad global. Disimular y esconderse ya no sirve de nada.

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